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Salud y fuerza

viernes, 28 de diciembre de 2012

Mazagón, Huelva. Costa de la luz.






Érase un bosque de pinos, colgado sobre el acantilado, mirando la mar oceana.
Para los aficionados a mis letras, diremos que los pinos son Pinus pinea (pino piñonero o parasol), algunos centenarios, como el  magnífico ejemplar a las puertas del Parador de Turismo, y todos uniformados en su altura en la lucha por buscar el sol, formando un tapiz ondulado cuando se tiene la suerte de verlo desde arriba. Desde el suelo, un laberinto de troncos con el techo verde por sombrero.
El acantilado de dunas fósiles plío-cuaternarias, con arenas eólicas, medías-finas, blancas o amarillentas y algunos niveles delgados de conglomerados.
Se comprueba el retroceso del acantilado, por el ascenso actual del nivel del mar, con derrumbes recientes, que lo mantiene activo en sus 30 m. de potencia.
En la playa de arenas finas y con algunos niveles conchíferos, podemos observar, entre otras formas sedimentarias, las marcas de olas, corrientes y canales de mareas.
Y la mar, tan cambiante como bella, a lo largo del gran arenal abierto a todos los soles.

Piedra

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viernes, 21 de diciembre de 2012

Barullos navideños (cuento de Navidad)


Cuando nacieron los trillizos, todos interpretaron que eran los señalados, primero porque nunca habían nacido tres a la vez y además porque ese día hallaron una flor roja, muy hermosa, con un aroma que estaba para comérsela. Pero no osaron hacerlo.
Cuando los tres hermanos crecieron, el jerarca les dijo. —Sois los elegidos. Vendrán tres reyes de Oriente, que es un lugar que está muy lejos y donde los días son largos y cálidos y no hay nieve como aquí, sino que luce un sol radiante. Esos soberanos os llevaran con ellos, vosotros seréis sus monturas y llevareis muchos regalos a los niños del mundo entero. Repartiréis felicidad.
Un día apareció un anciano y pidió ver al jerarca, después, éste habló con los trillizos.
—He aquí a vuestro dueño  –les dijo.
—Pero… ¿Él es un rey de Oriente?—preguntó el primer reno trillizo.
— ¿No eran tres?—inquirió el segundo.
— Tiene aspecto de ser de aquí –dijo el tercero.
A lo que respondió el viejo.
—Los tres reyes de los que habláis son de otra ruta, más al sur. Soy Papá Noel; vuestro amo.
Entonces el jerarca reno, carraspeó y dijo.
—Algo falló en el oráculo; como erais tres y sus majestades también pues yo… ¡Claro, por eso hablaba de camellos! Creí que era una pifia sibilina. Pero bueno, vais a hacer lo mismo, sólo que distribuiréis los regalos  por el norte.
— ¡Pero nosotros queríamos bañarnos en las playas del Caribe! –clamaron los trillizos a la vez.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El sol y el viento


 

A buena altura sobre el bosque y ocultos detrás de la densa pantalla de las nubes, el sol y el viento seguían su discusión, que sostenían desde tiempo inmemorial, sobre cuál de ambos era más fuerte.
-¡Claro que lo soy yo! -insistió el sol-. Mis rayos son tan poderosos que puedo chamuscar la Tierra hasta reducirla a negra yesca reseca.
-Sí, pero yo puedo inflar mis mejillas y soplar hasta que se derrumben las montañas, se astillen las casas convirtiéndose en leña y se desarraiguen los grandes árboles del bosque.
-Pero yo puedo incendiar los bosques con el calor de mis rayos -dijo el sol. -y yo, hacer girar la vieja bola de la Tierra con un solo soplo -insistió el viento.
Mientras estaban sentados disputando detrás de la nube, y cada uno de ellos profería sus jactancias, salió del bosque un granjero. Vestía un grueso abrigo de lana y tenía calado sobre las orejas un sombrero.
-¡Te diré lo que vamos a hacer! -dijo el sol-. El que pueda. de nosotros dos. arrancarle el abrigo de la espalda al granjero, habrá probado ser el más fuerte. -¡Espléndido! -bramó el viento y tomó aliento e hinchó las mejillas como si fueran dos globos.
Luego, sopló con fuerza... y sopló... y sopló. Los árboles del bosque se balancearon. Hasta el gran olmo se inclinó ante el viento. cuando éste lo golpeó sin piedad. El mar formó grandes crestas en sus ondas, y los animales del bosque se ocultaron de la terrible borrasca.
El granjero se levantó el cuello del abrigo, se lo ajustó más y siguió avanzando trabajosamente.
Sin aliento ya, el viento se rindió. desencantado. Luego, el sol asomó por detrás de la nube. Cuando vio la castigada tierra, navegó por el cielo y miró con rostro cordial y sonriente al bosque que estaba allá abajo. Hubo una gran serenidad. y todos los animales salieron de sus escondites. La tortuga se arrastró sobre la roca que quemaba, y las ovejas se acurrucaron en la tierna hierba.
El granjero alzó los ojos, vio el sonriente rostro del sol y, con un suspiro de alivio, se quitó el abrigo y siguió andando ágilmente.
-Ya lo ves -dijo el sol al viento- A veces, quien vence es la dulzura.

Salud amigos!!!!!


Y que el próximo año nos veamos más seguido.

martes, 18 de diciembre de 2012

El burro flautista






Esta fabulilla,
salga bien, o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.

Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.

Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.

Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.

En la flauta el aire
se hubo de colar;
y sonó la flauta
por casualidad.

Oh! dijo el borrico:
¡qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
la música asnal!

Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.



Fábula de Tomás de Iriarte (Para mi Pitufa)

lunes, 17 de diciembre de 2012

Felicidades




Que las luces de los mares os lleven a encontrar la felicidad.

Expresiones.

Piedra

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El zorro y el cuervo

Cuando éramos pequeños, nuestro padre, gran maestro, nos educaba con fábulas, esta era una de mis preferidas, porque pienso que quien se acerca a la humildad, roza la grandeza.
 
EL CUERVO Y EL ZORRO 
 
En la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico
estaba el señor Cuervo. 
Del olor atraído
un Zorro muy maestro,
le dijo estas palabras,
o poco más o menos:

“Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estáis donoso,
mono, lindo en extremo;
yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
que si a tu bella traza
corresponde el gorjeo,
junto a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,
que tú serás el Fénix
de sus vastos imperios.”
Al oír un discurso
tan dulce y halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el Cuervo. 
Abrió su negro pico,
dejó caer el queso;
el muy astuto zorro,
después de haberlo preso,
le dijo : “Señor bobo,
pues sin otro alimento,
quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto,
digerid las lisonjas
mientras yo como el queso".
Quien oye aduladores,
nunca espere otro premio.
                     Félix María Samaniego

Dos mares, dos sueños.



Riela el mar
de contento
ante la belleza
de la tarde.
Vibra la luz
al grácil vuelo,
libres como la brisa,
sin rumbo cierto.
Destino:
el azar del viento.
Otros mares, otros sueños.
Días venideros
de luz y algarabía
fuera del tiempo.
En estos mares del sur,
tan lejos de la mar cántabra,
donde vieran aquella luz
primera, tan bella.

Piedra



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lunes, 10 de diciembre de 2012

Mérida, (Emerita Augusta). Extremadura.


Las doce cigüeñas y los siete buitres delimitaron  con su vuelo un espacio junto al vado del río Ana, y los augures vinieron a señalar que Emerita Augusta  sería el asentamiento de los soldados licenciados (eméritos) de las guerras Cántabras: la legio V Alaudae y la legio X Gémina.
De esta forma en el 25 a. C. Publio Carisio por orden de Octavio Augusto funda la ciudad en un asentamiento prerromano.
La historia, hasta el 1993 en que el Conjunto arqueológico de Mérida es declarado  Patrimonio de la Humanidad, tiene diversos avatares.
De capital de la Lusitania con los romanos,  pasa a capital del reino visigodo de Hispania con Agila I y en el 713 es conquistada por los árabes con Musa Ibn Nusair.
En 1230 cae en manos cristianas y el 1983 es designada capital de la comunidad autónoma de Extremadura.
Aunque el legado prerromano, árabe y cristiano es importante, el romano es de tal calidad que no me queda sino señalar la referencia de Wikipedia:
Legado romano
Tengo que recomendar la visita al Museo Nacional de Arte Romano del arquitecto Rafael Moneo, él solo, bien vale el viaje a Mérida.
Piedra



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domingo, 9 de diciembre de 2012

Mi Buenos Aires Mojados...

Yo creia que sólo llovia por el sur de España, y que era en Málaga donde los autobuses nadaban, pero mirad lo que encontré en el fb el día 6 de diciembre, finales de la primavera austral.
Mabel ¿Dónde y cómo estás?

jueves, 6 de diciembre de 2012

La culpa fue del mago


A ella lo que más le gustaba era estar al día de cuanto le rodeaba, le encantaba saber qué hacían aquellos, ella o aquél, y no es que tuviera un interés malsano, simplemente le gustaba saber cosas acerca de los demás. 
            Todos los días recorría las calles en busca de información, a veces, las veinti-cuatro horas no eran suficientes, lo que la obligaba a limitar la extensión de su territorio para evitar el cansancio de su cuerpo, hasta que aprendió a escuchar solo lo que le llamaba la atención y lo que consideraba importante, sabía calcular qué tiempo le daba a la pared, a la farola de la esquina, al tacho de basura a las ventanas, puertas o árboles que vigilaban las calles de su barrio. 
            Aún así, su cuerpo parecía debilitarse por momentos, sus pies se hinchaban y muchas noches no podía regresar a su refugio, lo que la obligaba a camuflarse entre las hojas de las copas de los árboles o en papeles sucios y arrugados arrastrados por el viento,  que veces, se convertía en su peor enemigo.
 
             En esos momentos de apuro, evaluaba la posibilidad de contactar con el mago de los mocos verdes, a ver si le ayudaba con algún artilugio que le permitiera estar al tanto de las acciones de los demás sin moverse mucho de su refugio. 
            Y esa noche, precisamente estaba en un apuro gracias a ese maldito viento que la iba alejando cada vez más de su refugio y que parecía no tener ningún deseo de parar; en su desesperación invocó al mago de los mocos verdes, le susurró ayuda pero pasaban los segundos y el mago no aparecía, esto la obligó, ya desesperada a gritarle temiendo que con los años se hubiese vuelto sordo como una tapia. 
            Por más que gritó hasta que su garganta empezó a sangrar, el mago no dio señales de vida, rendida y exhausta estaba a punto de abandonarse a su mala suerte, cuando algo apareció entre sus dedos. Era un objeto oblongo, de bordes armoniosamente redondeados y cuyo centro era frio y duro, mientras que la parte inferior terminaba en una especie de mango que se adaptaba perfectamente al contorno de sus dedos.             Su cerebro le informó que se trataba de un antiguo espejo, pero esta certeza la desconsoló aún más, ¿qué diablos iba a hacer ella con un espejo? Sin duda el mago había perdido todas sus facultades, ahora si que no había salvación. 
            - No lo creas así, le dijo el espejo, sé que mi reputación me precede y todo el mundo me asocia con aquello que ellos quieren ver, aunque saben que no existe en realidad, créeme yo puedo serte de mucha ayuda. 
            - No veo como puedes hacerlo en estos momentos que carezco de voluntad y que el viento juega a su antojo con mi cuerpo.            
            - Ah, déjame obrar sin intentar saber, necesito tu confianza, sólo así podré ser útil. 
            Ella le dio autorización, no tenía nada que perder, si el espejo tenía éxito se salvaría, sino, acabaría sus días en medio de la nada. 
            En un segundo empezó a sentir que su cuerpo se despedazaba y se arrepintió de haber confiado en ese estúpido espejo, sin embargo no tuvo tiempo de lamentarse mucho, su cuerpo era ahora un cúmulo de formas que se iban fijando a una hoja en blanco hasta llenarla completamente, luego le colocaron encima un paño cálido y todo fue oscuridad. 
            Muchos años después, una luz dispersó las tinieblas y una voz fue uniendo las letras que formaron su cuerpo hasta que empezó a reconocerse, volvió  a sentir el afán por saber cosas de los demás, sin embargo las palabras que salieron de sus labios fueron: ¿quién es la más bella?


Esa es otra historia


Yo empecé a sospechar que la abuela se traía algo entre manos cuando vi que recogía semillas rojas y teñía las lanas de sus ovejas, sin embargo ella solo cantaba. Si le preguntabas ¿cómo amaneciste hoy abuela?, ella me miraba a los ojos y abría sus labios para cantarme que se encontraba muy bien. Yo le inventaba cada semana pretextos a mi madre para pasar más tiempo con ella, me gustaba oír su voz desafinada en medio del silencio terrenal. 
            Su voz llenaba mi alma de alegría, aunque a veces graznara como un cuervo, a mi eso no me importaba, creo que había algo más detrás de esos sonidos que salían de su boca, lo que me hacía buscarla cada vez con mayor apremio, claro, esto me alejaba cada más de mi madre, porque de sus labios sólo salían órdenes, deberes, obligaciones. Muchas veces me despertaba sudando porque había soñado que no había sido lo suficientemente correcta, o amable o servicial y mi madre me castigaba por ello. 
            No es que odiara a mamá, simplemente me aburría de seguir esa ruta que ella cumplía cada segundo de sus días, aunque me avergonzaba por esos sentimientos, no podía evitarlos, estaban ahí aunque yo metiera dentro de mi toda la buena intención de que era capaz. 
            En cambio la abuela no trazaba rutas, la abuela se lanzaba con los ojos cerrados y la boca abierta a sus horas de vigilia, supongo que porque ya no le importaba nada y eso debe ser muy bueno para que los ojos brillen de esa manera y la felicidad se cuele por todos los poros de la piel. 
            Caminando un día a casa de la abuela, una voz me susurró, o brotó de alguna parte de mi cerebro qué talvez no debería preocuparme por estar con un pie en el mundo de la abuela y otro en el de mamá, qué quizás existiese un segundo, o un tercero o un número infinito de mundos agazapados detrás de las hojas de los árboles. 
            El interrogante se me clavó como un cuchillo entre las costillas, eso podría ser, deberían existir millones de mundos, pero cómo podría visitarlos, o verlos, aunque fuera de lejos, o palparlos si se hicieran tangibles. El ceño se me arrugó, la boca se me torció en un feo gesto de duda y los dedos se anudaban dentro de mis bolsillos tratando de contar el número posible de mundos que podría tener a mi alcance.            Ese día caminé sin sentido ni rumbo, necesitaba aclarar mis ideas, despejar ese interrogante que ya empezaba a pesarme, necesitaba saber, aunque por debajo de mi razón, una voz me susurraba que debía ir a ver a la abuela o si no se preocuparía, o volverme a casa junto a mamá, pero no podía dejar de caminar. 

              - ¿Y qué pasó con la niña mamá? 
            - Aquí dice que un lobo… pero eso es otra historia.

martes, 4 de diciembre de 2012

Trujillo, Cáceres.

Aunque ni el caballo, ni el casco, ni la espada, ni el caballero correspondan con la realidad histórica, el escultor norteamericano Rumsey supo idealizar la figura de Francisco Pizarro, conquistador de Perú, natural de Trujillo (Cáceres), en la estatua que se encuentra en la plaza mayor del pueblo, idéntica a la que hay en la ciudad de Lima, que fundara el mismo Pizarro.
En el casco viejo de Trujillo,  en el pequeño museo a la hazaña de Pizarro, llama la atención  que  aunque los incas no conociesen el hierro y sus armas “rompecabezas” fuesen de piedra con mango de madera, sólo 180 hombres conquistasen todo el gran imperio Inca.
Trujillo según el censo de 2010 tiene 9.696 habitantes, se puede decir que una centena por monumento y para no hacer cansada la relación de iglesias y casas solariegas, os paso únicamente la de sus palacios sacada de Wikipedia.
Palacios y casas fuertes
  • Palacio de los Marqueses de la Conquista;
  • Palacio de los Orellana-Pizarro;
  • Palacio de los Duques de San Carlos;
  • Palacio del Marquesado de Piedras Albas;
  • Casa fuerte de los Altamirano;
  • Palacio de Chaves (Luis de Chaves el Viejo);
  • Palacio de Lorenzana;
  • Casa fuerte de los Escobar;
  • Casa de los Chaves;
  • Casa de la Cadena;
  • Palacio de Santa Marta;
  • Casa del Peso Real;
  • Palacio de los Barrantes-Cervantes;
  • Palacio de Juan Pizarro Aragón;
  • Palacio municipal o alhóndiga 
Como podéis comprobar, bien merece una visita.
 
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Piedra