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Salud y fuerza

miércoles, 1 de junio de 2011

Deliciosa obligación






—Solazándose se hallaba con él, delante de mis propias narices— manifestó Serapio gimoteando mientras se restregaba la mocha testa y se sonaba con estruendo.

—Justificable era y lo sabías— le contestó su amigo Inocencio— dándole unas palmaditas de consuelo en la espalda.

— Pero había de solazarse con mortificación y no con regodeo, como es sensato— refutó el esposo gimiente.

Esa mañana cuando Elvira, joven y pícara esposa de Serapio, vio al ilustre doncel quedóse embobada: ojos tan verdes como el agua del lago y tan obscenos que aparentaban despojarla de su ropa en su contemplación; torso fornido y brazos recios como Hércules mismo; labios tan carnosos como las uvas y pelo rubio como el trigal.

—Vengo a reclamar la merced que me corresponde— dijo el efebo a Serapio.

—Señor conde; vuestra es mi virgen esposa, disponéis del derecho de desflorarla— contestó el marido haciéndole reverencia.

Y Elvira, disimulando su regocijo con apocamiento, gacha la cabeza, se remangó el vestido de novia y se dejó conducir por el noble.

Antes de marchar, echó una mirada a su flamante esposo, el cual tieso como una vara veía con su único ojo como entraban en su propia casa, mientras Inocencio le sujetaba para que su pierna renca no le contrariara, pues su cuerpo rechoncho no se afianzaba bien y menos a su avanzada edad.

3 comentarios:

  1. Muy bueno, me encantó, una horrible obligación para los plebeyos de esa época que a Elvira la
    favoreció, aunque solo haya sido por una vez.

    Besos

    MABEL

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  2. Hola Espumilla, esta mañana cuando leí tu texto intenté dejar un mensaje pero parece ser que esta página esta dado problemas.
    Bueno quería decirte que me alegraste el día.

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  3. ¡¡hola Gladys!!
    ¡cuánto sin "verte", guapa!
    gracias por tus palabras, a veces es bueno alegrarse una el día y reírse.¡me alegra a mí que eso haya pasado!

    Mabel, esta vez la mujer salió ganando, sí. Menos mal.

    besos a ambas :)

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