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Salud y fuerza
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jueves, 22 de diciembre de 2011
¡Felicidades amigos míos!
El saco mágico
Aquí vengo, compañeros,
con aguinaldos y ofrendas
para todos mis blogueros.
Traigo mi saca sin fendas,
y entera, sin agujeros,
para repartir mis prendas,
tantas como hay luceros.
Tengo collares con cuendas
hechas de trozos ligeros
pues son de brumas sin riendas
que vagaban por los cielos
y agua en una botella
que pertenece a los hielos
de glaciales de una estrella.
Traigo dulces caramelos,
de miel, anís y grosella
y pájaros de altos vuelos
que alcanzan la Luna bella
para aportar a los suelos
su anaranjada centella.
Reparto también albores
con rayos de sol naciente
tengo de varios colores
y ninguno equivalente.
Traigo alforjas con amores
de inclinación diferente,
los de madre, los mejores,
amor de amigo, excelente,
y ese amor de la pareja,
fogoso, mimoso o tierno.
Tengo también la madeja
con los hilos de lo eterno,
y un gran pino que se queja
cuando llega el crudo invierno.
Llevo una almohada vieja
rellena de suaves plumas,
plumajes de un querubín,
suavecitos como brumas,
y del mar de San Quintín
traigo sus blancas espumas
más brillantes que el satín.
Y aún poseo más cosas:
tengo las flechas de Eros,
rubíes de labios de diosas,
duendecillos altaneros,
rubor de hojas de rosas,
trovas de bardos iberos,
lágrimas de mozas fogosas,
talismanes verdaderos…
Escribidme en un papel
qué queréis de mi talego
y yo, cual Papá Noel,
con el corazón lo entrego.
¡Feliz Navidad!
viernes, 2 de diciembre de 2011
Albures de la mar océana
Ya me hallaba hechizado, a punto de tirarme al mar desde el alto pretil del barco, seducido por su canto, engatusado por aquella imagen; su busto erguido, su talle esbelto e inclusive su esplendente cola de pez.
Volví en mí cuando un tremendo torbellino se formó en las aguas surgiendo un individuo hercúleo de torso cetrino. Sus ojos glaucos centellearon y de ellos brotó una luminiscencia abrasadora: sentí perfectamente cómo quemaba mi rostro. Luego mostró su enorme cola plateada que zarandeó dando enormes coletazos que me salpicaron, agarró a la ninfa por la cintura sin perderme de vista y bramó con voz acuosa, como si hablara desde dentro del océano.
—Es mi sirena.
Entonces zambulló a su hembra, sin dejar de mirarme con aquellos ojos furiosos, y enseguida se sumergió en el mar.
Como si hubiera despertado de un sueño oí la voz del grumete.
— ¡Señor!, ¿qué hace subido a la barandilla? ¡Se va a caer! ¿Acaso lo ha visto?
— No… yo… —balbucí aturdido.
—Ya le decíamos todos que esta expedición sería un fracaso. Los pulpos gigantes sólo son invenciones de marineros, señor, como los barcos fantasmas o las sirenas —señaló alejándose entre risitas burlonas.
—Y los sirenos —susurré azorado.
viernes, 4 de noviembre de 2011
La isla de El Hierro sigue temblando
El Hierro está tiritando y en el mar de Las Calmas no cesan de salir piroplastos y burbujeos, hemos tenido seísmos hasta de 4.4 en esta segunda fase. Hoy ya ha habido como veinte sismos, uno de ellos de 3.8. Se cree que ya hay tres bocas de erupción.
Miren en este enlace que os dejo cómo está el mar. Los herreños están viviendo una temporada fatal, encima casi en la ruina porque no va turismo, los pescadores no pueden pescar, el mar se llena de peces muertos a cada momento, las casas tiemblan, en fin que los herreños están pasando malos momentos.
http://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.flickr.com%2Fphotos%2Fpresican%2Fsets%2F72157627925719829%2F&h=CAQHaRnLaAQH7chvnsnb1GRuvrpc3592Zop7XgoC70wvjiw
jueves, 6 de octubre de 2011
Quejas, sollozos y enojos
Había una vez una mujer que quería hablar, no es que le gustara mucho parlotear, no, pero en esta ocasión, acaso por precisamente no poder departir, pues ella quería hacerlo, quería charlar, decir, comunicar, exponer, apuntar… pero no podía. Y no era por haberse quedado afónica, en realidad ella quería platicar escribiendo, y quería hacerlo en un sitio donde sabía que sus amigos virtuales estaban. Pero era imposible, era algo irrealizable, y eso que lo intentó varias veces, pero nada.
Al final esta mujer se dijo, pues vale, ya no puedo “hablar” con mis amigos virtuales, no sé cómo voy a poder estar sin hacerlo, pero la vida es así de injusta y dura. Y apenada, optó por olvidarse de poner comentarios en ese lugar tan espacial para ella.
Hasta que…
Llegó Mabel y dijo: ¿Qué pasa que no puedo poner comentarios en Relatos del Andurrial? ¿Eh? Y dijo además: ¡Tampoco mis amigas pueden hacerlo! Enojada lo dijo, y con razón. Pero dio pie a la mujer de mi relato para sublevarse ante tanta injusticia y conformando unidad con Mabel y amigas gritó ¡Yo tampoco! Y juntas formaron equipo para exigir a la dirección que tomara medidas en el asunto ¡Urgentemente! O tendrán que atenerse a las consecuencias. ¿Qué consecuencias? Renunciar para siempre a leer las genialidades y chanzas de todas estas damas ingeniosas. Chínchense.
Además. No hay derecho a que una pague cada mes la cuota para comentar, charlotear y chismorrear en Relatos del Andurrial y pasen estas cosas.
¿HAY alguien AHÍ? ¡AY, AY, AYYYYYYY!
Al final esta mujer se dijo, pues vale, ya no puedo “hablar” con mis amigos virtuales, no sé cómo voy a poder estar sin hacerlo, pero la vida es así de injusta y dura. Y apenada, optó por olvidarse de poner comentarios en ese lugar tan espacial para ella.
Hasta que…
Llegó Mabel y dijo: ¿Qué pasa que no puedo poner comentarios en Relatos del Andurrial? ¿Eh? Y dijo además: ¡Tampoco mis amigas pueden hacerlo! Enojada lo dijo, y con razón. Pero dio pie a la mujer de mi relato para sublevarse ante tanta injusticia y conformando unidad con Mabel y amigas gritó ¡Yo tampoco! Y juntas formaron equipo para exigir a la dirección que tomara medidas en el asunto ¡Urgentemente! O tendrán que atenerse a las consecuencias. ¿Qué consecuencias? Renunciar para siempre a leer las genialidades y chanzas de todas estas damas ingeniosas. Chínchense.
Además. No hay derecho a que una pague cada mes la cuota para comentar, charlotear y chismorrear en Relatos del Andurrial y pasen estas cosas.
¿HAY alguien AHÍ? ¡AY, AY, AYYYYYYY!
miércoles, 21 de septiembre de 2011
El Hierro vibra
Nuestra isla de El Hierro está temblando, tiembla débil, lánguidamente, pero eso sí, tirita mucho, llevamos más de 7.000 seísmos de pequeña intensidad desde julio hasta ahora. Unos dicen que quizá haya la posibilidad de la erupción de un volcán, otros dicen que no, que estos temblores son lógicos en islas volcánicas como son Las Canarias. El caso es que estalle o no un volcán, este enjambre sísmico no es normal, aunque tampoco alarmante, según los vulcanólogos.
El Hierro es una isla pequeña y preciosa, para ir a ella sólo a descansar y soñar, para respirar sin agobios y pescar o bucear en sus mares pródigos y limpios. Yo he estado en ella varias veces y me encantó. Tiene un pueblo marinero con restaurantes de pescado, encantadores, en ellos se hace la sopa de lapas sabrosísima. Tiene esta isla unos miradores contemplativos, es decir, que en ellos la paz es inmensa, sólo se oyen los pájaros y los insectos, todo lo demás es calma, entonces desde el mirador, cualquiera de ellos, contemplas los paisajes que parecen irreales por lo hermosamente serenos. Pareciera que estás mirando un cuadro, es algo que me emocionó mucho cuando lo disfruté. En El Hierro hay un árbol que se llama Garoé, era el árbol sagrado de los bimbaches, que son los antiguos aborígenes de El Hierro. Es un árbol “mágico”, destila agua a raudales y debajo de él, los bimbaches hacían una especie de poza para luego recoger el líquido que volcaban sus hojas. Los vientos alisios traían la bruma que producía lloviznas o incluso sólo rocíos débiles, las hojas del Garoé almacenaban esta agua, tanta agua, y luego la derramaban dadivosos a los nativos. Todavía queda al menos un Garoé en El Hierro.
El Hierro es el paraíso de la paz, es la isla del sosiego y la armonía. Allí los turistas van a holgar, a meditar, a respirar.
Como anécdota personal decir que una vez que fui a esta isla de vacaciones y encontrándome cerca del mar, al lado de unas hélices de lava hermosísimas , un turista alemán se acercó a mí y me dijo con palabras mal traducidas al español y bastante alborotado: “Tú tener isla muy, muy bonita, tu isla me hechizó, tú ser orgullosa de tener tanta belleza, tú debes dar gracias por vivir aquí” Bueno, yo le agradecí estas emocionadas palabras, sin aclararle que yo también estaba allí de vacaciones, que no era mi isla oriunda aunque sí una de mis islas. Pero tenía razón el germánico, realmente me sentía orgullosa de ella.
Y ahora palpita, El Hierro palpita sin parar, su corazón no cesa de latir y su tierra vibra, acaso ansiosa por mostrar al mundo su ardor. Si llega a ser así, que sea un magnífico volcán para que el mundo lo contemple, sin perjuicios a la población. Ojalá.
El Hierro es una isla pequeña y preciosa, para ir a ella sólo a descansar y soñar, para respirar sin agobios y pescar o bucear en sus mares pródigos y limpios. Yo he estado en ella varias veces y me encantó. Tiene un pueblo marinero con restaurantes de pescado, encantadores, en ellos se hace la sopa de lapas sabrosísima. Tiene esta isla unos miradores contemplativos, es decir, que en ellos la paz es inmensa, sólo se oyen los pájaros y los insectos, todo lo demás es calma, entonces desde el mirador, cualquiera de ellos, contemplas los paisajes que parecen irreales por lo hermosamente serenos. Pareciera que estás mirando un cuadro, es algo que me emocionó mucho cuando lo disfruté. En El Hierro hay un árbol que se llama Garoé, era el árbol sagrado de los bimbaches, que son los antiguos aborígenes de El Hierro. Es un árbol “mágico”, destila agua a raudales y debajo de él, los bimbaches hacían una especie de poza para luego recoger el líquido que volcaban sus hojas. Los vientos alisios traían la bruma que producía lloviznas o incluso sólo rocíos débiles, las hojas del Garoé almacenaban esta agua, tanta agua, y luego la derramaban dadivosos a los nativos. Todavía queda al menos un Garoé en El Hierro.
El Hierro es el paraíso de la paz, es la isla del sosiego y la armonía. Allí los turistas van a holgar, a meditar, a respirar.
Como anécdota personal decir que una vez que fui a esta isla de vacaciones y encontrándome cerca del mar, al lado de unas hélices de lava hermosísimas , un turista alemán se acercó a mí y me dijo con palabras mal traducidas al español y bastante alborotado: “Tú tener isla muy, muy bonita, tu isla me hechizó, tú ser orgullosa de tener tanta belleza, tú debes dar gracias por vivir aquí” Bueno, yo le agradecí estas emocionadas palabras, sin aclararle que yo también estaba allí de vacaciones, que no era mi isla oriunda aunque sí una de mis islas. Pero tenía razón el germánico, realmente me sentía orgullosa de ella.
Y ahora palpita, El Hierro palpita sin parar, su corazón no cesa de latir y su tierra vibra, acaso ansiosa por mostrar al mundo su ardor. Si llega a ser así, que sea un magnífico volcán para que el mundo lo contemple, sin perjuicios a la población. Ojalá.
miércoles, 3 de agosto de 2011
¿Alguien sabe de un poema?
Necesito encontrar un poema
un poema que alivie las almas
de unas personas muy queridas
que sufren, que resisten, que luchan…
Un poema
que tenga los siguientes ingredientes:
ánimo para confortar sus corazones
fuerza para resistir ante la pena
afecto para que se sientan acompañados
fortaleza para soportar su sufrimiento
valor para aguantar tanta amargura
aliento para no decaer ante el tormento
coraje para seguir adelante
Y después, un poema que, cuando lo lean:
no les lastime aún más de lo que están
les llegue al alma como un bálsamo no como un peso
les trasmita la confianza, no el desaliento
aplaque, aunque sea sólo en los segundos que lo lean, el dolor de sus corazones.
Es difícil hallar este poema
No lo encuentro aunque lo busco
Quizá es que cada persona y cada caso necesitan su propio poema.
viernes, 1 de julio de 2011
Repasos y elucidaciones
Y regresó Jesús a la tierra, no para juzgar a los vivos y a los muertos, aún no, sino para aclarar muchos malentendidos, pues razonó que los hombres, algo tolondros, como casi siempre, no comprendieron sus parábolas.
Y sentándose en el suelo, dijo el Maestro.
—Cuando os expuse que era más fácil que un camello entrara por el ojo de la aguja que un rico en el Reino de los Cielos, me refería, por el ojo, a la pequeña puerta que está embutida en los portones de las murallas, esa portilla era llamada “ojo de aguja”, ¿no lo habéis estudiado en los libros antiguos? y, aunque arduo era introducir por ella a un camello, no irrealizable, como imposible sería tratar de meter a este animal por el orificio de una aguja. Los ricos, hijos míos, lo tienen peliagudo pero no tanto. Entenderéis que hay más acaudalados misericordiosos, que bien pueden entrar en el Paraíso, que camellos que sean capaces de penetrar por un orificio imperceptible, ¿o acaso no os ha dado Dios inteligencia suficiente para entender tan simple concepto?
Un murmullo de satisfacción y tranquilidad afloró de la multitud, poniéndose enseguida a departir unos con otros con gran regocijo.
Y Jesús, dando un suspiro de resignación, se levantó diciendo.
—Como estamos en el apartado de ojos, mañana aclararemos lo de la viga y la paja.
miércoles, 1 de junio de 2011
Deliciosa obligación
—Solazándose se hallaba con él, delante de mis propias narices— manifestó Serapio gimoteando mientras se restregaba la mocha testa y se sonaba con estruendo.
—Justificable era y lo sabías— le contestó su amigo Inocencio— dándole unas palmaditas de consuelo en la espalda.
— Pero había de solazarse con mortificación y no con regodeo, como es sensato— refutó el esposo gimiente.
Esa mañana cuando Elvira, joven y pícara esposa de Serapio, vio al ilustre doncel quedóse embobada: ojos tan verdes como el agua del lago y tan obscenos que aparentaban despojarla de su ropa en su contemplación; torso fornido y brazos recios como Hércules mismo; labios tan carnosos como las uvas y pelo rubio como el trigal.
—Vengo a reclamar la merced que me corresponde— dijo el efebo a Serapio.
—Señor conde; vuestra es mi virgen esposa, disponéis del derecho de desflorarla— contestó el marido haciéndole reverencia.
Y Elvira, disimulando su regocijo con apocamiento, gacha la cabeza, se remangó el vestido de novia y se dejó conducir por el noble.
Antes de marchar, echó una mirada a su flamante esposo, el cual tieso como una vara veía con su único ojo como entraban en su propia casa, mientras Inocencio le sujetaba para que su pierna renca no le contrariara, pues su cuerpo rechoncho no se afianzaba bien y menos a su avanzada edad.
Miró al frente; la calzada se le figuraba más empinada cada noche. Dispuesto a remontarla, aún a costa de tardar mucho tiempo, emprendió el ascenso. Tambaleándose, aferrándose a las rugosas paredes de las casas para no caer, iba recortando torpemente su camino a casa.
Paró un momento y observó el cielo, tratando de despertar en su mente las facciones de aquella que tanto amó. Fue imposible.
Años después de su marcha, sólo le quedaba un viso de su imagen, apenas un matiz desdibujado e impreciso.
Bebiendo se olvida todo— pensó al mismo tiempo que lanzaba una estentórea carcajada. Gruesas lágrimas bajaron por sus mejillas de inmediato
.
—Entonces, si la olvidé... ¿por qué lloro? —se preguntó desconsolado. Enseguida, relegando ese pensamiento, emprendió su camino mientras canturreaba aquella canción que tanto le conmovía el alma. De amor ya no se muere...
viernes, 8 de octubre de 2010
Ras ras
Pulgoso es el perro del Circo Tram. No sabe hacer malabarismos, ni acrobacias, tampoco sabe siquiera dar la patita o tumbarse cuando se lo ordenan. En realidad es un chucho ordinario, incluso feo y torpe, pero para el dueño del circo es un tesoro.
El infortunado Pulgoso tiene un trabajo tremendamente ingrato; es la mansión de las fantásticas y maravillosas Pulgas equilibristas, las reinas del Circo Tram.
Y es que sus majestades, las Pulgas funámbulas, sólo aceptan vivir en “Villa Pulgoso”
jueves, 15 de julio de 2010
El orgullo de un magnífico
— ¿Qué sabes hacer? –preguntó el dueño del circo al solicitante, ya agobiado de recibir gente y de haber desahuciado a una treintena de personas que pedían trabajo; ninguno digno de su gran espectáculo.
—Soy contorsionista –dijo Eliseo.
—Te pediría que me demostraras tus habilidades, pero ya tengo tres personas que hacen lo que tú, así que lo siento… ¡Siguiente!
Y Eliseo no despegó la boca, agachándose se retorció una pierna como si fuera de goma en un santiamén y la subió hasta su hombro, luego la otra. En el suelo, su cuerpo se enroscaba vertiginoso hasta hacer desparecer sus miembros y la cabeza. Convertido en una bola de tamaño poco más que un balón, el contorsionista salió rodando de la caseta del empresario circense y se fue calle abajo dando vueltas mientras éste lo llamaba a gritos. Pero Eliseo no le oía porque llevaba la cabeza encajada entre sus costillas, aunque sospechaba que lo estaría llamando. No le hizo caso, primero porque iba a una velocidad endiablada y segundo porque nunca aceptaba un trabajo del que ya había sido expulsado. Su dignidad no se lo permitía.
Historia de un circo mágicamente pobre
El circo ambulante al aire libre, Paff, era muy pobre, tan mísero era que sólo tenía tres artistas. Rufo, el payaso, tan humilde que no tenía nariz de goma sino la suya pintada de rojo con dos algodones en los agujeros nasales. El malabarista, Bolo, que usaba cocos vacíos en vez de pelotas para hacer sus volteos y por último, Odón, el domador, que llevaba un oso rojizo muy grande y desgreñado.
Pero el circo Paff era muy famoso, tan célebre era que toda la comarca lo conocía y lo admiraba.
Rufo, dicen, tenía el don de hacer carcajear mucho a la gente, y tanto la hacia reír que pasaban meses con una expresión de júbilo dibujada en el rostro. Como si el payaso pusiera en los corazones del público la llama de la felicidad.
Bolo, comentan, tiraba los cocos muy arriba, tan alto los lanzaba que la gente los veía perderse en el infinito para bajar al cabo de diez minutos, obedientes, a las manos de su amo.
Odón, explican, podía hacer que su oso volara como un pájaro. Un testigo me juró que era verdad e incluso me mostró una mancha en su chaqueta, que aún no había podido borrar ni con siete lavados. Era de excremento del oso volador, que siempre defecaba sobre algún asistente. Era éste el número estrella, el que más alborozaba, por eso se llamaba “Circo Paff”.
lunes, 5 de julio de 2010
Espejos: Embrujo lunar
viernes, 11 de junio de 2010
Juan Cuco: el caso del repaso
Juan Cuco, el detective más farruco de Valleoveja, supo enseguida del caso de la vieja.
—El mayordomo –dijo–fijo.
— ¿Cómo?–preguntó atónito el hijo– pero si mi madre no tenía sirviente.
— No digo su asistente –señaló Juan mientras roía un trozo de pan.
—No entiendo –dijo el otro, inocente.
—Perdone usted si le ofendo –dijo el investigador– pero me refiero a su lacayo, al de usted, que fue su ayo. Tengo sed, ¿tendría una cerveza?
— ¿Mi ayo Pío?, no tiene pies ni cabeza, señor mío ¿Qué tiene que ver con mamá? ¡Qué va!
— Camelos, dinero, por los pelos… Hay que ir poco a poco.
— ¿Pelos? Usted está loco –dijo el heredero con enojo.
—Es usted pelirrojo… –señaló el agente.
—Sí. Lo es mucha gente –contestó de reojo.
—Y bisojo –siguió el detective– ¿su padre vive?
El otro, de bochorno rojo, dijo.
—No lo conocí.
—Sí, sí, sí… su papaíto, es su tutor y servidor. Taheño, bizco y arruga el ceño, como vos. ¿Qué le pasa? ¿Tiene tos? –continuó Cuco.
— ¡Por Dios! ¿Es un truco para sonsacarme? ¿Va a acusarme? ¿Cree que Pío mató a mi madre? Qué bicho
—Nada de eso he dicho; ella murió de una apoplejía, pero ¿a qué soy buen indagador? ¡Averigüé quién es su progenitor! Por sí no lo sabía… todavía.
Juan Cuco avante, con su ayudante
Juan Cuco, el detective más farruco de Valleoveja, lanzó una queja.
— ¿Quién limpió esto?—gritó molesto.
—Yo he sido, es que soy muy pulido, señor. Y daba mal olor.
— ¡¿Es qué no vio que era el arma del asesinato, Honorato?!
— ¿Ese gato?
— Sí, este minino… ¿de quién es este animal?
—De Pascual, el mayordomo… Mire, tiene erizado el lomo ¿Es ese felino el asesino?
—No, es el arma ¿Tendrán alarma? —preguntó Juan mirando en rededor.
—Está averiada, señor.
—¡¡Marramiaúo!! —chilló el gato con fiereza, y saltó con ligereza al suelo.
— ¡Mire qué tieso el pelo! —gritó Honorato, turulato, mientras el bicho corría encrespado y arañaba, por capricho, todo el entarimado.
—Honorato, mi olfato dice que tenemos al asesino. Opino, muy cabal, que es Pascual.
— ¿Cómo? ¿El mayordomo? Improbable.
— ¡Oooh!, hable, desembuche. Pero primero escuche: dice usted con persuasión que en la mansión sólo estaba el criado. Tenemos un difunto; un ladrón al que ha pillado, barrunto. El gato, Honorato, que causó esos zarpazos, en la cara, en los brazos…y le sacó los ojos, con arrojos, es del tal Pascual. Él le lanzó el felino al manilargo y, después, al ver su desatino, se dijo, – me largo.
—Bueno señor, no es mala componenda la suya pero, comprenda que arguya que eso es incoherente.
— ¡Qué inteligente! Y dígame Honorato, ¿cuál es su dato? ¿Qué fue idea del gato?, elucídeme este entuerto, este laberinto.
—Señor, Pascual es el muerto, el extinto.
martes, 23 de febrero de 2010
Compras
He comprado unas zapatillas, que, con sólo ponértelas, aprendes a bailar el tango; un manto que refrigera el cuerpo cuando hace calor; una botella sin fondo, en la que nunca falta agua; unas gafas para mirar los ojos de los demás y saber si mienten; un sofá para adelgazar mientras se duerme y un gabán en el que te introduces si necesitas ocultarte, por ejemplo, de tus acreedores.
Mi última compra ha sido un fiasco; el agujero tragón, que tras comerse mis zapatillas, expulsó sólo los tacones seguido de un enorme eructo y nada más, de todas mis otras cosas nada sé porque el agujero aparece y desaparece como por arte de ensalmo; sospecho que el gabán encubridor tiene algo que ver en ello.
Mi última compra ha sido un fiasco; el agujero tragón, que tras comerse mis zapatillas, expulsó sólo los tacones seguido de un enorme eructo y nada más, de todas mis otras cosas nada sé porque el agujero aparece y desaparece como por arte de ensalmo; sospecho que el gabán encubridor tiene algo que ver en ello.
viernes, 15 de enero de 2010
Miserias de la fortuna
El sicario se dispuso a dormir durante el largo viaje hasta su país. Una sonrisa se le dibujo en la cara al pensar en el caudal que doña Benigna, la viuda, ingresaría en su cuenta. Antes de caer dormido no olvidó rezar el Ave María de todas las noches.
Doña Benigna, sonrió; pronto la fortuna de su egoísta esposo sería suya; el matón había hecho un trabajo impecable, sin huellas que la implicaran, por ello le pagaría el doble de lo pactado. Ahora iba a dormir un poco, otros familiares velaban al muerto.
Al dueño de la funeraria le brillaban los ojos de pura avaricia; hacia mucho tiempo que no tenía un entierro tan lujoso. Se frotó las manos, luego, con semblante abatido, fue hasta una mujer que lloraba desconsolada para darle el pésame; la hermana del difunto.
Gloria hipaba inconsolable y no hizo mucho caso del hombre enlutado que le susurró algo; ya tenía bastante congoja rumiando si su hermano, aquel insensible que dormía el sueño eterno, se habría acordado de ella en su testamento.
Justo en ese momento, sor Aurelia lidiaba con el tic nervioso de su ojo, al enterarse por teléfono de que sus benditos ardides habían hecho efecto en el excéntrico millonario que acababa de morir; su última voluntad fue legar al convento toda su fortuna.
Doña Benigna, sonrió; pronto la fortuna de su egoísta esposo sería suya; el matón había hecho un trabajo impecable, sin huellas que la implicaran, por ello le pagaría el doble de lo pactado. Ahora iba a dormir un poco, otros familiares velaban al muerto.
Al dueño de la funeraria le brillaban los ojos de pura avaricia; hacia mucho tiempo que no tenía un entierro tan lujoso. Se frotó las manos, luego, con semblante abatido, fue hasta una mujer que lloraba desconsolada para darle el pésame; la hermana del difunto.
Gloria hipaba inconsolable y no hizo mucho caso del hombre enlutado que le susurró algo; ya tenía bastante congoja rumiando si su hermano, aquel insensible que dormía el sueño eterno, se habría acordado de ella en su testamento.
Justo en ese momento, sor Aurelia lidiaba con el tic nervioso de su ojo, al enterarse por teléfono de que sus benditos ardides habían hecho efecto en el excéntrico millonario que acababa de morir; su última voluntad fue legar al convento toda su fortuna.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Belen de arena
Apreciados todos.
Os deseo mucha salud y felicidad.
Vamos a pedir a la Navidad que nuestros corazones se abran, que recibamos todo lo mejor de la vida y que nos llenemos de amor y paz. Todos necesitamos algo, - quisiera que se cumpliera en cada uno de nosotros.
Ojalá todo aquello que deséis se haga realidad.
Pasadlo bien.
Os estimo mucho.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
La gran zafra
El trigo infecundo, el maíz estéril, el centeno perdido. Braulio, hastiado, oyó a alguien decir— El que siembra vientos recoge tempestades —y sin dudarlo subió a las montañas, dispuesto a recolectar torbellinos y ráfagas.
No fue fácil; el viento ululaba retozón, arrancándole los costales de las manos. Tuvo que esforzarse para envasarlo, pero al final logró su propósito: el revoltoso fue metido en los sacos que se sacudían sin parar. Bajar de las montañas, tampoco fue simple pero más trabajoso resultó sembrarlo. En cada agujero, con muchas penurias, vaciaba un talego mientras el ventarrón pretendía escapar. Pero el labrador, habilidoso, echaba tierra encima hasta hacer un montículo.
Concluida la faena, jadeante, se sentó debajo del almendro mientras oía el clamor soterrado.
A los pocos días el estrépito cesó y después de dos meses, súbitamente, los mogotes reventaron para permitir que varias tolvaneras remontaran hasta el cielo. Se formó entonces un enorme nubarrón negro que muy pronto fue tormenta. Braulio cómodamente al abrigo de su chimenea, con satisfacción, veía caer el agua e imaginaba su fructífera cosecha.
jueves, 10 de septiembre de 2009
Rima triangular: el miembro familiar
Siempre había tenido esa fantasía; hacerlo con María y con su gemela, Adela.
Puso una vela a san Cracopio, santo del erotismo y del opio, del cual era devoto. Además tenía una foto de las mellizas, lozanas ellas y rollizas, de orondo busto; justo su gusto.
Un día ocurrió el portento; María arribó a su apartamento y de estela, la otra gemela, que se quedó agazapada cerca de la entrada.
— Luís, ¿hacemos un tris a tris?, —dijo la picaruela— ya sabes; tú, yo y Adela.
— ¡Milagro de san Cracopio!—caviló él, haciendo acopio de compostura pero recreándose en la aventura.
Propuso a María un antojo que tenía; se lo expuso, rojo el semblante, hablándole de un cuarto amante, arengándole con persuasión que él lo estimaba un montón y, si le daba esta satisfacción, explicó a María, eternamente lo agradecería, y acabó de repente, porque ella ya decía.
—Se lo digo a Adela a ver si cuela; mas tu propuesta es deshonesta y estrambótica.
—Pero es muy erótica, ¿qué te cuesta?—dijo él con voz de miel.
María se acercó a su gemela, que nada oía ni oyó, inocentuela. Entraron a la par en el salón, se miraron, y sin mirar al varón, se ocultaron.
Se cerró la puerta. Alerta: dentro se oyó un parlamento, primero cordial, después violento: ¿Y qué tal? ¿Habrá algún modo? —era la voz de María— ¡Ni aunque fuera un gentil godo, hermana mía! —siguió Adela cerril y huraña como una araña.
Y al punto salen a dúo, los ojos igual que un búho, dando un portazo; dentro Luís, cejunto y gris, ¡qué fracaso!
Enfurruñado fue al altar del santo y encaróse descarado, sin vacilar, mojado en llanto.
— ¡Teníamos tanta fe, yo y mi antecesor! —le gritó al pie— ¡traidor!
Entretanto, las damas en concilio llenas de espanto en su domicilio.
— ¡Está demente! —dijo la una— ¿Y cómo va a estar ardiente un pene tan vetusto?
— ¡Vaya susto! —expuso la otra—, no es sólo añejo sino inmundo, aunque parejo, pero redundo, pene muy viejo, ¡y sin hombre! ¿No hay quién se asombre? ¿Será cierto que eso muerto y disecado es de su antepasado, Don Cleto?
—E íbamos a ser cuarteto, era su antojo; por estima a su pariente, que era cojo, pero potente.
Puso una vela a san Cracopio, santo del erotismo y del opio, del cual era devoto. Además tenía una foto de las mellizas, lozanas ellas y rollizas, de orondo busto; justo su gusto.
Un día ocurrió el portento; María arribó a su apartamento y de estela, la otra gemela, que se quedó agazapada cerca de la entrada.
— Luís, ¿hacemos un tris a tris?, —dijo la picaruela— ya sabes; tú, yo y Adela.
— ¡Milagro de san Cracopio!—caviló él, haciendo acopio de compostura pero recreándose en la aventura.
Propuso a María un antojo que tenía; se lo expuso, rojo el semblante, hablándole de un cuarto amante, arengándole con persuasión que él lo estimaba un montón y, si le daba esta satisfacción, explicó a María, eternamente lo agradecería, y acabó de repente, porque ella ya decía.
—Se lo digo a Adela a ver si cuela; mas tu propuesta es deshonesta y estrambótica.
—Pero es muy erótica, ¿qué te cuesta?—dijo él con voz de miel.
María se acercó a su gemela, que nada oía ni oyó, inocentuela. Entraron a la par en el salón, se miraron, y sin mirar al varón, se ocultaron.
Se cerró la puerta. Alerta: dentro se oyó un parlamento, primero cordial, después violento: ¿Y qué tal? ¿Habrá algún modo? —era la voz de María— ¡Ni aunque fuera un gentil godo, hermana mía! —siguió Adela cerril y huraña como una araña.
Y al punto salen a dúo, los ojos igual que un búho, dando un portazo; dentro Luís, cejunto y gris, ¡qué fracaso!
Enfurruñado fue al altar del santo y encaróse descarado, sin vacilar, mojado en llanto.
— ¡Teníamos tanta fe, yo y mi antecesor! —le gritó al pie— ¡traidor!
Entretanto, las damas en concilio llenas de espanto en su domicilio.
— ¡Está demente! —dijo la una— ¿Y cómo va a estar ardiente un pene tan vetusto?
— ¡Vaya susto! —expuso la otra—, no es sólo añejo sino inmundo, aunque parejo, pero redundo, pene muy viejo, ¡y sin hombre! ¿No hay quién se asombre? ¿Será cierto que eso muerto y disecado es de su antepasado, Don Cleto?
—E íbamos a ser cuarteto, era su antojo; por estima a su pariente, que era cojo, pero potente.
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