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Salud y fuerza

miércoles, 30 de junio de 2010

Centímetro




Todos comenzaban a ser conscientes del engaño. Trataron desesperadamente de ponerle solución. Era demasiado tarde. Centímetro a centímetro el Sistema comenzaba a imponer a sus nuevas condiciones. Un naciente imperio con hambre de poder esperaba su entrada triunfal, retirando los despojos de una cultura extinguida y obsoleta.
El futuro ya era presente...

martes, 29 de junio de 2010

Conjuro




Su aspecto peculiar le hacía más atrayente al gran público. Fue en aquella inmensa plaza y ante aquel gentío espectante que su figura largirucha y espectral invocó la palabra secreta, difícil de recordar e imposible de pronunciar.

Inmediatamente una sensación confortable y pacífica se extendió por todos y cada uno de aquellos rincones de esa inmensa plaza. Por un instante la humanidad fue feliz.

lunes, 28 de junio de 2010

Imperdonable despiste

Desde que tengo memoria, me confieso un contumaz despistado. Mis despistes (muchos de ellos guardados celosamente) se podrían clasificar en tantos apartados como situaciones se nos presentan cada día. No obstante, como para muestra sólo basta un botón, os voy a confesar lo que me aconteció en mi viaje de luna de miel, lógicamente, en compañía de mi flamante esposa.
Así pues, pasada la boda y toda la parafernalia, después de retozar unos días, propuse a mi mujer tomar la carretera cabalgando sobre “una moto”, que fue durante mucho tiempo mi inseparable compañera. Y dejándonos llevar por el deseo, nuestro propósito no era otro que peregrinar gozosamente por la geografía española hasta que nuestras fuerzas lo permitieran.
Es obligado decir que a mis treinta y dos años, y con veinte años mi rutilante esposa, en mi cerebro no había espacio para albergar otro pensamiento que no fuera el sexo, lo que vino a acentuar aún más mi despiste.
Aunque estábamos en pleno verano, unos densos nubarrones anunciaban aquella mañana la posibilidad de tormenta. No por eso pusimos el menor reparo en llevar a cabo nuestro proyecto. Pero cuando apenas había transcurrido una hora de viaje, empezaron a caer las primeras gotas de agua. Me aparté al arcén de la carretera, y sin parar el motor, ambos bajamos y nos vestimos los impermeables para continuar el viaje. Acto seguido, subí nuevamente a “la moto” y me alejé con la velocidad del furtivo.
Pasados unos minutos, al observar que la calidez de sus brazos no envolvía mi cintura, hurgué en mi espalda y comprobé que mi mujer no viajaba conmigo. Un trallazo en el corazón me hizo palidecer de miedo, pensando por un momento que la había perdido para siempre. Sin más preámbulos o medidas de seguridad, crucé la carretera y la enfilé en dirección contraria. Mis ojos no alcanzaban a ver su figura en lontananza, hasta que al fin observé, donde se reducía la carretera a una línea, un oscuro bulto que en nada se parecía a una persona. Cuando llegué a ella, apretados en un abrazo, nuestros ojos se nublaron de emoción. Eso sí, en su mirada pude ver que, en mi corta vida de casado, muy bien podría suceder que la próxima noche durmiera en la butaca.

sábado, 26 de junio de 2010

Espanto

-¿¡Qué haces aquí, abuela, si has muerto hace cinco años!?
-¿¡Qué haces tú aquí, niña, si sólo tienes quince años!?

viernes, 25 de junio de 2010

Del románico al renacimiento




Del románico al renacimiento, de ser devorada por do más pecado había, a cantar la eterna belleza femenina.
Cuatro siglos en recorrer despacio el camino, del XII al XVI en el mismo páramo castellano, de Frómista a Zorita, en la misma provincia de Palencia.
Qué difícil se hace el alabar la belleza de la vida y cuantos pasos atrás en la historia del hombre.
Qué suerte haber superado los años negros de la juventud y adolescencia, cuando a la represión franquista, se unían aquellos misioneros que recorrían los pueblos asustando con la llegada del fin del mundo y la pena de fuego eterno para los pecadores inconfesos.
Qué dicha vivir el presente, sin temor al futuro, ni al más allá. Vivir en paz con la conciencia y disfrutar de la belleza, sea en una flor, en un atardecer, en el vuelo del cernícalo o en la calma del pacer de las ovejas.

Mi vida con César

César y yo vivimos juntos durante más de diez años. No me imagino la vida sin él, siento que ha estado a mi lado desde siempre.
Al principio era muy dulce y siempre me hacía reír. Hasta que un día, a menos de un año de convivencia, sucedió la primera agresión; no fue muy fuerte, pero me dolió y, casi sin pensarlo, le devolví el golpe. Él se quedó mirándome descolocado, evidentemente no se imaginaba que era capaz de defenderme. Las agresiones se sucedieron, y se hicieron cada vez más frecuentes. Pero, ante mis respuestas, se encolerizaba más y todo se salía de control. Así que no le di demasiada importancia al asunto y opté por ignorar sus ataques de violencia, porque eran parte de él, de su masculinidad, y yo sabía que nunca sería capaz de hacerme daño realmente.
Todos quienes lo conocían lo encontraban encantador, pero Inés, mi única amiga, sabía de su temperamento y alguna vez se sinceró: "Vos y tu César... no sé cómo lo aguantás" Es que nunca lo pudo entender, sé que siempre me consideró una estúpida por quererlo así. Nunca comprendió cuánto necesitaba su compañía; y es que, cuando no estaba enojado, podía ser tan dulce como en los primeros tiempos, despertarme a la mañana con una canción, hacerme reír... y yo estaba tan sola...
Lo aceptaba como era. Y tal vez fue por eso que siempre le perdoné todo: porque era el único que me aceptaba tal cual soy ¿Por qué la violencia? Nunca lo entendí, se me hacía imposible entrar en su mente y leer sus pensamientos. Cómo me hubiera gustado poder hacerlo, especialmente cuando, por cualquier pequeñez, montaba en cólera y comenzaba a atacarme. Pero los momentos de afecto y alegría me hacían olvidar sus tontas agresiones.
Cuando enfermó sentí que mi corazón se estrujaba. Lentamente, había ido perdiendo su carácter, y siempre estaba cansado y sin apetito. Pasó poco tiempo antes de que supiera de su enfermedad. Él nunca supo lo grave que era, pero el doctor Valman me había dicho la verdad, aún recuerdo sus palabras “No hay forma de saber si el tratamiento va a funcionar, hay que esperar”; le hablé de internarlo, pero me respondió que no haría diferencia.
Una noche, César se veía especialmente mal. Temerosa, llamé a Valman: “Si mañana sigue igual, lo llevamos a la clínica” me respondió. Pero el tono de su voz no hizo sino intranquilizarme aún más.
Entré al cuarto de César y lo hallé profundamente dormido. Me descubrí llorando: "César, no me hagas ésto, te necesito" murmuraba para mis adentros "Te quiero, César" y las lágrimas corrían por mi rostro.
Siempre supe que, posiblemente, la diferencia de edad lo haría partir antes que yo, pero aún no estaba lista, no resistía la idea de perderlo.
Llevé una reposera a su habitación, y me recosté sin hacer ruido.
Finalmente, el sueño me venció. Desperté tres o cuatro horas más tarde. El cuarto estaba en penumbras. Yo estaba de espaldas a él. Intenté darme vuelta: no me atrevía; tenía terror de ver sus brillantes ojos negros cerrados para siempre.
Me revolvía en la reposera, sin hallar el valor para mirarlo. Pero él vio mis movimientos, se dio cuenta de que estaba despierta... y me dedicó su canción, la misma que me había cantado por más de diez años. Me di vuelta en un segundo: "¿César...? ¡César! ¡Estás bien!" Fui hasta el comedor y llamé al doctor Valman para contarle: “Ah, entonces el tratamiento funcionó" me respondió "Si ya está mejor, no se preocupe, se va a recuperar del todo".
Mientras hablaba con Valman, César había entrado al comedor sin que yo lo notara. Primero me dio un pellizco en un pie para que le prestara atención. Luego, dejando caer las alas y con la cola desplegada en abanico, inició su gracioso bailecito con cantos y arrullos, intentando seducirme. Como siempre, me hizo reír “¿Lo oye, doctor? Es Ave César ¡Está cantando!” El veterinario también rió y nos despedimos. Pero antes de que pudiera evitarlo, Ave César voló a mi falda y se dispuso a seguir durmiendo "Ah, no señor, no se acomode que yo me voy a la cama"; pero, cuando intenté agarrarlo para llevarlo al lavadero (su cuarto privado) la emprendió a aletazo limpio, tratando de liberarse, de imponer sus orgullosos doscientos gramos a mis tolerantes cincuenta kilos. Desde que lo encontré, un pichoncito asustado caído de su nido, no pude dejar de consentirlo. Humillado entre mis manos, pataleaba impotente y me lanzaba pellizcones con su fino piquito de tórtolo silvestre. "¡Ay, César! ¡Me dolió! ¿Tenés que enloquecerte así? Te vas a lastimar... ¡Basta! A dormir"
Antes de soltarlo, le di un beso en su cabecita azul, y me alegré por contar con su afecto incondicional durante un tiempo más, porque me haga reír, porque me dedique su canción en las mañanas.

jueves, 24 de junio de 2010

Un nuevo ritual

Ipy ha sido siempre una mujer exitosa. Ya cumplió cuarenta años (un logro poco común) y trajo al mundo a catorce hijos. Su cuerpo es fornido, sus partos fueron fáciles. Aún tiene dos hijos con vida, un varón y una mujer, y numerosos nietos. Siempre supo proporcionarse buenos y abundantes alimentos. Nació para triunfar.
Pero, últimamente, sus huesos comenzaron a dolerle y ha perdido agilidad. Los pocos dientes que le quedan le hacen difícil masticar, y ya le da miedo morder algo duro, porque varias veces se le ha quedado un diente clavado en un trozo de carne.
Ipy se ha apegado especialmente a su última hija y disfruta de su compañía; comparten la comida, juntan frutas, cazan liebres, atrapan peces en el río. Nunca se han separado desde que la niña nació, y su vínculo se ha ido fortaleciendo con los años. Si bien otros niños se apartan de sus madres en cuanto pueden valerse por sí mismos, borrando a sus progenitoras de sus memorias, la hija de Ipy encontró en su madre a su mejor compañera.
Pero hoy la jovencita amaneció a los gritos; Ipy intenta levantarla del sitio en el que se halla tendida, pero la muchacha la rechaza y se convulsiona, retorciéndose. Su madre fija la vista en el vientre enorme de la niña de doce años, ve los espasmos, reconoce esos dolores; pero los gritos la ponen nerviosa y se aleja, buscando algo de calma. Se siente extraña. Toca su propio vientre, ya vacío desde hace algunos años, pero aún recuerda el dolor y lo que viene después.
Al final del día se acerca a su hija esperando encontrar un bebé, pero no hay nada, y la niña continúa a los alaridos; tampoco acepta la comida que su madre le ofrece.
Dos días han pasado y, cada vez, Ipy comprende menos por qué no aparece el niño.
Al amanecer del tercer día, halla a su hija adormecida; por suerte, ya casi no se queja, pero no hay ningún bebé ¿Dónde está? La madre se acerca a cada rato y, a medida que pasan las horas, su confusión aumenta, mientras la energía de su hija disminuye.
Finalmente, la halla profundamente dormida, con un niño entre sus piernas, aún atado a ella y rodeados por un charco de sangre. Ipy intenta cortar el cordón con los dientes, pero ya no tienen suficiente filo, así que usa una piedra cortante; luego coloca al bebé sobre el pecho de su hija, los arropa con el abrigo de piel de la niña y se va a dormir.
Al día siguiente, el llanto del recién nacido retumba estridente. Pero algo extraño le sucede a la muchacha. Su madre la toca: está rígida como un trozo de madera. Se sobresalta, se queda mirándola por largo rato; siente algo horrible, aunque no sabe qué es.
Ipy toma al niño entre sus brazos, como tantas veces ha hecho con sus hijos, y lo acerca a su cuerpo, pero sus pechos ya estériles no pueden alimentarlo. Igualmente, continúa ofreciéndole su seno. El pequeño succiona con fruición hasta que, en vez de leche, brota sangre. El dolor la hace apartar a su nieto, pero continúa cargándolo sin saber qué hacer, mientras los llantos se hacen cada vez más fuertes.
Los restos de su hija han comenzado a oler. Tres hombres, el hijo de Ipy entre ellos, arrastran el cuerpo lejos del lugar. Ipy los sigue, llevando a su nieto entre sus brazos. Cavan un foso poco profundo y colocan en él el cuerpo hinchado pero, antes de que alcancen a cubrirlo, Ipy saca una fruta de su bolsa de cuero y la deposita junto al cadáver, cerca de la boca. Los hombres la miran sin comprender, y terminan su trabajo.
El llanto del niño ha comenzado a debilitarse, y su abuela se duerme junto a él. Al despertar, la criatura ya no llora. Tampoco respira. Ipy lo carga y se adentra en el bosque, donde cava un pequeño foso y lo entierra, envuelto en el abrigo de su hija. Su hijo, curioso, la ha seguido y observa extrañado esta costumbre de su madre de dejar cosas útiles en los fosos de los muertos.
Ipy se siente enferma, aunque no le duele nada. Ya se ha sentido así antes, pero esta vez es peor. No sabe qué hacer consigo misma; va a buscar frutas, como solía hacer con su hija, pero el malestar aumenta. No se come el único fruto que encuentra, no tiene hambre. Se sienta en una piedra y se queda inmóvil, mirando al vacío.
Su hijo se sienta junto a ella con un trozo de carne en la mano; se lo muestra y la toma por la cadera, colocándose detrás de ella, como siempre lo ha hecho desde la pubertad. Ipy se aleja. Su hijo insiste. Furiosa, lo rechaza con una contundente patada, no quiere aparearse ahora, no quiere nada. Su hijo le devuelve el golpe y se aleja a los gritos, llevándose la carne.
La temporada de frutas acaba de terminar, las liebres y los peces ya son demasiado rápidos para ella y su hijo no ha vuelto a acercársele para ofrecerle carne. La falta de alimento ha comenzado a consumirla, y la pérdida de fuerzas le hace cada vez más difícil conseguir sustento, sumiéndola en un círculo vicioso que, lentamente, va apagando su vida.
Desesperada por el hambre, un día quiere tomar un trozo de un animal que ha cazado un joven. La presa es grande y hay de sobra para él, su mujer de turno y ella. Ipy se acerca sigilosa a la pareja, tratando de pasar desapercibida. Arranca un trozo de carne e intenta correr, pero sus piernas ya no son lo bastante veloces y, antes de que logre alejarse, el muchacho la atrapa por un brazo, le propina un fuerte golpe de puño en la cara y le quita el bocado. Él no lo sabe, pero ha golpeado a su abuela. Dolorida y exhausta, Ipy se aleja de su nieto mayor, a quien ella tampoco reconoce, y se acurruca en un rincón apartada de los demás.
Allí pasa varios días dormitando, mientras su larga y productiva existencia va llegando a su fin. Una mañana, el olor de su cuerpo alerta al grupo. Su hijo y otros dos hombres arrastran el cadáver al bosque, hacen un pozo y lo colocan dentro. El hijo, en un impulso que no acaba de comprender, pone un hueso con carne junto a los restos de su madre. Los otros lo observan intrigados, y graban en sus memorias el nuevo ritual.
Terminado el entierro, los hombres comparten el producto de la caza del día anterior: una suculenta pierna de mamut.

miércoles, 23 de junio de 2010

LA DECIMOTERCERA PIEDRA




Esta es una historia muy antigua de una gran amiga nuestra "Vedia", cuyo nombre real, como todos sabéis o recordáis es Merche. Ahí va entonces:

“Trece Son las piedras que han de completar el círculo…”


Era la criatura más hermosa que había visto jamás...
La observaba embelesado escondido tras el escaso ramaje, a la orilla del río, donde ella danzaba al ritmo de notas de extrañas canciones, sones que no contenían palabras. Extraños y bellos ecos surgían de aquella garganta divina o de aquel cuerpo omnipotente.
La luna llena reflejada en las calmas aguas, su estela plateada interrumpida por aquella figura ondulante.
La quietud de la noche, el sonido de su cuerpo adentrándose en el agua, de nuevo la danza y esa larga cabellera penetrando en el río mojándose de estrellas.
Ella miró hacia donde él se encontraba y sus ojos se cruzaron por un segundo. Salió del agua, lentamente. Su cuerpo desnudo avanzó hacia los arbustos, deslumbrante, sensual, eterno.
Se acercó. Sus ígneos ojos brillaban. La noche, el río, el fuego…Puso los dedos tibios en sus labios, mientras murmuraba en un lenguaje incomprensible bellas palabras de amor al alma.
Enlazados, cayeron al suelo rodando.
Las pieles se unieron en un poema, meticulosa estrofa de sueños.
Las bocas susurraron promesas eternas, las caricias marcaron la desnudez de sus cuerpos.
Él cayó rendido en el abismo de sus pechos.
Los sexos se saludaron con avidez dolorosa, mientras intentaba nuevamente mirarla a los ojos, sin éxito.

El agua, el río, la luna, su pelo…

Despertó en medio de un claro del bosque. No recordaba cómo había llegado hasta allí. A su lado, restos de un fuego extinguido y sus ropas desgarradas. Agotado, miró en derredor y se encontró en el centro de un círculo formado por doce piedras, perfectamente colocadas. Se miró el pecho y observó una marca roja parecido a un pétalo de rosa.
Sintió un escalofrío recorriéndole todo el cuerpo, de arriba abajo, de abajo arriba, de dentro a fuera, de fuera a dentro…y salió corriendo.




Todo estaba preparado.
La muchedumbre se agolpaba en la plaza de la aldea dispuesta a presenciar el espectáculo.

Lo que sería después la gran pira presidía el centro de la plaza. El jurado, a la derecha, en un improvisado palco, esperaba el gran momento.
La muchacha fue conducida hacia su hoguera mortal. Llevaba la cabeza tapada con una capucha negra. No se atrevieron a descubrirle el rostro desde su captura nocturna. Sabían que las brujas, a la luz del día, se convertían en una visión terrorífica imposible de olvidar para los ojos humanos. Annia apenas podía andar. Su cuerpo maltratado agotaba los últimos momentos de cordura en un paso lento, arrastrado, intentando mantener la cabeza encapuchada erguida, como si sus ojos adivinasen a través del oscuro paño las miradas que la seguían.
Su cabello rojizo y ondulado se dejaba caer sobre los pechos pequeños, desafiando ese sol magnífico de aquella primavera de 1394. Había llegado el momento: La bruja iba a ser quemada.
El juicio fue rápido. Demasiados testigos juraron ante Dios ofreciendo su testimonio.

Hubo quien la vio preparar sus ungüentos para volar, mezclando corteza con unto de caballo y culebra, para después impregnarse las corvas y las ingles al tiempo que decía las palabras prohibidas.

Otros tantos oyeron sus cánticos sin palabras, mientras ofrecía su cuerpo al diablo que, unas veces con apariencia humana y otras de macho cabrío, se acercaba al claro del bosque para deleitarse en su cuerpo, tras una serie de danzas más allá del Serc , hasta completar el círculo de trece. Juraron llegar a ver cómo las uñas de la muchacha se clavaban en la espalda de la bestia y afirmaban que aquellos gemidos les perseguían en sueños, terribles ensoñaciones que no cesaban desde entonces.
La vieron quitarse la piel y ponerla en remojo en una tinaja antes de subirse a la escoba, maldecir a Dios, beber la sangre de niños pequeños muertos en sus propias manos…
Aunque la prueba definitiva, la que tuvo más peso, fue la marca de Annia en su pecho: Una mancha rosada con forma de pétalo de rosa, insensible a los castigos, según sus torturadores. Sólo las brujas eran marcadas por el diablo, para ser reconocidas. Definitivamente era una de ellas. Y hoy se haría justicia.
Se hizo un silencio expectante en la plaza de la aldea cuando la muchacha fue maniatada en el centro junto a los matorrales que habrían de arder poco después.
Thomas se hizo un hueco entre la multitud, empujado por un sentimiento extraño que lo conducía hacia las proximidades de la mujer. Iba como hipnotizado, guiado a su destino con paso firme y con voz callada.
El silencio se prolongó durante unos minutos. No se oían las aves. No se oía el viento. Silencio infernal. O silencio divino.
Sólo la respiración profunda de la muchacha que hacía mecer sus rizos anaranjados en un suave compás. Sólo el sonido del miedo de la gente que purgaba sus culpas en la hoguera ajena.
El muchacho se adelantó y se dirigió a los miembros de los hombres sabios, aquellos que habían sentenciado a muerte a la muchacha y pidió ver el rostro de la condenada.

Continuó el silencio. La muchacha murmuró algo ininteligible y su verdugo le quitó la capucha dejando su semblante al descubierto. Dirigió sus ojos hacia Thomas y se quedaron en los de él. No tenía miedo. Antes de morir quemada, tenía que decirle algo…
Thomas sintió su mirada como una puñalada…Un vértigo que casi le hizo perder el equilibrio se apoderó de él. El tiempo pareció detenerse, sólo por un instante. Entonces, escuchó su voz…

Oyó la voz de su cuerpo en el río, noche tras noche, durante doce ciclos de luna. Sintió su calor, su olor y su pecho chocando con el suyo. Entendió en un segundo el por qué de su apatía, su sonambulismo y su sueño perenne: Era ella.
Nunca consiguió mirarla a los ojos…hasta ahora.
Aquellos ojos que invitaban al deseo, brillantes y eternos. Aquella mirada que tantas veces quiso encontrar, emborrachado de deseo. Ahora, frente a la hoguera supo el significado de todo lo vivido. Entendió por qué su cuerpo caminaba sin saberlo las noches de luna llena. Comprendió por qué amanecía desnudo en el claro del bosque, desmemoriado y cansado. Incluso pudo ver cómo cada ciclo lunar se añadía una piedra más al círculo…

Una brisa ligera le trajo el olor de la muchacha y lo aspiró. Dejó de mirarla a los ojos y descendió lentamente por su cuello, los prominentes pechos, la cintura, la delgadas piernas…y quiso morir de nuevo en ese cuerpo, como otras tantas veces.
Alguien prendió la hoguera, el tiempo se acababa. La muchacha, lejos de gritar ni se inmutó. Todo cuanto quería ver estaba frente a ella. Se llevó las manos blancas a la incipiente curva de su ombligo y sonrió. Allí estaba la decimotercera piedra, la que cerraba el círculo.
Nadie pudo evitar que el joven se precipitara en la hoguera.

Cuentan en la aldea que, más allá del Serc, cuando la noche es calma y las estrellas brillan reflejadas en el río, la bruja y el diablo siguen amándose con ese deseo brutal que sobrepasa los deseos humanos.

El agua, el río, la luna, su pelo, sus cuerpos entrelazados…por toda la eternidad

Vedia

Limpiar




A las 00:00 H. todos lanzaron a la hoguera el causante de su máximo dolor. En ese momento la hoguera creció súbitamente, acariciando el mar. Un par de figuras humanas emergieron del mar. Aquellas bellas siluetas femeninas comenzaron una sensual danza, en cada uno de sus movimientos emergían nuevas figuras de tamaño y aspecto diferente, formando un gran corro alrededor de estas dos figuras. Un sonido imposible de reproducir, inundó el lugar. En diferentes partes del mundo comenzaron a arder personas y objetos, sin saber ni cómo ni porqué.

Una nueva oportunidad se abría ante el mundo.

martes, 22 de junio de 2010

FIFA




Ejecutivos endiosados. Patadas exquisitas.
Balones esclavizados. Crisis ignorada.
Masa enfurecida. Colores salvapatrias.
Ningún problema. Dios Fifa, absuelve todos los pecados.

lunes, 21 de junio de 2010

El Uniforme




Hoy he leído una pequeña historia que me ha enviado la Momia, una de esas tantas historias que permanecen ocultas en algún cajón o en una carpeta virtual. No soy crítico, ni aspiro a serlo, pero sé cuando una historia llega. Ésta llega con una carga de profundidad, verdaderamente demoledora. Me gustaría que todos la pudiesen leer, merece la pena. Podría haberla firmado cualquier pluma mediática, y sin embargo la firma una Momia olvidada en su refugio milenario. Gracias, Mercedes, por haber escrito esta historia y enviármaela.

domingo, 20 de junio de 2010

Reñida Amistad

Siempre trato de amigar
la mente y el corazón,
y también la voluntad.
La mente, por lo que sabe,
el corazón, lo que intuye
y fuerza, por lo demás.
Pero en pos de esta conquista
la razón desaparece
y hasta la pierdo de vista.
Aunque sé que prevalece,
difícil empeño el mío,
si al buscarla se oscurece
y me siento en el vacío.
Es por eso que me quedo
sin voluntad para amar,
sin alma para sentir,
sin mente para pensar,
sin vida para vivir.

viernes, 18 de junio de 2010

Summit Meeting at Birdland

Seré una estatua de arena
con el desierto en el alma,
buscaré la diminuta quietud
de los granos sin agua,
besaré el cielo con la boca
de todos los horizontes,
y el silencio me acompañará
cuando se quiebre la voz,
y volverán a brotar estrellas
en los campos del firmamento.


Recogió los últimos papeles que había dejado sobre la mesa, cerró todos los cajones del viejo escritorio, un simple movimiento de llave bastó para clausurar la memoria de mucho tiempo. Cuando opinó que todo estaba como debía estar, y tras asegurarse de ello, echando un último vistazo al espacio que le rodeaba, se dirigió hacia el viejo tocadiscos. Con especial cuidado, abrió la tapa de plástico que cubría el plato, se giró, y sacó, con la misma atención con la que se coge a un bebé, un vinilo negro, circularmente bello, que colocó sobre la goma del giradiscos. Las notas del saxofón de Charlie Parker contaban el año 1951, aquel disco era el paraíso prometido para cualquier oído sin prejuicios, "Summit Meeting at Birland" empapaba el aire de la estancia, y él se dejaba mojar por aquella música, sentado en la silla del escritorio. Se levantó para prepararse un bourbon sin hielo, una pequeña cascada ámbar cayó dentro de un vaso ancho, y volvió con él a la silla que había abandonado hacía sólo un momento. Una vez sentado, y tras un gran sorbo del néctar de Kentucky, cerró los ojos, y dejó pasar el tiempo, como si el tiempo no pasase por aquel lugar. Parker seguía volando en el aire, y tras los cristales ajenos, la ciudad se reducía a las calles de siempre, desde las ventanas de siempre. Aquellas cuatro paredes eran el refugio perfecto, entre ellas habían nacido, y muerto, miles de historias, unas mejores que otras, es cierto, pero allí habían convivido el amor y el desamor, la alegría y la pena, el pobre y el rico, el cielo y la tierra, y todos habían brotado, y crecido, dentro de ese cubo habitable con vistas a la inmensidad.
Abrió los ojos cuando sonó la última nota de la última canción del disco, se levantó, y se dirigió hacia el tocadiscos, retiró la aguja de los surcos mudos del vinilo, y volvió a cubrir el giradiscos con cuidado. Se giró hacia el centro de la estancia, dio tres pasos para colocarse justamente ahí, en el centro, y de uno de los bolsillos del pantalón, sacó un puñado de aire, que dejó caer sobre sus pies. Cerró los ojos, y escuchó, notó el olor del Sáhara visitándole, y su silencio, sin miedo, acunando cualquier rastro del antiguo dolor.
El cuarto quedó vacío, los cajones cerrados, y unos granos de arena en el suelo, justamente en el centro de la habitación, recordaron, bailando al viento, la melodía de la última canción.

"Summit Meeting at Birdland"
© Pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo.


Charlie Parker & Miles Davis - Groovin High - Jazz

miércoles, 16 de junio de 2010

Las tres gracias

Con todo mi cariño para vosotros. La última imagen surgida del vapor
;-)

martes, 15 de junio de 2010

Lectora Milenaria






Mercedes Recalde vive al otro lado del Charco -o sea del Atlántico- concretamente en Argentina, en la ciudad de La Plata. Nació un nueve de Enero a las 21:10 de un año indefinido. Si alguien cree en el destino, ése mismo mes, con un año de diferencia, en ambos lados del Océano nacieron dos mujeres interesadas en la literatura. Una se dedicaría a escribir todos sus sentimientos. La otra a leerlos e imaginar un mundo más divertido que el real. Al cabo de un tiempo, ambas coincidieron por estas cosas de la tecnología. Una Mercedes se leyó en Merche. Merche se imaginó en Mercedes, una historia más bella. Un mundo mejor.

¿Hasta qué punto dirías que te gusta leer?

Mercedes
• No voy a mentir, no me considero una apasionada de la lectura, aunque lo fui alguna vez. Actualmente leo poco, pero cuando lo hago, lo disfruto a pleno, me sumerjo en la historia y me pierdo por completo, me olvido de todo, ése es el placer de la lectura para mí, desconectarme del mundo.


¿Se puede saber porqué dejaste de ser una apasionada de la lectura?

Mercedes
• Bueno, todo empezó con la universidad, no me quedaba tiempo para la literatura, cuando cerraba los textos de medicina ya no quería ver nada que se pareciera a un libro. Muchos nos volvimos ignorantes en la facultad, quedamos limitados durante años a la carrera que estudiábamos. Después fue cuestión de costumbre, perdí el hábito de leer.



Entonces podemos decir que tenemos una médica/doctora que es o ha sido una lectora empedernida. Y una enfermera que se dedica a escribir en sus ratos libres… ¿Qué tiene la rama sanitaria para la Literatura?

Mercedes
• No soy médica, no pude terminar la carrera, aunque pasé en ella muchos años. Pero en lo que a mí respecta, la facultad de medicina, como te comentaba, fue más bien un verdugo de mi pasión por leer. No sé si la rama sanitaria se toque especialmente con la literatura, no recuerdo que mis compañeros de facultad fueran especialmente lectores (más bien lo contrario) y menos aún que les diera por escribir. Lo veo también en mi clase de inglés, los estudiantes universitarios pocas veces cumplen con la lectura de historias cortas para la clase, así que imagínate si se van a poner a leer un libro. Pero no sé qué habrá pasado con mis compañeros una vez que se libraron de la carrera, tal vez sí se dieron a los libros. Sin embargo, a excepción de Merche, no conozco profesionales de la salud que escriban.


¿Qué tipo de Historias te gustan?

Mercedes
• Me gusta que sean reales, o realistas. Dentro de las reales disfruto mucho las biografías y las historias verídicas. Y dentro de las ficticias, es fundamental para mí que sean creíbles y que tengan que ver con el mundo cotidiano, con cosas que le podrían pasar a cualquiera. También me gustan las historias especialmente crudas, por eso disfruto mucho los cuentos campestres argentinos.


¿Probaste alguna vez a desarrollar alguna historia que se te hubiese ocurrido?

Mercedes
• Claro, aunque no en cantidad, no son más de diez o doce. Son las historias que todos conocen, las que subí a Atramentum y al blog A las seis y pico, que tanto me gustaba para compartir nuestros textos. Además de esos poquitos cuentos, tengo un relato largo que envío por mail a cualquiera que quiera leerlo, y también repartí algunas poquitas fotocopias por estos lados. Ese relato me habría gustado publicarlo.


Nos gustaría que lo publicases, en el Andurrial, si te parece bien.

Mercedes
• ¡Son treinta y cinco páginas! Pero si alguien gusta leerlo, no tiene más que avisarme y ese mismo día lo tiene por mail, me encanta que me lo pidan.


¿Te gusta más la forma de escribir que se hacía antes, o la forma de contar actual?

Mercedes
• No tengo idea. Tendría que haber leído varios libros viejos (cosa que hice en su momento) y también modernos (cosa que hice muy poco) así que no sabría responderte.



¿Qué tipo de personajes te atraen? ¿Cuál te gustaría ser?

Mercedes
• Me pasa como en las historias, me atraen los personajes realistas, creíbles. Es fundamental para que pueda disfrutar de una historia, que los personajes actúen de forma coherente. Y si es un personaje que, por requerimientos de la trama, debe ser absurdo, me gusta que así sea presentado. Y creo que, como a todos, me encanta cuando puedo identificarme con el personaje, aunque no es un requisito para que disfrute de la historia.


¿Cuál te gustaría ser?

Mercedes
• No sé, supongo que cualquiera que termine teniendo una vida feliz, aunque prefiero los finales tristes, cuanto más trágicos, mejor.



¿Qué debe tener para ti una historia?

Mercedes
• Tiene que estar, ante todo, bien contada. Tengo que poder seguirla con la imaginación sin tropiezos. Si un personaje está tomando un té en la cocina y de pronto aparece caminando en medio de la calle sin saber cómo llegó ahí, me arruina todo. Tiene que ser, como ya comenté, creíble, en los sucesos y en las actitudes de los personajes. Y también me gusta mucho que sea cotidiana, que tenga que ver con la vida real, con lo que podría pasarme a mí, o a mi vecina.



¿Has dejado de leer alguna vez algún libro por falta de interés?


Mercedes
• ¡Uf! Muchas veces, incluso he llegado a venderlos sin avanzar más allá de la página cinco o seis. Si veo que la historia está mal narrada o no es creíble, pierdo todo interés.







¿Piensas que hay diferencia en la forma de escribir entre hombres y mujeres?

Mercedes
• La verdad es que nunca lo había pensado, creo que esa diferencia puede haber sido muy marcada en el pasado, pero no sé si en nuestros tiempos se mantenga, me da la impresión de que tiende a desaparecer conforme hombres y mujeres nos parecemos más y más y llevamos vidas más similares.


¿Cómo definirías la Literatura?

Mercedes
• ¡Vaya pregunta difícil! Podría decir que es el arte de narrar e inventar historias, de poner emociones por escrito, de comunicar nuestros pensamientos a nuestro mundo y a la posteridad, aunque esto último es patrimonio de unos pocos afortunados.



¿Piensas que hay diferencias entre la Literatura Iberoamericana y la española?

Mercedes
• No sabría responderte, no he leído bastantes libros españoles ni iberoamericanos.


¿Qué piensas de las nuevas tecnologías a la hora de aplicarlas en la literatura, concretamente el e-book?

Mercedes
• No me gusta la tecnología, estoy al borde de la tecnofobia. Pero supongo que el avance de estos adelantos es inevitable y, hasta cierto punto, positivo, mal que nos pese a los que nos quedamos atascados en el precámbrico. Pero yo seguiré con mis libros de papel.



Hacia dónde piensas que se dirige el mundo de la Literatura

Mercedes
• Realmente no lo sé, pero temo que pueda dirigirse a la nada. No estoy muy segura de que la literatura, tal como la conocemos, pueda sobrevivir en este mundo lleno de atracciones que se multiplican a un ritmo vertiginoso. No sé qué tanto futuro tenga, pienso que es posible que quede limitada a una élite de lectores.


Si quieres o tienes algo más que añadir a esta charla que no hayas dicho o se te haya olvidado, éste es tu momento. También nos gustaría saber cuál es el último libro que ha caído en tus manos, y haznos una crítica sobre él.

Mercedes
Creo que ya hemos hablado de todo un poco, tienes pasta de periodista. El último libro que ha caído en mis manos lo estoy leyendo con gran placer, relamiéndolo como un bombón, concretamente, como el bombón de Remedios. Aún no lo termino, pero tiene todo para desconectarme y hacerme perder en sus letras. Le agradezco mucho a Merche habérmelo enviado, me hizo una gran ilusión cuando lo recibí.


Bueno, muchas gracias por haber atendido tan amablemente este asalto a tu intimidad, ya sabes que los del otro lado del Charco no nos andamos con chiquitas. Espero que no te hayas sentido muy incómoda. Nos vemos en éstos o en otros mundos de la fantasía/realidad.

Mercedes
Pues sí, ahora nos tomamos un cafecito y concluimos. Gracias a ti por entrevistarme, ¡ya casi me siento una celebridad!

Ya. Aires de sierra y mar



Hoy he recibido el ejemplar de muestra en papel de mi "Aires de sierra y mar". Para finales de mes llegará el resto.
Los amigos que deseen recibir un ejemplar pueden dejar su dirección en mi correo :
miguelbuenojimenez@gmail.com y se les pondrá en lista de espera.
Recordar que para verlo en PDF, podéis enlazar con el libro en mi blog.


"A veces sueño que estoy despierto y no se si vengo o vuelvo.
Qué más da, si la vida es un llegar al sitio de donde vengo; no tengo prisa, ya llegarán los tiempos del encuentro y volveremos a caminar sin rumbo, como hace ya tanto tiempo".
Piedra

Imágenes

lunes, 14 de junio de 2010

FANTASMAS EN CELO

Como réplica a los tabúes y prohibiciones impuestos por los regímenes totalitarios y puritanos de antaño, a la vez que corruptos, el deseo carnal no disminuyó por eso. La infidelidad conyugal y los encuentros clandestinos estaban a la orden del día, cuyos cónyuges implicados, en muchos casos, solían vender a la sociedad una imagen inmaculada y moralizante.
Para llevar a cabo la culminación del deseo carnal, especialmente en los pueblos, se recurría a los medios más extraños, y muchas veces arriesgados procedimientos, como era el caso del popular fantasma. Como es obvio, el objeto de aquellas apariciones nocturnas no tenía ninguna relación con el más allá, como algunos fariseos nos querían vender, sino que lo usaban con el fin de amedrentar a los fisgones y trotaconventos. Ésta es el táctica que empleaban los adúlteros, camuflados bajo un extraño artilugio en movimiento, formado por una canasto de caña y una sábana blanca sobre la cabeza. Y previa cita con la mujer convenida, empleaban todo tipo de argucias para entrar en su casa, donde daban rienda suelta a sus orgías. Así sucedía que, en las obscuras noches de invierno, sembraban el pánico en el pueblo y nadie se atrevía a asomar la gaita por la ventana. No obstante, siempre dejaban algún rastro que los delataba.
Al día siguiente, los comentarios crecían y crecían como una bola de nieve, como asimismo crecían los cuernos en altivas testas de mequetrefes enguantados y encopetadas señoras con rostros empolvados de talco o almidón. Desde luego que nadie se atrevía a poner nombre al fantasma de la noche anterior, pero, como en los pueblos se vive como en una gran familia, casi siempre se sabía.
Es cierto que nunca cogieron in fraganti a ningún fantasma en acto de servicio, asegurando más de un ignorante, o algún interesado en ello, que eran almas en pena que venían del purgatorio a redimir sus pecados.

Maleta Negra





Aquella maleta negra fue motivo de una severa alarma. En cinco minutos acordonaron la zona, la despejaron, y una patrulla de artificieros rodearon la zona, vigilando estrechamente aquella maleta negra. El artificiero jefe fue caminando con mucho cuidado. A medida que se iba acercando, observaba que por uno de sus bordes colgaba el cabo de un cable. Una vez comprobado que no había peligro alguno aparente, se propuso abrir la Maleta... Tan sólo estaba el cabo, que se perdía en la nada. Comenzó a tirar de él… Sólo salía cable… Más cable... 10 minutos de cable… Media hora de cable… 45 minutos… Sólo cable… 72 minutos… Cable…

Una voz gritó:
• ¡¡¡Mi maleta… Es mi maleta!!!

Entre sudores se despertó, sobresaltado… Encendió la luz… Allí estaba su maleta negra… El nuevo juego revolucionario que asombraría al mundo en menos de 24 horas.
Su ánimo se tranquilizó, miró a su lado derecho y allí estaba Ella, durmiendo plácidamente. La acarició… Besó suavemente su frente… La abrazó y volvió a dormirse. La Magia seguía con él.

(Dedicado a todos aquellos que guardan su ilusión celosamente)

sábado, 12 de junio de 2010

San Antonio 2010. Piedra. Llanes




En la tarde primera se planta “la joguera” bien recta y bien alta.
Y vosotras, ¿ por qué no ayudáis?
No, eso es cosa de hombres.

El gran falo, quedará inhiesto todo el año, soportando lluvias y vientos hasta la próxima festividad.

Al día siguiente se baila y canta al ramo. Las letras quieren hablar de San Antonio bendito, cuando en realidad es un canto alrededor de los panes, los dones que nos da la tierra una vez fecundada.
La fiesta termina con el reparto de las roscas entre toda la comunidad y la subasta del pan, ( la comunión fue antes del cristianismo ).

viernes, 11 de junio de 2010

Juan Cuco: el caso del repaso


Juan Cuco, el detective más farruco de Valleoveja, supo enseguida del caso de la vieja.
—El mayordomo –dijo–fijo.
— ¿Cómo?–preguntó atónito el hijo– pero si mi madre no tenía sirviente.
— No digo su asistente –señaló Juan mientras roía un trozo de pan.
—No entiendo –dijo el otro, inocente.
—Perdone usted si le ofendo –dijo el investigador– pero me refiero a su lacayo, al de usted, que fue su ayo. Tengo sed, ¿tendría una cerveza?
— ¿Mi ayo Pío?, no tiene pies ni cabeza, señor mío ¿Qué tiene que ver con mamá? ¡Qué va!
— Camelos, dinero, por los pelos… Hay que ir poco a poco.
— ¿Pelos? Usted está loco –dijo el heredero con enojo.
—Es usted pelirrojo… –señaló el agente.
—Sí. Lo es mucha gente –contestó de reojo.
—Y bisojo –siguió el detective– ¿su padre vive?
El otro, de bochorno rojo, dijo.
—No lo conocí.
—Sí, sí, sí… su papaíto, es su tutor y servidor. Taheño, bizco y arruga el ceño, como vos. ¿Qué le pasa? ¿Tiene tos? –continuó Cuco.
— ¡Por Dios! ¿Es un truco para sonsacarme? ¿Va a acusarme? ¿Cree que Pío mató a mi madre? Qué bicho
—Nada de eso he dicho; ella murió de una apoplejía, pero ¿a qué soy buen indagador? ¡Averigüé quién es su progenitor! Por sí no lo sabía… todavía.

Juan Cuco avante, con su ayudante


Juan Cuco, el detective más farruco de Valleoveja, lanzó una queja.
— ¿Quién limpió esto?—gritó molesto.
—Yo he sido, es que soy muy pulido, señor. Y daba mal olor.
— ¡¿Es qué no vio que era el arma del asesinato, Honorato?!
— ¿Ese gato?
— Sí, este minino… ¿de quién es este animal?
—De Pascual, el mayordomo… Mire, tiene erizado el lomo ¿Es ese felino el asesino?
—No, es el arma ¿Tendrán alarma? —preguntó Juan mirando en rededor.
—Está averiada, señor.
—¡¡Marramiaúo!! —chilló el gato con fiereza, y saltó con ligereza al suelo.
— ¡Mire qué tieso el pelo! —gritó Honorato, turulato, mientras el bicho corría encrespado y arañaba, por capricho, todo el entarimado.
—Honorato, mi olfato dice que tenemos al asesino. Opino, muy cabal, que es Pascual.
— ¿Cómo? ¿El mayordomo? Improbable.
— ¡Oooh!, hable, desembuche. Pero primero escuche: dice usted con persuasión que en la mansión sólo estaba el criado. Tenemos un difunto; un ladrón al que ha pillado, barrunto. El gato, Honorato, que causó esos zarpazos, en la cara, en los brazos…y le sacó los ojos, con arrojos, es del tal Pascual. Él le lanzó el felino al manilargo y, después, al ver su desatino, se dijo, – me largo.
—Bueno señor, no es mala componenda la suya pero, comprenda que arguya que eso es incoherente.
— ¡Qué inteligente! Y dígame Honorato, ¿cuál es su dato? ¿Qué fue idea del gato?, elucídeme este entuerto, este laberinto.
—Señor, Pascual es el muerto, el extinto.

Sur/Norte



Allí estaba tumbada en una cama. Recordaba su particular infierno.
Se maldecía por haberse marchado de sus tierras, pensando en que el Norte siempre sería mejor, más acogedor. Unos exclavistas le harían pensar lo contrario. Gritó desesperada.
Naturalmente acudieron a su rescate. No era el príncipe azul, venían con caballos de hierro y sirenas, pero al menos la liberaron de su opresión. Más tarde, aquella mujer llamada Arantxa, le prestó cobijo y una nueva oportunidad.
Tres meses después comienza a sentirse, por primera vez, persona.

miércoles, 9 de junio de 2010

El Alta




La chica con gesto burocráticamente comercial, le entoñó en papeleos. El tiempo corría en su contra. La llamada de su vida.Necesitaba un celular con urgencia. Él seguía dando explicaciones a la amable burócrata:
  • "¡¡¡UN TELEFONO... YA!!!"
  • "Lo siento señor, pero tenemos que rellenar estos formularios..."
Quince... Cuarenta y cinco... Setenta... Por fin podría hacer su llamada anhelada.

  • Lo lamento señor Andújar, su plazo ha expirado. La ejecución del Embargo se producirá mañana a las 9:00 H. de la mañana.
Tu... Tu... Tu...

Aventura Sorprendente

Según mi experiencia personal, escribir un libro es como embarcarte en un catamarán, empujado por la brisa, sin saber cómo y cuándo terminará la aventura, si no es que antes llega la tormenta y naufragas o te estrellas contra un arrecife. Especialmente para los que somos noveles, es también una introspección psicológica, un reto personal, tratando de encontrar los cauces que te lleven a la resolución de un proyecto. Durante ese recorrido, desde el prólogo hasta el epílogo, se dan cita toda suerte de imágenes, sensaciones y fantasías, tanto positivas como negativas, contra las que hay luchar y a veces alimentar para dar vida a un feto literario con grandes posibilidades de terminar en aborto. También hay que luchar contra los intrusos de la mente, como son los vicios de estilo, la arrogancia intelectual, las incorrecciones gramaticales, que siempre andan ocultándose al ojo y al entendimiento del autor. Al fin, después de una dolorosa y deseada preñez, bajo la supervisión de los expertos, se le puede ver gozosamente el rostro a la criatura. Al principio, tus ojos se convierten en microscopios, tratando de encontrar, para tu complacencia, la plenitud de tu obra. Pero se suele producir el efecto contrario cuando lo tienes en tus brazos y te recreas dándole una ligera ojeada. Sin poder evitarlo, siempre aparecen en preferencia los defectos. Entonces lo miras de soslayo como se mira a un desconocido, dudando de si el producto es obra de tu propia creación. Naturalmente, como ocurre siempre con los hijos, el amor termina por cubrir hasta sus más visibles defectos. Pero los defectos, que tal vez los demás no adviertan, quedarán ahí para siempre señalándote con el dedo acusador.

martes, 8 de junio de 2010

Atardecer



El río se engalana, en momentos se remansa, olvida su bravura y se hace hembra para no perder el decoro en su unión con el mar. Ahora es ría, y tranquila ofrece el agua dulce a los peces sedientos por tanta sal.
Las lubinas y los reos saltaran de gozo por la dicha y algunos tendrán que pagar tributo por tanta osadía a los pacientes pescadores que desde el malecón, esperan la puesta del sol para lanzar sus cañas a la ventura.
La tarde se vuelve noche despacio, sin prisa, es el ritmo natural de la ría, tan distinto al de la ciudad. Aparecen algunas luces impotentes contra el poder de la noche.
Acaba de terminar un barco su singladura y apenas la estela deja marca en el espejo del agua, en silencio se acerca a puerto buscando el merecido descanso.
Las parejas de jubilados han visto ponerse el sol y en paz, vuelven del paseo a esperar otro día, otro atardecer en Ribadesella.

Arado




Pensó con lógica. Fracasó en la realidad. Aplicó mínimas normas. Le inhundaron de leyes: Decidió convertirse en desertor tecnológico. Volvió al arado animal.

domingo, 6 de junio de 2010

Playa de Toranda. Llanes



Las encinas se asoman a la mar, adelantan a los eucaliptos y le ganan por esta vez la mano, para poder ver como las gaviotas descansan sobre los islotes en su ir y venir a favor de los vientos, buscando su sustento unas veces en tierra y otras en el mar.
Son encinas adaptadas al salitre desde tiempos inmemoriales, criadas junto al Cantábrico lejos de su querencia natural, forman bosquetes, reliquia de otro clima más seco, sobre los cuetos calizos donde al hombre se la ha hecho difícil segar la hierba.
Algunos días desde la misma playa he visto a las ardillas corretear entre ellas. En Llanes aún quedan rincones donde la mano del hombre ha alterado mínímamente el paisaje y con muy poco esfuerzo se podría sustituir los eucaliptos de los cuetos por su bosque original de encinas.

Tus manos





Me iré a tu pecho negro

a hablar con las espumas

y océanos de besos permanentes.

Recalaré con música en tus manos;

tus manos, que son soles sostenidos,

me brindan sus barandas.

Son toque de tambores,

columnas detenidas,

tesoros de pretiles serpentinos.


Tus manos, oh, tus manos,

injertos de paloma

vistiéndome de pájaro o principio.
.
.

Navegando




Era una flotilla impertinente,
que deseaba navegar.
Sus movimientos no eran políticamente correctos,
sus deseos eran insultos diablescos.
El cuento acaba como siempre:
los elegidos claman venganza,
los pecadores sufren el castigo
de un pecado por sus políticos permitido.

viernes, 4 de junio de 2010

Gravedad




Miró al horizonte y quiso ser libre.
Deseó huir, lanzándose a la nada.
Miró un momento a la realidad.
La Gravedad terminó con un sueño efímero.

stopped

.Stop here my darling.
Te bajo de mi auto (carro para los hermanos centroamericanos, car para los del norte).
Esta ruta será mía, ya no nuestra: tu no quisiste continuar en mi auto (vide ut supra).

Heme aquí en blogs extraños, volviendo a escribir lo que plasmé en el mío hace dos años y medio (!!!!). No tengo el coraje de redactar lo mismo con diferente fecha. Al menos aquí es todo fresco.

Cuánto tiempo, cuánto !!!!

Necesito orar, pedir fuerzas y confiar en la divindad. Lástima que dos años y medio pueden arrasar la fe de cualquier mortal.

Heme aquí mirando al futuro, con miedo de niño y cuerpo de hombre.

jueves, 3 de junio de 2010

Secuencia Semanal

Lunes: Debería montar un negocio innovador que cree riqueza, sea expansivo, sostenible y dé mucho trabajo. Fabricación de ordenadores y elementos electrónicos.

Martes: Calculemos los costes de este gran negocio.

Miércoles: Fallos en la idea. Demasiados costes no previstos. Tal vez si suprimiésemos la etiqueta de sostenible, los gastos se reducirían. Así que fuera medidas medioambientales con el entorno.

Jueves: Sigue fallando la rentabilidad... Hagamos un Expediente de Reducción de Empleo (ERE), son demasiados trabajadores en el sector productivo.

Viernes: ¿Y para qué queremos tanto I+D+I? Suprimámoslo, no hace falta ya... Está todo inventado, y si hiciese falta algo, lo compro a un módico precio.

Sábado: Esto no puede ser, sigue habiendo demasiado déficit, hagamos otro ERE. Con el 10% y la maquinaria que hemos incorporado, todo funcionará a las mil maravillas.

Domingo: ¿Ruina total? ¿Ya... Tan pronto???. Tendré que cerrar, según el estudio de viabilidad de mi equipo directivo. ¿Por cierto, porqué no lo despedí en su momento? Me han llevado al desastre.