Aquella noche maldita, Eustaquio supo que las brujas estaban
jugando con él, cuando su asno, ese animal fiel que siempre lo llevaba a la vivienda
de su novia, no sabía como regresar a su propia casa.
El camino que Febo, el burro, se sabía de memoria, de pronto
parecía un laberinto imposible de salvar y a cada recoveco del camino Eustaquio
y su rucio, volvían a empezar la ruta.
Febo rebuznaba despavorido mientras que el hombre, subido en
su grupa, desfallecía de terror. Vueltas y revueltas hasta que amaneció y por
fin pudieron regresar a casa, sanos y salvos, pero sin corazón en el cuerpo.
Cuando Eustaquio fue a ver, esta vez a pleno día, a su novia
Fidelia y le narró la odisea, ella le confirmó.
—Era noche de aquelarre y las brujas danzaban en el llano. Da
gracias a Dios de que no te ocurrió nada ¿Llevas el escapulario que te dio tu
madre? Eso te salvó.
El hombre asintió aferrando con su mano el colgante con
santa Policarpia, patrona de los perdidos.
— ¿Me lo dejas? —preguntó ella melosa— es que mi casa está
aislada y tengo miedo.
El enamorado lo
desprendió de su cuello entregándoselo.
— ¿Vendrás a verme esta noche? —inquirió ella mientras
guardaba la reliquia.
La sonrisa maléfica de Fidelia, que acrecentó la verruga de
su nariz, cuando veía marchar a su amado en el burro, hubiera puesto el pelo de
punta al novio y a su pollino. Si la hubieran visto.
A quien se le ocurre tomar por novia a una bruja, lo tiene bien merecido.
ResponderEliminarUna alegría leer tus cuentos.
Besos
Piedra
Como decía mi abuela: Las brujas no existen,
ResponderEliminarpero que las hay, las hay !!.
Buenísimo tu texto Espumosa, me encantó.
Besos y abrazos.
Ay Fidelia!!!!!
ResponderEliminarComo disfruto tus cuentos Espumilla!!!!
Gracias preciosos míos. :)
ResponderEliminarBrujas haberlas "haylas", se dice, es cierto Mabel.
Pero Piedra el pobre Eustaquio no sabía que su novia era tan bruja ella, caray :)
Mi querida Gladys, ¡yo sí que disfruto contigo y tus relatos tan inmensos!
Besos a todos.