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Salud y fuerza
lunes, 12 de marzo de 2012
Casa Pana
En la que era mi casa, la de mi infancia, vivió una mujer extraordinaria, una persona llena de vitalidad y afecto, el cual entregaba a todos sin pedir nada a cambio: Pana.
Pana fue una mujer voluntariosa e incansable, feliz de vivir a pesar de que lo hizo en tiempos de guerra y posguerra, pasando por muchas calamidades, sin embargo ella era dinámica y fuerte, animosa y alentadora, caritativa y encantada de la vida.
No tuvo hijos carnales, no obstante crió, cuidó y mimó a los hijos de la familia y después a los hijos de estos e inclusive a la tercera generación.
Pana fue comadrona, conocedora de las hierbas curativas, cocinera excepcional, capaz de hacer las comidas más suculentas con las verduras de su huerta y las carnes de sus animales domésticos. Fue una repostera excelente, elaborando los dulces de las bodas familiares y preparando muchos postres sabrosísimos, ideados por ella misma, para agasajar a sus numerosas visitas. Pero sobre todo, Pana fue una madre magistral y amorosa, llena de paciencia y tenacidad; el pilar de la familia.
Ella, tan sabia y con un corazón tan grande, supo vivir de una manera valiente, apenas sin quejas ni enfados. Una de las pocas veces en que la vimos muy triste fue cuando murió su marido, al que adoraba y que, curiosamente, se llamaba Pano. Pero ella, dichosa de existir, siguió adelante, afanosa y vivaz, preocupada por los desgracias de los demás y rezando, infatigable, por las ánimas de muchos difuntos; parientes, vecinos y conocidos, sin olvidarse de ninguno.
Ella era el consuelo de todos, familia, vecinos, amigos, todos venían a solicitar de Pana cualquier cosa, desde un tomate para hacer el potaje hasta pasar un tarde cosiendo con ella mientras oían atentas la radionovelas de la época. La casa de Pana se llenaba de gente a cualquier hora, y ella no parecía cansarse de tanta visita, al revés, los atendía solícita, sin fastidio, como si este defecto no la atañera para nada, como si ni siquiera conociera que era el mal humor con sus vecinos. —Pana ¿tendrás un poco de perejil?— Pana ¿me das un poquito de sopa, si hiciste hoy, para mi niño?— Pana, corre a mi casa que mi madre está malita. — Pana, me parece que mi mujer ya tiene dolores de parto, ¿puedes venir conmigo?.. Pana, Pana, Pana…
***
“Nuestra queridísima Pana, nunca te olvidaremos y ahora, siendo ya madres y abuelas, es cuando más entendemos el enorme amor que nos diste cuando éramos pequeñas; tú eras nuestro consuelo después de las congojas, el paño de lágrimas que empapaba nuestras lloros infantiles, el bálsamo que curaba las heridas del alma y del cuerpo”
***
Seguimos llamando a mi casa “CASA PANA”, porque así se llamó desde que tenemos memoria y porque deseamos con todo nuestro corazón que este nombre sea una conmemoración a su recuerdo.
Única y admirable, nuestra Pana, la de todos. Aunque yo particularmente la siento, la sentía muy mía, porque ella fue mi madre, aunque no me parió.
Pana- diminutivo de Cipriana
Pano- … por supuesto- de Cipriano.
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Este relatito lo subí gracias a que Pitufa me aguijó con el suyo, gracias Pitu.
ResponderEliminarEsta es mi querida Pana, mi otra madre, mi tía- abuela, que no ejerció de ello, sino de madre en todo el sentido de la palabra.
La añoro.
Qué mujeres. En mi "Aires de sierra y mar", tengo varia historias de Dolores, la casera del cortijo donde pasaba muchas temporadas. Otra Pana.
ResponderEliminarBienvenida a los relatos del Andurrial.
Besos y expresiones
Piedra
Hay mujeres imprescindibles en todas las familias, en vida son discretas, pero cuando faltan, más de una familia se resiente.¡Hay que hablar de ellas, que cunda el ejemplo!Un abrazo a Pana esté donde esté.
ResponderEliminarGracias Piedra y Pitufina, qué bonitas palabras, ciertamente Pana era una mujer genial, magnífica, no es amor de hija, es la verdad, hoy me recreo en su recuerdo, en cómo era, lo grande que era, lo amorosa que era, todos los chicos y chicas del barrio venían a su casa, y ella tenía para todos, ¡no tenía hijos carnales! pero todos eran como sus hijos, es algo digno de admirar en un ser humano. La quiero muchísimo, y nunca se lo dije, eso me apena.
ResponderEliminarbesos
Vengo a dar aquí desde el blog de Miguel Bueno (Piedra). Espuma, lo que cuentas de Pana es hermosísimo. No hay muchas mujeres que hayan hecho todo lo que ella hizo con esa alegría y esa fuerza, pero sobre todo, con ese amor a los demás. Coincido contigo en que te apene el no haberle dicho que la querías mucho, aunque imagino que ella sí lo sabía. Pero como de todo se aprende, supongo que no te volverá a pasar con nadie más, sabrás decírselo aunque lo sepa, porque es importante decirlo con palabras además de con actitudes y obras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mafalda, bienvenida, vienes de un lugar precioso, el blog de Piedra. Muchas gracias por tus palabras, ¡tienes tantísima razón! es verdad que uno no dice a las personas que quiere todo el amor que siente por ellas, y luego te queda esa pena, pero mi consuelo es pensar que sí, que ella lo sabía. Es importante decirlo a la gente que se quiere, sí, para luego como decía Borges en sus magníficas reflexiones, no hacerlo a una silla vacía. Te pongo un trozo de estas reflexiones, qué hermosas palabras tan verdaderas.
ResponderEliminar"Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, extrañarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, ante una silla vacía, ya no tiene ningún sentido"
Un abrazo, sigue viniendo por aquí por favor.
Espumilla, ¡Esto...!Tu sabes que me encantó ese poema y que lo colgué en mi blog, pues parece ser que la autoria no está muy clara, recibí un pps achacándoselo a García Marquez. Busqué en la obra de Borges y no encontré nada parecido. De todas formas es un poema maravilloso. Un beso guapa.
ResponderEliminarMe he puesto a llorar... Por Pana y por todas las Panas que se han ido y ya no volverán, y por Espuma también cuando dice "no se lo dije", aunque estoy convencidad de que Pana lo sabía... Ay que triste me he puesto, pero qué texto tan profundo, con esa sensibilidad de lo cotidiano. Ay Espuma!
ResponderEliminarAy, Marae, me emocionaste... :)
ResponderEliminarTodo lo que diga de Pana es poco, si supierais, lo que hizo en vida, mucho, muchisimo, lo que digo aquí en el pequeño relato que expongo es poquísimo, era mujer magnífica, única. Si yo me hubiese parecido a ella, sólo un poco, qué orgullosa estaría, pero no me parezco, porque es muy difícil parecerse a ella, sólo una pocas personas son así de grandiosas.
Pitufa, ¿no es de Borges? creí que era de él, no te lo discuto, no estoy segura, pero como dices, da igual, es un un escrito precioso, magnífico, y real.
besos.
Hace días que no veo que entran Gladys, ni Enfero, ni Mabel... pero bueno, sé que los quehaceres son muchos y no siempre puede uno entrar tanto como quisiera.
ResponderEliminarles doy abrazos a ambas tres y a todos los demás.
Hermoso y emotivo relato Espumosa, la
ResponderEliminargente como Pana no necesita que le digas
lo que sientes, son sabias y lo saben todo.
Recién hoy puedo, aunque con dificultad,
leer y escribir. El post-operatorio de la
cirugía de mi ojo fue peor de lo esperado.
Besos
Mabelita, ¡gracias! espero estés pronto bien del todo. Tú ten paciencia, que cuando estés curada del todo, podrás seguir escribe que te escribe.
ResponderEliminarun besote
Me alegra que hayas disfrutado de una Pana, ellas, se las ingenian para seguir viviendo en nuestros corazones. Mi Pana fue mi abuela.
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