Yo estaba lanzando palabras sobre el puente a ver hasta donde llegaban, así, como quien respira. Cuando sentí sus pasos a mis espaldas.
Muy lindo te has puesto, ¿a dónde vas? vestido así y con tus demonios en esa mochila.
- ¿Cómo sabes que son mis demonios?
- Se están retorciendo dentro de la bolsa.
- Ya sentía yo algo molesto golpeando mi espalda. Bueno, me voy.
- Adiós.
Se alejó. Sus pasos eran decididos,
la bolsa se retorcía como si estuviera viva. Guardé sus palabras frías en mis
manos hasta que empezaron a quemarme, entonces decidí tragármelas como si fuera
una amarga medicina y al cabo de un rato las lancé sobre el puente.
Ya no queda nada de tí - pensé
cuando miré el puntito negro en que tus palabras se habían convertido
reverbereando en la distancia.
Otro relato sibilino.
ResponderEliminarY esos demonios que se retuercen y que nos acompañan, acaso, esos demonios de la vida misma que no sabemos cómo eliminar.
Y dónde estará el amor, nos preguntamos, ese amor que buscamos día a día y que quizá no sabemos entender aún teniéndolo o no sabemos encontrar. Buen final
Siempre decimos que la vida debería ser más simple, pero siempre terminamos enredados, será la confusión genética?
EliminarCreo que a veces, es imprescindible recoger los bártulos, abandonar lastre y seguir el camino, como si fuese una ruta virgen.
ResponderEliminarAbrazos
Piedra
Si, a veces es la única solución.
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