Si no puedes con tu enemigo únete a él
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Desde el primer día él empezó a tornarse insensible hacía mí. No quiso que le hablara, que le besara, que le mimara... El fútbol era lo único trascendental.
El segundo día del mundial, enojada y rencorosa me marché a la playa y pasé el día fuera de casa.
El tercer día , esperé deseosa a que él recriminara mi conducta del día anterior, pero no lo hizo; se pasó todo el tiempo sentado en el sofá, seducido totalmente por el televisor.
Al cuarto día me fui al cine, luego a una discoteca y llegué a casa a las cinco de la madrugada. Él dormía a pierna suelta y ni despertó.
En el quinto día del mundial de fútbol, le grité, le increpé, le reprendí y me enfadé. Él me dio la razón en todo y siguió pegado al televisor.
El sexto día, ceñuda, me senté a su lado y vi el partido.
El séptimo día jugaba nuestra selección y me acomodé a su lado. Un tentempié, unas cervezas bien frías...
Repentinamente, gritando y riendo me abrazó fuertemente, me besó, me sacudió y me alzó en brazos girando conmigo por toda la habitación; nuestra selección había metido un precioso gol— ¡Qué alegría! —dijo él—¡Qué alegría! —repetí yo por motivos muy diferentes.
El séptimo día, lo mismo que Dios al concluir la creación, descansé, al fin.
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Desde el primer día él empezó a tornarse insensible hacía mí. No quiso que le hablara, que le besara, que le mimara... El fútbol era lo único trascendental.
El segundo día del mundial, enojada y rencorosa me marché a la playa y pasé el día fuera de casa.
El tercer día , esperé deseosa a que él recriminara mi conducta del día anterior, pero no lo hizo; se pasó todo el tiempo sentado en el sofá, seducido totalmente por el televisor.
Al cuarto día me fui al cine, luego a una discoteca y llegué a casa a las cinco de la madrugada. Él dormía a pierna suelta y ni despertó.
En el quinto día del mundial de fútbol, le grité, le increpé, le reprendí y me enfadé. Él me dio la razón en todo y siguió pegado al televisor.
El sexto día, ceñuda, me senté a su lado y vi el partido.
El séptimo día jugaba nuestra selección y me acomodé a su lado. Un tentempié, unas cervezas bien frías...
Repentinamente, gritando y riendo me abrazó fuertemente, me besó, me sacudió y me alzó en brazos girando conmigo por toda la habitación; nuestra selección había metido un precioso gol— ¡Qué alegría! —dijo él—¡Qué alegría! —repetí yo por motivos muy diferentes.
El séptimo día, lo mismo que Dios al concluir la creación, descansé, al fin.
ayyy el fútbol y sus estragos, aunque ahora hay muchas más mujeres adictas a este deportes. La unión hace la fuerza, si señor!!!
ResponderEliminareso, eso, hay que unirse si no se puede con el enemigo, se ganan más batallas que con malhumor y rabia, jajjaja
ResponderEliminarun beso Gladys
Ya veremos esta noche, espero que lo disfrutes.
ResponderEliminarNosotros como no tenemos tele en Pacanda, oiremos el resultado bajo las estrellas.
Abrazos
Piedra
sí, lo disfruté anoche, me encantó, aunque no me gusta el fútbol, cuando juega España es distinto, me lo pasé muy bien, hice alianza pero la hice con gusto.
ResponderEliminar¿Bajo las estrellas?, tiene que ser maravillosooooo :)
:)
besos