Miraba incesante hacia el camino polvoriento en espera de su amado; aquel gentilhombre valeroso que habría de llevarla con él. Entretanto, día tras día, tenía que vigilar los alrededores por los que pululaban seres horribles entre la maleza.
—Hija mía, cada día estás más loca —decía su madre con aflicción cuando ella, atemorizada, le señalaba los enormes escarabajos —Eso no son escarabajos, son calabazas. Tampoco eso son serpientes, son nuestros pepinos, ¿por qué dices que los puercos son diablos desnudos?, ¡ah! lo que daría porque tu mente se aclarara.
Era evidente que madre, pobre, no podía ver la realidad. Pero Dulcinea, sabía bien que los demonios correteaban por el huerto a cuatro patas, haciendo creer a su progenitora que eran cerdos, y las sierpes maléficas la forzaban a pensar en hermosas hortalizas.
Estaba segura que él sabría descubrir a los monstruos y acabaría con ellos.
Allá, a lo lejos, parecía que se acercaba un caballero espigado, cabalgando sobre un hermoso corcel y acompañado por su escudero, ¿sería, al fin, su señor?
El hidalgo se aproximaba a la casa mientras Sancho, a su lado, mascullaba palabras de cansancio.
Qué alegría verte cabalgar en tan precioso corcel. Ya se te hacía de menos.
ResponderEliminarEspero que no te pierdas.
Un abrazo pleno de expresiones.
Piedra
Qué bueno, espumilla! Así que Dulcinea estaba tan loca como el quijote, se merecían uno al otro! jejeje! Tú siempre derrochando imaginación, es todo un placer leerte.
ResponderEliminarUn placer volver a leerte Espuma y le voy a mandar un murciélago a la momia por haberme robado las palabras. También a medida que leía pensaba en que un loco como el Sr. Hidalgo no podía enamorarse sino de otra loca que viera bichos reptantes donde otros ven pepinos.
ResponderEliminarSi es que la naturaleza es sabia.
Si me envías un murciélago le daré de comer y será mi mascota, Gladys, tendrás que pensar en otra forma de fastidiar a una momia! jejeje! ;)
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