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- Te amo ¿quieres casarte conmigo? murmuró él, absorto frente a tanta belleza.Ella miró a ese anciano obeso que tanto asco le provocaba y que ahora interrumpía sus pensamientos con esta propuesta.
Ella pensó en la Mastercard Gold de su interlocutor, miró de reojo el ambiente cómodo de esa mansión lujosa en la que se había acostumbrado a vivir y se imaginó cruceros en destinos exóticos.
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- Acepto, yo también te quiero, se escuchó.
Alguien sonrió allí y alguien hizo una mueca de risa (pero fingida).
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El te amo quedará para otra oportunidad, quizá un collar de diamantes o un auto nuevo.
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