Ella se peina los cabellos y se fuma un cigarrillo ante la ventana. Ahora si se siente libre de las obligaciones diurnas. La pequeña brasa va de sus labios hasta el alféizar de la ventana en cortos intervalos. Las volutas de humo ascienden lentamente y su espíritu se va ensanchando, se va regodeando en esa paz de esas horas robadas a la humanidad. Está sola y le encanta, pero no le gusta estar siempre sola, no, ella ama el barullo de su casa, las exigencias de sus hijos y de su marido. Ama su familia, pero huye todas las noches a esa hora. Por un instante se imagina ser la luna, le gusta sentirse sobre la humanidad, totalmente aislada de cualquier sentimiento que no sea la universalidad solitaria.
Una tos en el cuarto resuena al tiempo que una nube se coloca enfrente de la luna. Ella apaga el cigarrillo, una ola de ternura envuelve su corazón.
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Salud y fuerza
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La soledad deseada, no impuesta, como otras muchas cosas, es un deseo presente en todos los seres humanos. Es lo que conocemos como libertad plena.
ResponderEliminarGladys, como todo lo que escribes, chapó. Escelente.
Precioso, Gladys, me encantó, transmite muy bien el sentimiento del que habla Cabre, la soledad elegida, en este caso por un rato, puede ser muy placentera.
ResponderEliminarTiene una narrativa impecable, todo un lujo.
Lo dicho, ustedes son los mejores y tienen razón, es muy gratificante para el ser humano disponer de momentos de soledad y disfrutarlos.
ResponderEliminarA mí me pasa como a tu protagonista, Gladys, me siento identificada con ella... muy buen relato.
ResponderEliminarLa luna te gusta mucho ¿verdad?
Lo digo por el relato que escribiste del sueño tuyo, (Cara de luna) ;) y porque veo que te gusta incluirla en los cuentos como algo hermoso.
besines