Po señor :
Este cuento tiene
un caballo de alas
muy blancas.
Un bosque oscuro
de árboles muy verdes,
un castillo de altas torres,
un príncipe pelirrojo y
una niña de ojos azules
casi celestes.
La niña, que se llama Kendra, de un brinco subió al caballo blanco, para ir volando, volando sobre los árboles verdes al castillo de altas torres, donde el príncipe pelirrojo saltaba de emoción al ver volar un caballo sobre su palacio de cristal.
De pronto quedó como extasiado, sin dar crédito a lo que veía, cuando la niña rubia de ojos celestes casi azules bajó de su caballo alado.
La corte entera salió al patio de palacio y la multitud reunida preguntó con una sola voz : si las niñas de ojos azules sabrían montar a caballo. El maestro de cámara quedó pensativo sin encontrar la respuesta y acudió al contramaestre en busca de solución :
Si, dijo con su voz muy ronca, las niñas bellas vuelan en los caballos, sobre los bosques verdes en los países de ensueño, para encontrar a los abuelos que le cuenten cuentos de pan y pimiento.
Y recotín recotado, este cuento se ha acabado.
Piedra, este es el cuento por el que sueña cada niño en cada cama de cada rincón del planeta. Sólo pensar que tu abuelo te concede un tiempo, ha puesto los mecanismos de su cerebro a trabajar para ti ¡exclusivamente para ti!, es lo más grande.
ResponderEliminarOjalá cada niño del mundo pudiera tener un abuelito como tú. Ojalá.
Besos tiernos como abrazos
¡Qué preciosa está tu nieta, Miguel! y qué suerte tiene de poder volar con la imaginación que sólo los niños poseen de la mano de tus cuentos. Es cierto que todo niño debería tener un abuelo cuenta-cuentos, yo tuve la mía, aunque me duró poquito, pero sus historias aún perduran en mi mente.
ResponderEliminarAy abuelo, un pañuelo...
ResponderEliminarGracias Enfero y Nofret, como siempre vuestros comentarios son una delicia.
ResponderEliminarMi pitufina, todo un honor verte por esta casa, que se repita tu visita aunque sea con cuatro palabras en la misma puerta.
Piedra