Mi marido y yo entramos a una oficina de bienestar social. Vemos a una niña, un bebé, dos gemelos, tres niños de uno a tres años, y un par de ellos con rasgos orientales. La gente hace cola para llevarse unos cuantos. Se habla de rebajas.
Tantos ojitos mirándome. Mi corazón se acelera. ¿Habrá dinero en la cuenta?
Yo le digo que sí a la enfermera y en seguida me siento culpable por no haber consultado a mi marido. Somos una pareja.
Lo miro a los ojos. Sé que le molesta la situación, pero algo en mi rostro lo hace cambiar de actitud. No tenemos dinero – me dice –
Pero es que los niños – le digo con los ojos –
Fuera llueve, llueve muchísimo, la lluvia diluye nuestra alegría, los niños nos miran desde las estanterías.
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Salud y fuerza
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Gladys, este relato es un alarde de imaginación. Te admiro, eres realmente buena.
ResponderEliminarBesote
Yo me pido un par de Gladys, por si acasa me falla una.
ResponderEliminarEs tan bueno y duro que se clava directo en el corazón y más estos días con la la masacre de Haití.
ResponderEliminarPiedra
Ayyyy si Piedra, es un horror lo de Haiti, en esos casos a uno le dan ganas de estar allí echando una mano... aunque no creo que tenga valor para soportar tanta desgracia. Por eso es de admirar la entereza de los voluntarios.
ResponderEliminarGrcias Enfero tus palabras inflan mi ego, jejejej.
ResponderEliminarGracias a todos, son muy amables con mis letras.
Es que es un placer leerte, Gladys, aunque sea un sueño muy triste, destila creatividad y la descripción es muy vívida.
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