Duerme, mi niño, duerme sobre mi seno rendido.
Te puse nombre, cabellos negros, rizos de azabache.
Te di la piel de un durazno, la tibieza del sol y los ojos muy grandes para verme mejor.
Pero no me mires, me avergüenzo.
Duerme, mi niña, duerme sobre mi vientre quieto.
Nombre de reina te di, y un segundo para que pudieras elegir. Cuánto los pensé, quería que te gustaran.
Te di pestañas larguísimas, que se cierran sobre párpados de cristal.
No veo tus ojos, pero no importa, no los abras, me avergüenzo.
Duerman, mis niños, duerman, no puedo despertarlos.
No pueden nacer.
¿Podrán perdonarme?
Yo no. Nunca podré.
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Salud y fuerza
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Muy bello y profundo. Y no seas perezosa, seguro que sabes hacer una historia con la historia expuesta por Enfero. Así que ponte a buscar musas, musos, o mosos que te susurren al oído una historia interesante...
ResponderEliminarUfff, qué escalofrío he sentido momia... todavía estoy dándole vueltas...
ResponderEliminarGracias tesorillo
Todo un disfrute tu prosa poética, una agradable sorpresa para mí, aunque sea tan dura y descarnada. Tiene un tinte de poesía actual que gusta.
ResponderEliminarUn honor leer tus letras, ya sabes que puedes hacerlo muy bien.
Un abrazo
Piedra
Gracias, gracias, gracias a los tres! me alegra que les gustara, había publicado este texto hace un tiempo en mi página y no había recibido comentarios, así que creí que no había gustado, pero ahora veo que sí.
ResponderEliminarBuscaré mozos, Jimul, y veré si me ayudan a escribir! es buena idea! jejeje!