— ¿Por qué no jugamos a la gallinita ciega? —dijo Luís entusiasmado.
— ¿Y por qué no a la pata coja? —argumentó Javier.
— Prefiero jugar al escondite —expresó Carlos displicente.
Y nadie más protestó; Carlos era el cabecilla y como tal salió disparado por el campo alejándose en la distancia hasta desaparecer en el bosque mientras gritaba a los otros.
— ¡Buscadme!
Entonces Javier miró a Luís
— Se ha escondido —corroboró mohíno.
— Lejísimos ¿eh? —opinó el otro algo nervioso.
—Sí —contestó Javi—, mejor voy yo a buscarlo. Tú quédate aquí, posiblemente tarde un poco.
Y se fue arrastrando a duras penas su pierna renga.
Luís suspiró al tiempo que buscaba un sitio para sentarse y esperar con paciencia la vuelta de sus compañeros. Palpando todo el perímetro de la piedra comprobó que era lo suficiente amplia, después, a tientas, buscó acomodo.
— Prefiero jugar al escondite —expresó Carlos displicente.
Y nadie más protestó; Carlos era el cabecilla y como tal salió disparado por el campo alejándose en la distancia hasta desaparecer en el bosque mientras gritaba a los otros.
— ¡Buscadme!
Entonces Javier miró a Luís
— Se ha escondido —corroboró mohíno.
— Lejísimos ¿eh? —opinó el otro algo nervioso.
—Sí —contestó Javi—, mejor voy yo a buscarlo. Tú quédate aquí, posiblemente tarde un poco.
Y se fue arrastrando a duras penas su pierna renga.
Luís suspiró al tiempo que buscaba un sitio para sentarse y esperar con paciencia la vuelta de sus compañeros. Palpando todo el perímetro de la piedra comprobó que era lo suficiente amplia, después, a tientas, buscó acomodo.
Pobre Luis, cojo y ciego. Todo un hallazgo; corto en la forma y qué grande en el contenido. Expresiones
ResponderEliminarPiedra
Carlos, el cabecilla, era sin duda todo un experto en poner barreras a los menos favorecidos. Un juego de niños al que a menudo jugamos los adultos.
ResponderEliminarMuy bueno, profundo y maravillosamente narrado.
Narci
Seguro que Carlos era un sordo perfecto...
ResponderEliminarpor un momento pensé que se atreverían a jugar a otra cosa mientras el cabecilla estaba escondido, pero no se atrevieron...
ResponderEliminarMuchas veces me regunto qué hace a algunos niños ser los cabecillas y los demás a seguirlos.
Besitos espumilla.
¡Por mí, por todos mis compañeros y por mí el primero!, tristrás ni nos ves ni nos verás cuando comamos ensalada achupé achupé...
ResponderEliminarMuy bueno, espumosa! Inesperado el final, y lleno de simbolismo, muestra la creatividad a la que nos tenías acostumbrados. Paciencia que le tenían a Carlos, dan ganas de dejarlo escondido hasta que se pudra! Pero así es el mundo, los lisiados van perdiendo.
ResponderEliminarMuchas gracias amigos. Saber que os gustó me gusta mucho. Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarY Cerro ni sé qué dice, imagino que está diciendo lo que él decía con sus amigos cuando juagaba al escondite. Aquí, y en mis tiempos, se de decía distinto.
"El tiempo se ha acabado, ya he contado, el que no se ha escondido bastante tiempo ha tenido" eso decíamos, jajaja.
¿No será desde entonces que me aficioné a la rima? >:-I
ABRAZOS
jolines, me pasé con el verbo "decir" :-o
ResponderEliminarque dice, que está diciendo, que decía... y el verbo "gustar" tampoco se queda atrás.
es que es un gusto que me digan que os gusta lo que digo y si me lo dicen, ya es la reoca... ;)
El texto es tan bueno, como cruel, no conocía el lado éste tuyo, Espuma.
ResponderEliminarBesos espumosos.
En mis tiempos se decía "punto y coma, el que no se escondió se embroma" O eso creo, porque nunca jugué a las escondidas. Jugaba solita, y esconderme de mí misma se me hacía complicado...
ResponderEliminarJeje... la crueldad es síntoma de inteligencia, gato. Está encima de la mesa.
ResponderEliminarEspuma, choca esos cinco.