Te fuiste para siempre Dmitriy, si acaso alguna vez tal fue tu nombre, y a mí me quedarán los recuerdos: cintas de microfilm y cápsulas de cianuro, una Beretta compañera y aquella otra arma camuflada en las tripas de una estilográfica. Pensaré en ti en las mañanas lluviosas. Te imaginaré del otro lado del muro, apostado tras tu gabardina, en aquellos días en que tenían sentido las películas de espías. Y mientras aguardo mi turno, el impostergable momento en que vengan a por mí, seguiré jugando, como todas las tardes, al dominó o al tute en el café de la esquina.
Atmósfera de cine negro para recrear un instante cíclico, la espera y la sumisión del corazón abierto.
ResponderEliminarElla juega sola.
Me traslada a Estambul, al barrio de la amistad, calles desconchadas con personajes de gabardina, y sombrero, bajo la noche lluviosa. El misterio corre al lado de lo cotidiano, y en los cafés se transita por el tiempo sobre carros de dominó. Me ha gustado mucho, un saludo.
ResponderEliminarchus