El cocinero le guiñó un ojo sonriente mientras la masa de pizza se deslizaba intrépida entre sus manos. La conversación en la mesa, de repente, contó con una protagonista menos (la única mujer de la tabla) que intentaba por todos los medios no reírse y desaparecer del mapa.
A la hora de pagar, el dueño le preguntó al ínclito, al indeclinable, al indeciso, si aquella muchacha era su novia.
Él dijo que sí y ella se hizo aún más pequeña, mientras la frase "gracias por informarme" desaparecía en sus labios.
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Salud y fuerza
lunes, 25 de mayo de 2009
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