Con la mente vacía, como el papel que acababa de reciclar, decidió hacer lo primero que se le ocurriera. Buscar un trabajo. Claro que tendría que hacerlo si deseaba ser independiente.
Ya basta de caras enfurruñadas porque la suerte la había abandonado. ¿Y qué? ¿Cuántas mujeres no hay abandonadas en el mundo?
Tenía todo para ser feliz. Bueno le faltaba la cuenta de París Hilton, pero tampoco el caso era tan desesperado. En el periódico venían montones de anuncios, quizás no anunciando los empleos que a ella le gustaría tener, pero estaba dispuesta a todo.
Salió a la calle. Fue hasta el estanco, compró el periódico que le gustó y se sentó en un bar, Boli en mano para seleccionar los avisos a los que debía llamar.
Cinco cervezas más tarde, la hoja de papel seguía en blanco y su mente hacía solitarios que nunca ganaba.
Muy ingeniosa Gladys.
ResponderEliminarLa desidia, la inseguridad o la confianza de que al final se saldrá del atolladero gracias a algún familiar o amigo, lleva a muchas personas a esa especie de espiral, de agujero sin fondo en el que no buscan nada más que pasar por la vida sin ningún tipo de acento. A mi personalmente no me vale aquello de que la vida es dura. Siempre es nuestra mirada la que da cualidades a nuestra propia existencia.
Me he encantado, Gladys! Esa especie de inercia, de vida circular, está muy bien retratada en este relato. También la voluntad fallida de realizar un salto milagroso para salir del atolladero, sólo para volver a caer en lo mismo de siempre.
ResponderEliminarMuy bueno.
El tema me recordó una poesía que leí en el foro de El cuentista (al que sólo puedo entrar en silencio, la página no me permite dejar comentarios)
ResponderEliminarAsí que aquí se las pego (con permiso de Comella), a ver si creen que vale la comparación:
Supervivencia * Autor: Karmelo C. Iribarren
Uno siempre espera
que suceda algo,
que algo bueno suceda,
algo que le dé un giro brusco,
un empujón, un bandazo
de suerte a su vida
de repente, porque sí,
en el momento más inesperado.
Pero no pasa nada, claro,
nunca pasa nada.
Porque uno no es más que un pobre
diablo (qué te creías, pues),
un número, una fecha,
un papel olvidado en un sótano
tétrico, traspapelado
entre millones de papeles.
Y al final uno, qué remedio,
acaba aceptando que es así,
asume su trabajo,
se mira en el espejo y se da risa
(o llora, pero muy bajo)
Se dice que la vida..., en fin,
que no hay nada que hacer,
y ni siquiera se queja, para qué.
Uno ya sólo quiere llegar
al día siguiente, sin
sobresaltos, poder ver a su
equipo por la tele el sábado, fumar
menos, dormir bien, echar
de vez en cuando un
trago, cumplir años,
seguir vivo..., sin más.
¿Y no nos dejará Comella colgarlo como poesía?
ResponderEliminarMe encanta ese tipo de literatura que demuestra la voluntad y la imposibilidad de mejorar la realidad, si no mejorar, por lo menos cambiar.
Anda, pregúntaselo y lo colgamos, porfaaaaaaa
Si que vale la pena publicarlo en poemas. Imagino que no pondrán pegas... o si?
ResponderEliminarY gracias por los comentarios, por ellos me doy cuenta que tenemos más puntos en común de lo que imaginaba.
Yo no puedo preguntarle, Enfero, Facebook me ha dejado sin palabra, no puedo decir nada... snif... :´(
ResponderEliminarPero sería interesante comentar textos que no sean de nuestra autoría en el foro, por ejemplo textos como esta poesía, que creo que da para mucho.
Todo un placer volver a leer tus cortos. Expresiones
ResponderEliminarPiedra