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Salud y fuerza

miércoles, 28 de marzo de 2012

Texto inspirado en Clara y la penumbra de JCS.

Cuando el arte muere, queda inmortalizado para siempre. Bruno Van Tysch.(JCS).

Leer texto aquí.

Autora del texto: Kel Báthory


Inspirada en la novela
Clara y la penumbra de
José Carlos Somoza

sábado, 24 de marzo de 2012

Fotito barroca de Carulo con juego incluido

Ayyy que vengo bien poco, pero ahora vengo rellena jajaja
Propongo un reto de micros o poemas con imágenes. En este caso traigo ésta, que creo que es bien retórica y nos hará estrujarnos las mentes para traer historias. Si estuviera Nofret, no haría más que aplaudir contentísima del juego, así que vamos a inventar como locos!!! Piedra, cuando terminemos este reto, te toca a ti la foto. Muá.

jueves, 22 de marzo de 2012

Coloquio de sabios: descubrimiento primordial


Sobre la frase de Jesús: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.



—Después de mucho cavilar en la famosa frase, creo que, ciertamente, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos —dijo el erudito.

—¿Cómo? ¿Has podido, acaso, encontrar el modo de colar a un ungulado por el agujero de una aguja? —preguntó el otro sabio.

—Claro que no; eso es imposible, hoy por hoy, camarada —respondió el primero, con una sonrisa de conmiseración ante tanta inopia.
—Estoy de acuerdo en que es algo delirante...¿entonces? —insistió el amigo, lleno de curiosidad.

—Bien; eliminando la teoría de que el camello pueda insertarse en un orificio tan diminuto —contestó el docto satisfecho de su descubrimiento— por ser algo totalmente insostenible, y sabiendo que sería más probable que un rico fuera tan misericordioso como para tener acceso a la Gloria pero, razonando que Nuestro Señor Jesús lo manifestó así, sólo me queda una conclusión: un camello, a pesar de todo, tiene más probabilidades, por exiguas y quiméricas que sean, de meterse por un abertura tan minúscula porque ¡tanto la aguja como el animal son!
—¿Son qué? —inquirió el compañero impaciente.

—¡Son, existen!, Jesús siempre habló con veladas parábolas, por esa razón nadie hasta ahora se había percatado que en realidad el Maestro nos estaba revelando, de una forma delicada para no angustiar a los desheredados, que ¡El Cielo no existe!

lunes, 12 de marzo de 2012

Casa Pana


En la que era mi casa, la de mi infancia, vivió una mujer extraordinaria, una persona llena de vitalidad y afecto, el cual entregaba a todos sin pedir nada a cambio: Pana.
Pana fue una mujer voluntariosa e incansable, feliz de vivir a pesar de que lo hizo en tiempos de guerra y posguerra, pasando por muchas calamidades, sin embargo ella era dinámica y fuerte, animosa y alentadora, caritativa y encantada de la vida.
No tuvo hijos carnales, no obstante crió, cuidó y mimó a los hijos de la familia y después a los hijos de estos e inclusive a la tercera generación.
Pana fue comadrona, conocedora de las hierbas curativas, cocinera excepcional, capaz de hacer las comidas más suculentas con las verduras de su huerta y las carnes de sus animales domésticos. Fue una repostera excelente, elaborando los dulces de las bodas familiares y preparando muchos postres sabrosísimos, ideados por ella misma, para agasajar a sus numerosas visitas. Pero sobre todo, Pana fue una madre magistral y amorosa, llena de paciencia y tenacidad; el pilar de la familia.
Ella, tan sabia y con un corazón tan grande, supo vivir de una manera valiente, apenas sin quejas ni enfados. Una de las pocas veces en que la vimos muy triste fue cuando murió su marido, al que adoraba y que, curiosamente, se llamaba Pano. Pero ella, dichosa de existir, siguió adelante, afanosa y vivaz, preocupada por los desgracias de los demás y rezando, infatigable, por las ánimas de muchos difuntos; parientes, vecinos y conocidos, sin olvidarse de ninguno.
Ella era el consuelo de todos, familia, vecinos, amigos, todos venían a solicitar de Pana cualquier cosa, desde un tomate para hacer el potaje hasta pasar un tarde cosiendo con ella mientras oían atentas la radionovelas de la época. La casa de Pana se llenaba de gente a cualquier hora, y ella no parecía cansarse de tanta visita, al revés, los atendía solícita, sin fastidio, como si este defecto no la atañera para nada, como si ni siquiera conociera que era el mal humor con sus vecinos. —Pana ¿tendrás un poco de perejil?— Pana ¿me das un poquito de sopa, si hiciste hoy, para mi niño?— Pana, corre a mi casa que mi madre está malita. — Pana, me parece que mi mujer ya tiene dolores de parto, ¿puedes venir conmigo?.. Pana, Pana, Pana…

***
“Nuestra queridísima Pana, nunca te olvidaremos y ahora, siendo ya madres y abuelas, es cuando más entendemos el enorme amor que nos diste cuando éramos pequeñas; tú eras nuestro consuelo después de las congojas, el paño de lágrimas que empapaba nuestras lloros infantiles, el bálsamo que curaba las heridas del alma y del cuerpo”
***
Seguimos llamando a mi casa “CASA PANA”, porque así se llamó desde que tenemos memoria y porque deseamos con todo nuestro corazón que este nombre sea una conmemoración a su recuerdo.

Única y admirable, nuestra Pana, la de todos. Aunque yo particularmente la siento, la sentía muy mía, porque ella fue mi madre, aunque no me parió.

Pana- diminutivo de Cipriana
Pano- … por supuesto- de Cipriano.

domingo, 11 de marzo de 2012

8 de marzo Mujeres que brillan con luz propia

FORMADORA DE MUJERES: CIENCIAS Y LETRAS


Agustina Urbano Navas, mi madre, nació en 1911. Sus padres, nerjeños: Víctor Urbano y Ángeles Navas, emigraron ese año a Costa Rica, con una niña de un año, su hermana mayor, Ángeles y su abuela materna que no quería quedarse sola en Nerja ya que en esos años hubo un flujo migratorio de Nerja al Caribe.
Allí, en San José, nació ella, luego nacieron cuatro hermanas más, una de ellas falleció pequeña.
Su padre, persona de gran formación, invirtió en fábricas y negocios y tuvo una infancia acomodada. El hecho de ser cinco hermanas y ningún hermano la llevó a querer formarse y estudió farmacia en la Universidad de San José, siendo la única mujer de su clase, la tenía que acompañar su primo y la sentaban en primera fila, sola. (Adjunto foto de 1931).
El gusto por la poesía también le viene desde pequeña, tiene muchos poemas de su juventud, aunque no publicó allí ninguno.
La depresión del 29 afectó a la economía familiar y es en 1935 cuando regresan a Nerja, Agustina tenía 24 años y cuando llegó al puerto le dijo a su padre que se regresaran porque el acento andaluz le parecía muy brusco.
No pudo convalidar sus estudios de farmacia, hizo magisterio y...empezó la Guerra...
Su primer destino fue la Delegación Provincial de Educación de Málaga, estaba en la calle Puerta del mar.
Contrajo matrimonio en 1944 con Don José Cobos Ruiz maestro nacional, hombre de excepcional cultura, y se vienen ambos destinados a Nerja. Aquí forman su familia de cinco hijas y un hijo y se dedican a formar personas, ella tiene una Escuela Unitaria femenina en la Plaza de Cantarero y él una Escuela
Unitaria Masculina. Ambos animan a los niños y niñas a estudiar y les buscan becas a los que no tienen medios, en aquellos tiempos difíciles.
Ellos fomentan la cultura de este pueblo, Él fue Alcalde y ambos fundaron posteriormente la Biblioteca de Nerja “Salvador Rueda” rescatándola de manos privadas.
Los dos participan en la revista de Occidente con poemas bajo seudónimo.
Ella siempre se consideró más de Ciencias.
Su poeta favorito era Rubén Dario.
Falleció en Nerja el 20 de Febrero de 1965 a los 53 años de edad.
Hoy en día sus alumnas, que son abuelas de las mías, la siguen recordando con cariño, recientemente han puesto una copia de una foto, en el escaparate de la librería de la plaza Cantarero, allí donde un día estuvo “La escuela de Dª Agustina”.
Este hecho me ha impulsado a aceptar esta propuesta. Soy la menor de sus hijas y aunque la perdí con nueve años, su sombra me sigue amparando, era tan grande...

sábado, 3 de marzo de 2012

Sueña que sigue soñando

Sueña con estrellas de colores brotando de su cuerpo, sueña con campos sin obstáculos, sueña con la inmensidad del espacio mientras se lava los dientes uno por uno, con sumo cuidado, como si limpiara amorosamente el viejo collar de perlas que heredó de Eva, a través de generaciones enteras.

Con la boca llena de espuma con sabor a menta se asoma a la ventana, retira el visillo y descubre a su adolescente vecina, una joven rubia, flaca, hermosa y rabiosa mujer que la contempla con los ojos anegados de admiración.

Es curioso, alcanza a pensar mientras cambia de lado el cepillo de dientes, nunca le molestaron los chillidos de aquella joven que intentaba cantar como Amy Wenhouse, nunca le irritaron las peleas de ésta con su madre, pero sí le intrigaba el llanto, que a veces venía de la casa de sus vecinos, era como el llanto de un niño, con hipidos y estremecimientos. ¿Qué haría llorar a aquella adolescente? Pero se retiraba porque le daba vergüenza meterse en la vida de otras personas.

Esa misma vergüenza la siente ahora ante el cuerpo de la chica, se retira inmediatamente sintiéndose culpable. Pero: Un momento, es ella quien se está metiendo en su casa, es la joven quien se asoma a su vida, es ella quien debería sentirse avergonzada. Sin embargo culpa a su halo de estrellas por la fascinación que ejerce sobre la chica.

Vuelve a la cama con la boca limpia y fresca, su cama es el campo libre de obstáculos que imaginaba instantes antes, la sábana roja es la tierra tropical que la acogió cuando llegó al mundo, el frío es el clima de la ciudad que la recibió hace muchos años y la noche es el marco en el cual se abandona hasta que los dedos del sueño recogen sus músculos cansados cada noche.

Un segundo antes, cuando apenas se está elevando de su lecho presiente el cuerpo de la joven en el pasillo, la intuye titubeando frente al espejo del recibidor, imagina las largas y flacas piernas saltando de baldosa en baldosa hasta colocar su humanidad debajo del marco de su ventana y en ese camino se ven sobre el piso, abandonadas a su suerte, las piezas de ropa con que se suele vestir.

Desnudo aquel esqueleto joven se mete en su cama, se acurruca a su lado pretendiendo calentar sus huesos y el calor de sus huesos dibuja un hombre que se acerca en celo. El esqueleto adolescente desaparece y la mujer se enciende por recorrer esas venas, por aferrarse a esas enredaderas azules bajo la piel blanca.

viernes, 2 de marzo de 2012

La barca se hizo al mar...

Préstame una canción que digiera esta tarde.
Aún conservan mis ojos el claro-oscuro tinte de ese otoño
Y...préstame también para sobrevivir la noche
una nueva ilusión, una esperanza vieja
que esta primavera tristemente tardía,
reverdecerá el jardín, que aún conservo en mi pecho.

Luego podrás marchar,con tus deseos por guía,
tus ansias de saber, te cubrirán la espalda
Y ese rayo de sol, escapado al crepúsculo
de la terriblemente oscura noche de Escorpio.

Si en alguna ocasión perdiera el camino
tu corazón nublado, temblorosas tus piernas,
al caminar cegado por tierra cenagosa,
anegara tus ojos una desagradable pena

Piensa un instante en mí, por ese hilo,
de un pensamiento intenso
te haré llegar tu canción, con este dulce sueño...
Te servirá de barca, tocarás puerto.

La barca se hizo al mar
y el marinero no cesa de remar...

María Teresa Cobos Urbano, Algarinejo, Diciembre de 2002.