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Salud y fuerza

jueves, 21 de febrero de 2013

Retratos idílicos


El piélago azur estaba hoy muy sereno; apenas unas pequeñísimas olas llegaban a la orilla, como extenuadas, sin fuerza siquiera para acariciar la arena rubia. 
Desde  su atalaya, imaginó qué habría después de ese tranquilo mar que contemplaba, ¿quizá otro mar azotado por el díscolo Eolo y sus doce hijos?
Sonrió al pensar que acaso Zéfiro, el hijo más apacible del dios del viento, estaría ahora allí, en su mar.
Fantaseó imaginando allende en lontananza, más allá de ese océano manso, otro mar enfebrecido en lucha con un barco pirata, donde un marinero de cabellos blondos trataba inútilmente de  impedir que el navío zozobrara. Se figuró que el marino, apenas un niño, comprendía que llegaba su hora y en su mente exasperada sólo veía  las lágrimas de su madre al despedirse de él, los verdes y extensos prados de su Irlanda natal y las aguas cristalinas de sus ríos, dónde se bañaba con su amigo Ian en los días de verano.
El ruido de una bocina le despertó de  su ensueño. Era la nave que traía y llevaba pasajeros de una isla a otra, moderno, enorme y  repleto de gente que miraba hacia tierra.
Juanjo, volvió a la realidad; tenía que volver al trabajo, a su rutina de oficinista.
Los poetas y la modernidad no estaban hermanados, se dijo abatido mientras arrancaba el automóvil para sumarse a la caravana de conductores estresados.

sábado, 16 de febrero de 2013

Maniqui

            





            La cara de mi amiga cuando decidí comprar aquel maniquí fue como una sentencia: loca.
            Yo me asusté, sin embargo gasté mis pocos centavos sin pensar en que no podríamos tomarnos ese café que le había prometido, ni ir al cine, en cambio podía llevarme ese cuerpo de plástico a casa, lo pondría en el pasillo…
            Eso hice.
            Llegué a casa, coloqué el maniquí en el pasillo y me senté de frente a contemplarlo, al cabo de un rato un impulso me obligó a desarmar su cabeza y encontré un nudo de imágenes bastante apretado y que sin embargo empecé a tirar cuidadosamente para ver lo que había: así, me vi a mi misma limpiando mi casa, tirada por el piso arrancando la vida de las paredes, sintiendo en mis manos girones de comidas, pelotas de pelos que alguna vez brillaron y se ondearon al viento, voces roncas, suaves, amorosas o crueles; también sombras de presencias amadas.
            Luego, me fui a la cama y puse la pelota de imágenes en mi mesita de noche. A veces, las estupideces ayudan a vivir, a lo mejor mañana encuentro...

Incompleta

             Uno, dos, tres, cuatro, cinco… ahí están todos, cinco dedos en la mano derecha, cinco en la izquierda, al igual que mis pies. Y si avanzo hasta la cabeza con mucho cuidado voy encontrado todo lo que ha sido mío desde que nací.
            Ahí está todo lo que la naturaleza tuvo a bien almacenar entre mis huesos, incluso lo intangible, eso llamado inteligencia, pensamientos y memoria. Es verdad, todo eso está ahí y para demostrárselo le diré mi nombre: soy Cual y sin embargo no estoy completa, me falta mi Tal.