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Salud y fuerza

lunes, 31 de octubre de 2011

Esta tarde de noche prematura

En esta tarde de noche prematura, cuando los relojes protestan por andar con los pasos cambiados, leo tus versos, y sólo espero el crepitar de las castañas salpicas por la sal y el fuego. Soñando compartir con los difuntos, cuando salgan a ver las flores. Mientras tanto, recuerdo, a la gente en romería florida, camino del camposanto, en un ir venir sin prisa, charlando de las cosas de la vida con vecinos venidos de lejos para tal ocasión. Novedades ocultas a las ánimas, que se perdieron la tele, el móvil y algunos, incluso el Skype. Sin esos adelantos en su poder, ahora se hace difícil la comunicación. Antes salías al corral, y bajo la higuera sin hojas, convocabas al difunto, que presto acudía de cháchara horas y horas, con todo el tiempo del más allá. En los andurriales de hoy en día, la cobertura anda muy mal, y las ánimas no se ponen al habla. Sigue el rito, pero sin sabor ni estilo, ya no están los puestos de castañas en el camino, ni el aroma de los boniatos asados. Ahora se ve mal charlar con los difuntos. Para no ser menos, sueltas el ramo florido, como tu vecino, y sales corriendo a buscar el auto, que raudo te aleje del cementerio, para el caso ahora se dice parque cementerio. Y te repites mil veces, que para el año que viene encargas directamente a Interflora que lleve las flores al pasillo tres, fila segunda, nº 2015. Piedra miguelbueno.blogspot.com

domingo, 30 de octubre de 2011

Noche de difuntos

Esta es una noche para reirnos del miedo, buscando en el sótano de mi antigua seta encontré esto, espero que os guste y os asuste, pasaron 5 años...

Espíritus confusos.      

— ¡Don Pedro! ¡Ay, que desgracia tan grande, don Pedro! Pasó otra vez, pasó de nuevo... luego dicen que no pero nosotros, mi marido y yo, lo vimos con nuestros propios ojos.
— Corina... perdona pero ya te dije que yo no creo en almas en pena.
— ¡Ah, no! Eso sí que no, que no me diga usted que no. Anoche lo vimos otra vez, mi Fermín y yo, lo vimos, don Pedro, y le juro por las cenizas de mi padre, que era un ánima del purgatorio.
— ¿Qué visteis exactamente?
— La luz. Esa luz otra vez en el techo. Aparece a las doce de la noche y dura un rato. Mi Fermín y yo no paramos de rezar, porque esa ánima seguro que anda en pena y quiere que le recen. Ya fui a casa del señor cura, para encargarle una misa y...
—Tranquilízate mujer, vamos a hacer una cosa; esta noche duermo yo en tu casa. Quiero ver de una vez un ánima y si tú aseguras que...
— ¡Ay, por Dios y la Virgen! ¡Qué cosas tiene usted don Pedro! No me vacile usted que esto es cosa seria, cosa del otro mundo.
—Si yo no me burlo, que ya te digo que a mis cincuenta y cuatro años, aún no he visto ningún espíritu, y mira que los he buscado, pero nada...
—Pues esta noche, le aseguro que va ver uno, ¡se lo juro! Si viene usted a mi casa y se acuesta en mi cama, porque mi Fermín y yo nos vamos a quedar en casa de mi madre. Que estas cosas del Más Allá son cosas oscuras y yo no quiero saber nada, ¡ay, qué desgracia tan grande!
La noche cae y don Pedro, entre excitado y jubiloso, se dirige a casa de Corina. ¡Acaso esta noche vea por fin un ánima!  ¡Anda que no había él buscado contemplar un fantasma o algo del otro mundo y nunca lo había logrado!
Sí, como aquella vez que iba caminando, una noche enlutada y fría cerca del cementerio, que por allí pasaba el camino que llevaba al pueblo. Caminando y silbando iba él, cuando de pronto un ruido — ¡ssshhh!—, le hizo parar en seco. El corazón le comenzó a latir con fuerza, no lo negaba, tan cerca del camposanto y en mitad de la noche...—¡ssshhhh!— ¡ Otra vez! ¿Alguien me está silbando? Había pensado inmediatamente que algún gracioso quería darle un susto, pero sin dejar de cavilar que un muerto le hacía señales.
¡Ssshhhh!
¿Otra vez? ¿Quién anda ahí?—había preguntado, algo nervioso...
¡Sssshhh!, —le habían contestado.
Observó el cementerio, oscuro, apenas visibles las sombras de los cipreses, y su vello se erizó espontáneamente. ¡Coño!— se dijo— es un espíritu que me está silbando. Tantas ganas le entraron de correr y alejarse de allí, por el pánico, como tantas ansias, su curiosidad morbosa, le insistía en averiguar que eran aquellos sonidos.
Y se acercó al camposanto, —¡Sssssshhh!—, parecía que el sonido era cada vez más nítido, más cercando —¡Sssssshhhh!—, sí, habría de ser un alma, atormentada por sus pecados... —¡Sssssshhhh!— Estaba cerca, muy cerca... ¡ Puñeta!, ¡Le había caído agua a la cara!, ¡Lo estaban mojando!
Y entonces supo que era aquel sssshhh...
¡ Sssshhhhh!—sonó otra vez— ¡ Jesús! ¡Era sólo una tubería de agua; el acople de una tubería que estaba un poco desencajada!
Don Pedro, estaba ya llegando a casa de Corina, mientras sonreía recordando el incidente de la dichosa tubería y su terror... en verdad, que nunca había podido comprobar que existían los espíritus, por ello, no creía en los espíritus.
— Entre, don Pedro, entre —le dijo doña Corina, semioculta detrás de la puerta. Mejor que nadie se enterara de todo aquel trastorno, preferible que la gente no andara metiendo sus narices.
— ¿Dónde está tu cuarto?
— ¡Ay, Don Pedro, es aquel del fondo! Yo no entro, mi Fermín está cenando, ahora viene.
— Bueno... pero me habéis de decir dónde sale esa luz. Ya van a ser las doce.
— ¡Fermín! ¡Ven acá que ya llegó don Pedro!
Ahí aparece Fermín, la cara pálida, el caminar vacilante.
— Pero, hombre, ¿cómo tienes tanto miedo?
— Don Pedro, le aseguro que ahí dentro hay un ánima.
—Bien... ya abro la puerta.
— ¡Cuidado!
— ¡Coño, me estáis asustando! ¿Dónde es que aparece la luz?
—Allí en el techo... espere un poco, ya la verá.
Minutos pasan que parecen siglos.
—Pues yo no veo nada.
—Espere, espere... ¡Mírela! ¡Mírela en el techo! ¡Ay, san Policarpo bendito, ampáranos! —aúlla Corina santiguándose. 
¡Coño! Pues es verdad que hay una luz, mortecina y permanente... ¿qué...?
— ¡Ay, qué ánima atormentada será esa luz! ¿Qué quieres ánima bendita?, ¿Misas? ¿Rezos?
— Cállate Corina, que me estás poniendo nervioso...
El piso, la luz sale del piso... el piso es de tablas, que están ya muy viejas y con agujeros por aquí y por allá.
Don Pedro, tapa con su pie el agujero por donde sale la luz.
— ¿Veis ahora la luz? —comenta burlón.
— Ahora no... —balbucea Corina.
Don Pedro quita el pie y la luz se refleja de nuevo en el techo.
— ¿Y ahora?—pregunta.
— ¡Ahora sí! —grita la mujer mientras el marido, desencajado, no dice palabra.
— ¿Quién duerme abajo, Corina?
— ¿En el sótano?, mis chicos.
—Diles que apaguen el quinqué y ya no veréis al ánima esa... ¡coño!
Y don Pedro sale del cuarto; rabioso, defraudado. ¡Otra vez fue sólo una ilusión! ¿Cuándo diantre iba él a ver un espíritu?
— ¡Si no existen los espíritus, carajo! —se recriminó enseguida, indignado ante su obstinación de aspirar a conocer algo imposible.
En la habitación de Corina y Fermín, la fosforescencia mortecina sigue en el techo pero el matrimonio se acuesta tranquilo; en cuanto los chicos sofoquen el quinqué se apagaría la luz. No saben que los muchachos duermen ya a pierna suelta desde hace rato y en tinieblas absolutas.
La luminiscencia se agranda en el techo formando una silueta nebulosa que ondea sobre las cabezas del matrimonio que ya duerme apaciblemente. Corina se tapa con el cobertor instintivamente; hace frío, mucho frío…             Fin.
Espuma.
 
EL MUERTO FUMADOR
Elvirita, de mediana edad, era una mujer poco agraciada, más bien corta de estatura. Resaltaban en su cara unos ojos prominentes que casi salían de sus órbitas cuando ponía vehemencia en sus relatos. Hablaba y hablaba. Tanto hablaba Elvirita que desesperaba a cualquiera, pudiendo pasar con pasmosa facilidad de un tema a otro sin apenas dejar al interlocutor introducir alguna frase. Había amigas y conocidas que le huían, y cuando la veían allá a lo lejos, torcían por la primera esquina para evitarla. Decían en el pueblo que era capaz de aburrir al  caballo de un columpio. Cierto.
Pero, además, hablaba a tal velocidad que por momentos apenas se le entendía. Gesticulaba a más no poder para apoyar su discurso, llegando incluso a golpearte el pecho en las fases estelares de su paroxismo verbal.
Aquella mañana de verano Diego paseaba tranquilamente leyendo el periódico. Absorto en su lectura, fue sorprendido por el atronador saludo de Elvirita.
-          Hola, Dieguito, cómo me alegra verte. Hace tiempo que no tenía el gusto de charlar contigo. Como no viniste al funeral de mi padre…
-          Oh, perdón, no sabía que tu padre…
-          Sí, sí, mi difunto padre, que en gloria esté, murió hace ya más de dos meses. Lo que pasa es que como tú vives fuera no te has enterado. Sabrás que el pobrecito padecía de los bronquios desde hace mucho. El tabaco se lo ha llevado por delante, pero era la única distracción que le quedaba. ¿Cómo íbamos a negarle ese placer? Una semana antes de fallecer el ahogo era terrible. Apenas si podía acostarse, y las noches las pasaba sentado en la butaca, con el oxígeno en la nariz y el cigarro entre los labios.
-          Pero con el oxígeno…
-          Ya lo sabía, no me interrumpas. Todo el mundo sabe que tomando oxígeno no se debe fumar porque puede explotar la bombona, pero yo no tenía arrestos para prohibírselo. Además, pienso que la nicotina es menos mala si lo que entra en el pecho es humo oxigenado.
-          Ah, en ese caso…
-          Pues así es. Lo cierto es que el pobrecito casi no podía respirar. Angustiaba verlo con los codos apoyados para conseguir meter algo de aire. Era como un fuelle muy estropeado. Qué lastima daba. Así que no tuvimos más alternativa que llevarlo al hospital. Lo metieron en la ambulancia igualito que como estaba en el dormitorio, con el oxígeno y el cigarro. El practicante tuvo intención de quitarle el ducados de la boca, pero mi padre sacó fuerzas de donde pudo para lanzarle una fulminante mirada que le hizo desistir al momento.
-     ¡No me digas…!
-          Claro que te digo, ya sabes que él era un hombre de carácter fuerte. No se le podía llevar la contraria, incluso en circunstancias terminales como te estoy contando. Y no me interrumpas más, por favor, que no dejas hablar a nadie.
-          Perdona, mujer.
-          Tres días aguantó, y por mucho que hicieron los médicos nada pudo salvarle. El día catorce a las siete de la mañana expiró. Era domingo, por más señas. Lo trajeron a mi casa para velarlo como Dios manda. Dos vecinas me ayudaron a amortajarlo. Le pusimos su traje favorito, uno de pana con chaleco. Entiendo que en julio no es la ropa más apropiada, pero tenía debilidad por esa indumentaria. Poco a poco fueron llegando a casa vecinos y conocido a darle el adiós definitivo, y a consolar a la familia. Estábamos destrozados, muy apenados y cansados. Yo tenía la cabeza embotada de tanta emoción y falta de sueño. Aún así, me vino a la cabeza un pensamiento: ¡qué mala suerte ha tenido mi pobre padre! Ha tenido que morir en domingo, el único día que cierran los estancos. Seguro que allí, donde ahora esté, también estarán cerrados. ¿Qué puedo hacer? No debo dejar las cosas así. A pesar del cansancio, salté de la silla y corrí al dormitorio. En el primer cajón de la mesita quedaba un cartón entero de su tabaco. ¡Qué previsor era el viejo! Volví rápido a la gran sala y, a la vista de todos, introduje una cajetilla de ducados en el bolsillo derecho de la chaqueta de pana. Me senté aliviada. Ahora mi querido difunto podrá sonreír satisfecho desde el otro mundo. Pero al momento mi amiga Juana me preguntó: ¿Le has puesto también un mechero? No, no había caído en ese detalle. Y ahora, querido Dieguito, te voy a contar lo que ayer me ocurrió con Carmela, la vecina de mi prima Encarna…
 
El pobre Diego, entregado, asintió con la cabeza. No quiso decir ni mu por no encolerizar a Elvira, la hermana de su mejor amigo.
 
LAGARTIJO.

En vida.   


La maestra se había topado con una clase muy inconsciente. Todo el día eran altercados, enfrentamientos, violaciones; en una palabra la violencia era la norma que imperaba en clase. Harta ya de sus escasos esfuerzos por enseñar, señalaba con su regla al alumno más rebelde, que iba desmoronándose en el mismo instante bajo la frase lapidaria: “Sólo se aprende en vida”.
Por Jimul

“La reina”


Este día había convocado a los espíritus. Era un día gris, plomizo, lluvioso, no con una lluvia encalma, llovía con aguaceros como de tormenta y el empedrado de la calle relucía con cada relámpago. Parecía un día de invierno, cuando aún estábamos en el mes de los difuntos.

Angustias temía que su difunto Paulino (que Dios guarde pronto en su seno), resbalase en esa calle y se esnoclase  por segunda vez. Ya lo había hecho hace 16 años y desde entonces vagaba por las calles del pueblo. Claro que ella lo tenía muy fácil, cada vez que sentía necesidad de consultar algo, lo convocaba y su difunto, a veces solo y otras, acompañado de parientes, acudía a su llamada.

Hoy tenía lo de su Carmela, y aunque el día no acompañaba era urgente la consulta. Su Carmela se había subido a la ventana antes de tiempo, y el cura para casarla exigía que fuese de madrugada y de color. El cura, como otros muchos, se había autonombrado guardián de las virginidades ajenas y no permitía que una preñada se casase de blanco.

A ella, lo de la madrugada no le parecía malo, casándose al amanecer, tenían todo el día para ellos y les podía cundir. No pasaba por lo del vestido, nadie tenía que pregonar la desgracia de su hija.
Parece que la estoy viendo, como si fuese ayer. Entraba en el cuarto largo junto al patio y dejaba la puerta entreabierta para que los espíritus pasasen cómodamente. Apoyada en la cañavera de la escoba, en una esquina, discutía con su difunto:

- A lo hecho, pecho.
- No es eso. Es que no es quien para meterse con el vestido.
- Mujer, no puedes discutir con el cura. El que manda, manda.
- Y tu hija, ¿Qué dice?
- Ella calla, lo que digamos nosotros.

Angustias, para salir a la calle, se colocaba su pañuelo negro en la cabeza y se le subía el orgullo a la cara, entonces parecía afilarse un poco más la nariz y la mirada se hacía más penetrante. Conocía que el poder suyo de convocar a los espíritus era  solo de algunos señalados y andaba muy erguida, como una Reina.


(Angustias, trabajaba en casa de mis suegros y ejercía  de espiritista, consultando y transmitiendo  recados a los espíritus. En el pueblo era conocida como Angustias “La reina” y en realidad su prestancia era tan llamativa que el apodo le venia como anillo al dedo.)   

Piedra.



FILEMÓN y EL MAR.


Filemón era un viejo pescador que vivía en un tranquilo pueblecito costero, en una cabaña a la orilla del mar. Gustaba el hombre de ir todos los días de pesca, así que se levantaba a media mañana, tomaba su caña y su perra, caminaba descalzo los pocos metros de arena que separaban su casa del mar, y se acomodaba en una gran piedra durante horas, arrullado por las olas y los suaves chillidos de las gaviotas. Y así transcurría su vida, en una apacible rutina.
Hasta que un día, algo cambió. Unas máquinas enormes llegaron al pueblo y se acomodaron justo frente a su casa, donde comenzaron a trabajar en medio de un ruido infernal. El anciano creyó que sólo se trataría de un caño roto o algo así, pero triste fue su sorpresa cuando supo que se estaba construyendo una autopista. Más de uno protestaba, reunidos en el bar del pueblo, pero Filemón no decía nada, sólo se sentaba cabizbajo y pensativo, mientras su casilla era sacudida día y noche por las insufribles maquinarias.
   Cuando la autopista estuvo terminada, el infierno no cesó. Los coches, camiones y motocicletas que pasaban a toda velocidad haciendo un ruido capaz de despertar a un muerto, habían acabado con la pacífica vida del pueblo. Por si fuera poco, los enormes postes de iluminación colocados a ambos lados del camino mantenían la pequeña cabaña del pescador en constante claridad, incluso en medio de la noche. Durante el día, el viejo  pasaba largos minutos intentando cruzar en escandaloso camino y llegar al mar, pero ya nada era lo mismo; hasta parecía que los peces habían huido espantados por el ruido. La playa se llenó de basura y se respiraba un penetrante olor a gasolina todo el tiempo.
   Pero pronto, comenzaron los sucesos.
   Tres veces había ido una mujer a la comisaría a denunciar haber visto en medio de la noche a un motociclista sin cabeza pasar a toda velocidad, para ir a dar entre unos matorrales y desaparecer. Los oficiales no le habían prestado atención, hasta que, ya hartos, la acompañaron y  hallaron el cadáver. Pero por más que buscaron y buscaron, la cabeza no apareció.
   La mujer ahora contaba a todo el mundo su visión “¡Era un tío sin cabeza, lo vi pasar en la moto a todo lo que daba hasta que se estrelló!” Algunos le creyeron, otros supusieron que sólo habría visto el cadáver y estaba mintiendo o imaginando.
   Pero no pasó mucho tiempo antes de que otros motociclistas acéfalos fueran hallados a la vera del camino, con sus cabezas misteriosamente desaparecidas.
   Ocho fueron hallados.
   Para peor, siempre ocurría de noche. Incluso, algunos automovilistas habían empezado a percibir una extraña fuerza, siempre nocturna que, como un poder invisible, golpeaba los coches al pasar por el lugar.
   Si bien no faltaron curiosos y unos cuantos psíquicos y parapsicólogos tratando de dar con el fantasma o la fuerza misteriosa que habitaba el lugar, lo cierto es que cada vez menos gente se atrevía a pasar por allí, con lo que la autopista comenzó a quedar progresivamente desierta. La arena del mar empezó a ganar terreno, tomando nuevamente lo que era suyo, y el asfalto fue quedando sepultado.
   Los decapitados dejaron de aparecer tan súbitamente como habían aparecido hasta que, un tiempo después, algunos niños comenzaron a encontrar calaveras en la orilla del mar. La única deducción que la policía pudo hacer fue que se trataba de las cabezas de los muertos, sin embargo, por más que investigaron, no lograron desentrañar el misterio. Con el tiempo, todo fue quedando en el olvido, salvo la maldición de la carretera, que ya no era más que un gran banco de arena, por lo que quedó definitivamente desolada, al menos en ese tramo. Tal era el desuso que hasta se le cortó la iluminación.
   Filemón, contento con su paz recuperada, descansaba en su cabaña, nuevamente al lado del mar. Dormitaba disfrutando del silencio, cuando vio a su perrita jugando con algo. Se lo quitó y vio que era su viejo rollo de sedal transparente reforzado.
   -Vaya, menos mal que me lo has recordado, bueno fuera que nos atraparan por ésto ¿eh?- y guiñó un ojo al animalillo
-         Ven, vamos a echarlo al mar- y ambos se dirigieron al murallón abandonado. Filemón tiró el sedal y, enseguida, unos cuantos peces se arremolinaron en torno a la madeja, luchando por atraparla. El anciano sonrió: “Venga, pescados tontos, que esto no se come, a ver si van a creer que les voy a tirar cabezas todos los días”.
 
    Con su habitual serenidad y la perrita correteando a su alrededor, se alejó hacia su piedra, se sentó y arrojó el anzuelo. Siendo un hombre de creencias, mientras pescaba elevó ocho padrenuestros y un pésame. Y pronto se durmió, arrullado por las olas y los chillidos de las gaviotas.
 
NOFRET

A la luz de la luna en un cementerio  
       -          ¿Virginia?
-         Si.
-         ¿Escuchas eso?
-         Parece el llanto de una mujer.
Una mujer llora a la luz de la luna arrodillada frente a una tumba, sus manos temblorosas esconden su cara mientras las lágrimas ruedan por entre los nudillos de sus dedos. En su interior se agitan los demonios del dolor, se pelean y se devoran unos a otros provocando espasmos en su estómago, de vez en cuando aparta las manos de su rostro y mira al cielo como buscando ayuda.
 
-         Nadie la va ayudar Virginia, nadie es capaz de colocar una cálida
mano sobre su sexo, nadie susurrará a su oído la fórmula mágica para disolver el dolor. Está sola, definitivamente sola, con ese conocimiento anticipado de la frialdad de su futura tumba.
-         ¿Qué hace ahora?
-         Se mueve de manera muy extraña.
-         Creo que es una absoluta grosería espiar de esa manera el dolor
ajeno. Deberíamos irnos a donde nos corresponde.
-         Oh no, no tengo ganas de volver a la tumba. Ve tú si lo deseas. Yo
quiero seguir viendo a esa pobre mujer a ver qué hace.
-         Lo que todas hacemos: llorar hasta que los ojos se convierten en
dos enormes globos rojos, gemir hasta que la garganta se nos reseque, clamar al cielo pidiendo explicaciones.
-         No entiendo porque las reclamamos si nunca nos satisfacen.
-         Ni yo. Pero quiero seguir mirando, tal vez ésta sea diferente.
-         No, nada cambiará, las mujeres seguiremos llorando hasta el fin
de los días.
-         Aquella nube se acerca a la luna. Dentro de unos instantes la
cubrirá totalmente y no podremos ver nada, por unos instantes el mundo material desaparecerá y entonces...
-          Entonces ya ella se habrá calmado, se secará los ojos, enviará
con la punta de los dedos un beso al habitante de la tumba y lentamente se pondrá de pie, caminará unos pasos sin darle la espalda hasta que la prudencia entre en su cerebro y le ordene volver la cabeza del lado correcto, enderezar el cuerpo, erguir la espalda  y seguir adelante.
Ahora todo es tiniebla, un enorme nubarrón cubre la luna y un extraño aroma a nardos inunda la tierra.
-         ¿No te gustaban a ti los nardos, Virginia?
-         Si. Pero no es ésta la época.
-         Sería maravilloso llenar nuestros jarrones con nardos frescos,
como antes, ¿no te parece?
-         Oh, los nardos sobre el escritorio y la luz del atardecer dibujando
los rostros de mis personajes sobre la madera.
-         ¡Mira!
La mujer se endereza lentamente, coloca los brazos a cada lado de su cuerpo y por unos instantes se queda rígida mientras la luz de la luna empieza a bañarla desde su hombro derecho, como si una mano invisible la dibujara con trazo firme pero muy suavemente. Luego, una vez que la figura está completamente nítida, su cuerpo empieza a temblar, parece un tallo estremeciéndose al viento al borde de algún lago ignoto, su cuerpo no cesa en su movimiento y parece ensancharse con éste. Al cabo de unos segundos de expansión, el cuerpo se dobla exactamente por el ombligo y se acampana a la altura de las rodillas formando una especie de cáliz negro que poco a poco se va dividiendo en numerosos y delicados pétalos que a impulsos de la brisa se van abriendo dejando en libertad el entrañable aroma a nardos.
-         No es hermoso Virginia, que aún después de tantos años, los
nardos sigan dibujando personajes.
-         ¡Hermoso! 
por Gladys 
 
 
Noche de fantasmas
   
Hoy, 1 de noviembre, vísperas de difuntos, es noche de contar historias, este año hace calor, demasiado calor para el otoño, sin embargo me viene a la memoria otra noche como esta, hace mucho tiempo, quizás demasiado, con mucho más frío fuera de la casa, al calor del brasero, sentados todos alrededor de la enorme y redonda mesa de camilla, muchos niños, la madre, la tía, una abuela, la otra había fallecido el año anterior en esa misma casa, en la habitación contigua, el padre y el tío ausentes, y una criada que era como otra abuela para esos niños, yo era la menor de aquellos hermanos y aunque no recuerdo cuantos años debía tener por aquel entonces, si recuerdo estar en el regazo de mi madre y dormirme allí casi siembre, pero esa noche no, no creo que nadie durmiera en esa casa...
Mi padre había ido con mi tío a Madrid,
-         ¡ A resolver unos asuntos importantes!, decía mi Madre,
-         ¡ Para no cargarse a un tramposo!, decía uno de mis hermanos que lo había oído por ahí.
-         ¡Lo han metido en un lío político! Y se quiere perder un tiempo, decían otros rumores en el pueblo.
Los niños no entendíamos de asuntos de mayores así que veíamos la marcha de mi padre como algo raro e innombrable y a pesar de las habladurías, la presencia siempre tranquilizadora de mi Madre, quién llamó a su Madre, la abuela la cual acudió rápido en su auxilio, trayéndose a su vez a la tía , con la cual vivía en la Capital, la una viuda y la otra soltera formaban una pareja inseparable y encantadora. Así para quitarnos los miedos y las desconfianzas y aprovechando la ausencia de mi padre diabético, nos hacían los dulces más dulces: cajetas o dulce de leche, huesos de Santos, yemas de Santa Teresa... y un largo etc, a dulce por noche, mientras esperábamos extrañados que por fin apareciera mi padre, nunca había estado fuera solo tanto tiempo...
 
La vieja criada, Angustias, que andaba por las esquinas hablando con su difunto esposo, y asustándonos a los niños con las historias del más allá, le había dicho a mi madre que mi padre vendría hoy. Se lo había dicho su marido la noche antes y por cierto, hoy no podía venir a trabajar a casa porque al ser día de todos los Santos, tenía mucha tarea, ya que todo el pueblo se acordaba hoy de ella y le pedían noticias de todos las ánimas benditas, por lo que se pasaría el día encendiendo mariposas en aceite, para que el difunto esposo viera que había ocurrido con los difuntos de las vecinas.
 
Mi madre no creía en esas cosas, pero Angustias las daba por tan ciertas...Además su físico la apoyaba pues al ir siempre de riguroso luto, la nariz aguileña, la cara huesuda con un cutis muy fino y la barbilla afilada apuntando a la nariz, solo le faltaba la verruga en la nariz para parecer una auténtica bruja.
 
Esa noche, como ya dije, andábamos comiendo cajetas y relamiéndonos de gusto todos alrededor de la mesa de camilla, cuando se fue la luz, cosa muy corriente en las noches de lluvia, pero era día 1 de Noviembre, nos levantamos todos de un salto a buscar las lamparillas de aceite, se cayeron al suelo las cucharillas con las que momentos antes comíamos las cajetas y con el estruendo no oímos la llave con la que mi padre abría la puerta, lo que si oímos fue una fuerte voz en el salón oscuro:
-¿ Es que no viene ningún niño a darme un beso?
El grito fue unánime, mi madre casi pierde el conocimiento y mi padre no acertaba a comprender lo que estaba sucediendo...
 
Eran las doce de la noche....El día de los difuntos..
 
Pitufa rosa.

lunes, 24 de octubre de 2011

GRACIAS !!! OS ENVÍO MI CORAZÓN


Queridos amigos, es difícil encontrar las palabras para
agradecer el tan hermoso y emotivo obsequio que me habéis
hecho llegar. Cuando mas me oprimía la nostalgia al ir
despertando de lo que mi alma solo podía interpretar como una
fantasmal pesadilla, cuando veía solo un mar de desencantos
y habían disminuidos mis fuerzas para ahogar un poco la
agonía de la ausencia, llegó hasta mis ojos y pronto acariciarán
mis manos “Algo para contar”. Será un libro en el que vivirán
seres muy queridos acompañando mis noches sin sueño.
Cuanto esfuerzo os habrá costado reunir esos preciosos racimos
de letras pletóricos de recuerdos y cariño para vuestra Nofret,
para mi Merceditas, para ese sol que iluminaba mi vida hoy
en penumbras.
Se que lo hicisteis para transmitir un bálsamo a mi corazón y
hacerme saber lo que desde el primer momento sentí, que os
tengo muy cerca de mí, que ese inmenso océano que nos separa
se hace muy pequeño ante la grandeza de la palabra amistad.
Gracias, gracias a todos mis entrañables amigos; “Algo para contar” estará junto con las cosas mas bellas, los recuerdos de
mi dulce niña.
Nuevamente gracias !!! os envío mi corazón.
Mabel.

domingo, 23 de octubre de 2011

La diva del cuerpo


Esa tarde de sábado pasó por su vida igual que todas las tardes de sus sesenta años. Comió en el restaurante de siempre, donde los sábados tenían paella en el menú. Claro, igual hubiese pasado si fuera risoto, ya su boca no distinguía sabores y gracias que aún podía distinguir lo frío de lo caliente, sino estaría listo.

Colocó los cubiertos de manera correcta y su mente formó la misma frase de todos los sábados, estos nuevos camareros no saben servir una mesa como Dios manda. Como queriendo no escucharse, fijó su atención en la playa y en el mar. Había pocos bañistas a esa hora y el cielo estaba lindo. Aunque le gustaba lo que veía ni siquiera pasó por su mente la idea de bañarse. No era época para estar moreno.

Una nueva camarera lo atendió con una gran sonrisa. Él lo agradeció pero no le devolvió el gesto a la chica, al contrario, con el tenedor iba separando los mejillones, las gambas, las almejas en un círculo al borde del plato, una vez estuvo satisfecho del resultado empezó a comer el arroz y las verduras dejando para el final los sabores del mar.

A medida que su boca chupaba las conchas de las almejas pensaba en todo lo que tenía qué hacer después de dormir la siesta, los sitios donde debía recoger sus encargos, calculó el tiempo que tardaría entre uno y otro, dando por descontado que al ser sábado la ciudad no estaría muy congestionada, así que no se encontraría con ningún atasco, por si acaso tenía tiempo. Su siesta era sagrada.

Terminó de comer y con el café bebió su copa, lo hizo lentamente mientras su cerebro componía la escena de su noche de sábado con todo lujo de detalles, incluso revivió las emociones, su carne temblaba entre las piernas y sintió que la parte de su cuerpo ya muerta, daba ciertas señales de vida, lo que le produjo mayor placer aún.

Entonces tuvo ganas de prolongar el placer, un orgasmo en la terraza de un bar frente a la playa es un buen marco para revivir la carne flácida, incluso… ¿por qué no? No, mejor no entretenerse con otras cosas, el propósito de su vida estaba decidido y no era hombre de estar cambiando de un día para otro como cualquier jovencito inexperto. Su fama de estricto y recto le había costado años de arduo trabajo en el cuerpo, una reputación militar no se hace de un día para otro.

Sacudió la cabeza para espantar los pensamientos moscas que revoloteaban a su alrededor, pidió la cuenta y dejó el dinero firmemente asegurado, para que el viento no se llevara sus billetes. Se marchó.

Cumplió con la ruta establecida y se preparó para dormir la siesta, cuidando que nada se estropeara, no soportaría desentonar en un día como ese.

Cerca de la media noche, dos jovencitos apenas si pueden mantenerse en pie, el piso se mueve a un ritmo diferente de su par de piernas, el más jovencito y con corte de pelo militar le pide a su amigo que lo lleve a cualquier sitio. Necesita tomarse algo para evitar el mareo.

Su amigo que tampoco puede ver muy bien a causa del alcohol, lo va arrastrando como buenamente puede hasta una terraza que está medianamente llena de hombres de cierta edad que palmotean y lanzan gritos desaforados.

¡Guapa! ¡Guapa! ¡Guapisimaaa!

En una de las mesas libres, el joven deposita a su amigo, sin ayudarle a posar la cabeza sobre la mesa, llama al camarero y le pide que le dé lo que sea para levantarlo. Luego se sienta a su lado, tratando dándole palmadas en los cachetes a ver si reacciona. El camarero le trae lo pedido y a duras penas logra que se la beba.

Después mira a su alrededor y solo ve hombres de mediana edad palmoteando. Parejas de hombres se besan y abrazan para mirar después hacía la terraza en penumbras que se va iluminando lentamente para, pasados los minutos de expectación, descubrir a la diva del cuerpo.

La borrachera se les pasa a los jóvenes, en medio del segundo alarido. ¡Joder con mi capitán!

HE VISTO ALGO (LAGO) DE LUZ EN LA PROFUNDIDAD DE LOS OCÉANOS. EL PROFUNDO THE PROFUNDISMAN ME HA GUIADO EN MIS PRIMEROS PASOS POR EL INCIERTO E INESTABLE FIRME DEL BLOGBLOG... ¿CONTINUERÉ...?
YIMUL, THE PROFUNDIS MAN ME HA INVITADO AL FONDO ABISAL DE UN BLOGBLOGBLOG. ESTOY PERDIDA EN LA PROFUNDIDAD OSCURA Y NO ENCUENTRO LUZ ALGUNA... QUE ALGUIEN ME AYUDE, POR FAVOR...

Abortar Misión: Capítulo 3




INÉS: (Reponiéndose un poco del Golpe. Habla por el móvil.) Soy Inés. El Lince ha sido liberado. Repito. El Lince ha sido liberado. (Guarda el móvil.) ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Necesito ayuda!!! (Inmediatamente la policía se presenta ante la joven.)

POL.1: ¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido? (Ayudándola a levantarse)

POL.2: ¿Se encuentra bien?

INÉS: (Aparentando aturdimiento. Multitud de gente de diversas edades y credos se arremolina para curiosear.) Sí. Es que he sufrido una agresión. La persona que tenía custodiada se ha escapado.

POL.2: ¿El presidente?

INÉS: Sssssssí.

J. MOV: Desgraciada, qué has hecho. Nos has dejado con el culo al aire.
POL.2: Disculpe ¿quién es usted?

J. MOV. Soy el Jefe del Movimiento, responsable de este campamento.

POL.2: Muy bien. Llama a la Central y di que el Presidente se ha fugado, que manden refuerzos para su busca. Tú mientras tanto, vienes conmigo detenido. (A su compañero.) Hazte cargo de ella, mientras llegan los refuerzos. (Media hora después el campamento está desmontado, los ocupantes, detenidos y los organizadores del Movimiento llevados a la sala de interrogatorios de la Comisaría. Un helicóptero de la policía vuela en círculos, intentando dar con el paradero del fugado. Los vecinos, levantados. En pijama, a medio vestir, salen a ver qué pasa.)

POL.3: (Por un altavoz.) Tranquilos, no pasa nada. La situación está controlada. Vuelvan a dormir. Por favor no salgan de sus casas.
VECINO: (Asomado desde una ventana) ¡Ja! ¡Qué chiste! Si todo está controlado, ¿a qué viene tanto follón y tanto coche de policía?
VECINA: (Desde otra ventana, una señora mayor. Con un camisón transparente que deja transparentar sus pechos) Que nos durmamos, con el ruido que hacen. Será una broma.

POL.3: Por favor, les ruego que tengan paciencia. Todo está controlado y en breve podrán seguir durmiendo. Disculpen las molestias. Y por favor, señora, tápese que va a coger frío. (La mujer indignada cierra la ventana, y baja la persiana. En otro lugar, un helicóptero negro aterriza, de él salen tres personas, dos militares y un individuo trajeado. Entran en un coche policial y son conducidos a la Comisaría con extraordinaria rapidez. La comitiva entra en la Comisaría y es saludada por el Comisario.)

COM.: Buenas noches General. ¿Cómo ha ido el viaje?

SR. MORA: Bueno, dejémonos de protocolos, esta no es una visita turística. Vamos al tajo que la situación se agrava por momentos. Dígame Comisario, dónde está la joven que detuvieron. Me gustaría verla a solas, con usted por supuesto. Sin grabaciones.

COM.: De acuerdo, General, como usted ordene. (Ordena a la policía que preparen la sala 1 de interrogatorios.) En breve estará preparada General, ¿quiere un café?



SR. MORA.: No, muchas gracias. ¡Ah, otra cosa! Por favor no me llame General. Llámeme por mi apellido Mora.

COM.: (Estrechándole la mano) De acuerdo, Sr. Mora, el mío es Vidal.

SR. MORA.: Encantado, Sr. Vidal. Espero que el trabajo conjunto de su equipo y del mío de resultados satisfactorios. La seguridad del país en estos momentos es crítica.

(Continuará)

sábado, 22 de octubre de 2011

Grande Leonard Cohen:




Es un honor estar aquí esta noche, aunque quizá, como el gran maestro Riccardo Muti, no estoy acostumbrado a estar ante un público sin una orquesta detrás. Haré lo que pueda como solista. Anoche no logré dormir, pasé la noche en vela pensando en qué podía decir hoy aquí. Después de comerme todas las chocolatinas y cacahuetes del minibar garabateé unas pocas palabras pero dudo que haga falta referirse a ellas. Obviamente, estoy muy emocionado por el reconocimiento de la fundación. Pero he venido esta noche a expresar otro tipo de gratitud que espero poder contar en tres o cuatro minutos.

Cuando estaba haciendo el equipaje en Los Ángeles me sentía inquieto porque siempre he tenido cierta ambigüedad sobre la poesía. Viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Es decir, si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia. Es difícil aceptar un premio por una actividad que en realidad no controlo. Haciendo el equipaje para venir, cogí mi guitarra Conde, hecha en España hace 40 años más o menos. La saqué de la caja y parecía hecha de helio, muy ligera. Me la puse en la cara y la olí, está muy bien diseñada, la fragancia de la madera viva. Sabemos que la madera nunca acaba de morir y por eso olía el cedro, tan fresco, como si fuera el primer día, cuando compré la guitarra hace 40 años. Y una voz parecía decirme: "Eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a quien la merece: el suelo, la tierra, al pueblo que te ha dado tanto. Porque igual que un hombre no es un DNI, una calificación de deuda tampoco es un país. Ustedes saben de mi fuerte asociación con Federico García Lorca y puedo decir que mientras era joven y adolescente no encontré una voz y solo cuando leí a Lorca, en una traducción, encontré una voz que me dio permiso para descubrir mi propia voz, para ubicar mi yo, un yo que aún no está terminado.

Al hacerme mayor supe que las instrucciones venían con esa voz. ¿Y qué instrucciones eran esas? Nunca lamentar. Y si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza. Así que ya tenía una voz, pero no tenía el instrumento para expresarla. No tenía una canción. Y ahora voy a contarles brevemente la historia de cómo conseguí mi canción.

Yo era un guitarrista indiferente. Solo me sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos, bebía y cantaba, pero nunca me vi como un músico o un cantante. Un día, a principios de los años sesenta, estaba de visita en casa de mi madre. Su casa estaba cerca de un parque con una pista de tenis donde íbamos a ver jugar al baloncesto. Era un lugar que conocía de mi infancia. Me paseé por allí y encontré a un joven tocando una guitarra flamenca. Me encantó, estaba rodeado de algunas chicas y me senté a escucharlo, me cautivaba, yo quería tocar así, aunque sabía que nunca lo lograría.

Me acerqué a él y nos entendimos medio en francés medio en inglés y pactamos unas clases en casa de mi madre. Era un joven español. Al día siguiente se presentó. Me dijo: "Déjame escucharte tocar algo". Lo hice y declaró que no tenía ni idea. Él cogió la guitarra, la afinó, me la devolvió y dijo: "No suena mal. Ahora tócala de nuevo". No cambió mucho. La cogió otra vez y me dijo: "Te voy a enseñar unos acordes". Tocó una secuencia rápida de acordes y luego me explicó dónde tenía que poner los dedos y me dijo otra vez: "Ahora toca". Pero fue un desastre.

Al día siguiente, empezamos de nuevo con esos seis acordes. Muchas canciones flamencas se basan en ellos. Al tercer día la cosa mejoró. Aprendí los seis acordes. Al día siguiente el guitarrista no volvió por casa. Dejó de venir. Como yo tenía el número de la pensión donde se alojaba fui a buscarlo para ver que le había pasado. Allí me contaron que aquel español se había suicidado, que se había quitado la vida. Yo no sabía nada de él, de qué parte de España era, por qué estaba en Montreal, por qué estaba en la pista de tenis, por qué se había quitado la vida.

Sentí una enorme tristeza. Nunca antes había contado esto en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido, ha sido la base de todas mis canciones y de toda mi música y quizá ahora puedan comenzar a entender la magnitud del agradecimiento que tengo a este país. Todo lo que han encontrado favorable en mi obra viene de esta historia que les acabo de contar. Toda mi obra está inspirada por esta tierra. Así que gracias por celebrarla porque es suya, solo me han permitido poner mi firma al final de la última página.

viernes, 21 de octubre de 2011

CONCURSO DE POESÍA POESEU2012

Durante el Curso Académico 2011-12, la Sede Ciudad de Alicante cumple 10 años. Con motivo de esta celebración la Asociación AUCA, y la Sede Ciudad de Alicante convocan un concurso de poesía con el título: “Poeseu2012 Diez años de poesía en la Sede”

BASES
1- Podrán concurrir al Concurso “Poeseu2012. Diez años de poesía en la Sede”, las personas mayores de edad, de cualquier nacionalidad residentes en la provincia de Alicante. Los poemas presentados deberán estar escritos en lengua castellana o valenciana y, dentro de la libertad creadora que caracteriza la obra poética, en este concurso se valorarán positivamente aquellos poemas que aludan a la vida, actividades, efemérides, arquitectura, significados o simbología relacionados de algún modo con la sede universitaria de Alicante en sus diez años de existencia.
2- Los poemas deben ser inéditos y no haber sido premiados en ningún concurso, ni certamen.
3- Las obras tendrán una extensión máxima de 30 versos y deberán entregarse en papel (formato DIN A4) mecanografiados a doble espacio, por una sola cara, en cuerpo de letra de 12 puntos. Cada obra se presentará por duplicado. No se admitirá envío por correo electrónico. Los poemas seleccionados serán solicitados a los autores en versión electrónica para su edición posterior.
4- Los poemas se presentarán a concurso bajo lema o seudónimo acompañados de plica o sobre cerrado, cuyo interior debe contener: nombre completo y apellidos, dirección postal, teléfono fijo y teléfono móvil, correo electrónico.
5- Las obras deben de enviarse por correo postal a: Sede Ciudad de Alicante. Av. Ramón y Cajal, nº 4. 03001 Alicante, indicando en el sobre, Concurso Poeseu2012, o entregarse personalmente en la secretaria de la sede, con idéntica leyenda en el sobre.
6- El plazo de admisión del concurso quedará abierto el 14 de octubre de 2011 y concluirá el 14 de enero de 2012. Con posterioridad a dicho día sólo serán admitidos a concurso aquellos envíos postales cuyos matasellos evidencien que fueron depositados en el buzón dentro de dicho plazo.
7- La Asociación AUCA de las Letras y la Sede Universitaria de Alicante designarán la composición de jurado, que realizará la selección de un conjunto de poemas entre los presentados. Como premio, la Sede Ciudad de Alicante organizará un recital con los autores de los poemas elegidos y efectuará una entrega de diplomas acreditativos.
8- Los poemas seleccionados podrán ser editados por la Sede Universitaria de Alicante, que dispondrá a estos efectos de los mismos. Los originales restantes serán destruidos, no admitiéndose peticiones de devolución.
9- El fallo del jurado será inapelable y oportunamente se hará público en la web: http://web.ua.es/sedealicante, se pondrá en conocimiento de los medios de comunicación y se comunicará a las personas cuyas obras hayan sido seleccionadas, a quienes se les invitará al recital y a la entrega de diplomas.

jueves, 20 de octubre de 2011

Es momento




(En una sala de reuniones, varios miembros se reúnen alrededor de una mesa redonda. Unos van pulcramente trajeados y los otros vestidos de forma casual. Tan sólo hablarán un representante de cada grupo.)


EJEC.: Habíamos pensado que ahora es un buen momento para continuar el proyecto por el que hemos estado luchado durante tanto tiempo. Los momentos son convulsos y llevan a la lucha.

IDEOL.: (Intercambiando impresiones entre sus compañeros) Mire, nosotros creemos que el trabajo ya ha terminado, fue muy bonito y emocionante mientras duró. Pero el mundo ha cambiado. Las circunstancias son otras y ya no necesitamos seguir con la misma dinámica que habéis estado llevando durante estos años.

EJEC.: Perdone, pero como le he dicho antes, es un momento ideal, el pueblo sufre como nunca las consecuencias de un estado opresivo y vendido a un Imperio totalmente arruinado. Tenemos que luchar por nuestra tierra.

IDEOL.: Tal vez no me he explicado bien. Se acabó. Finito. No va más. No hay más fondos para invertirlos en una organización como la vuestra. Ya no se necesita matar a la gente para que nos hagan caso. Ahora están derrotados y harán lo que sea por un trozo de pan que llevarse a la boca.

VOZ: (Alguien contesta airado) Pero y nosotros… ¿Dónde vamos a quedar nosotros? No se nos puede dejar tirados como a vulgares perros cuando hemos sido sus defensores a ultranza. Dimos nuestra vida por ustedes, por la patria. ¿Es así como nos lo pagan? (Se levanta de la mesa empuñando un arma y apuntando nerviosamente a los interlocutores que tiene enfrente. El Portavoz de su grupo le convence para entregar el arma. Abandona la sala rápidamente, dando un portazo.)

EJEC.: Perdónele, pero es que está muy nervioso. Son muchos años de lucha. Y al final… Tienen que ponerse en su lugar.

IDEOL.: No nos interesa su situación. Todos ustedes sabían que este día llegaría. Deberían tenerlo previsto. Se les ha pagado un generoso sueldo por cada una de sus intervenciones, además de haber tenido toda la cobertura legal cuando lo han necesitado. Así que acepten el último pago que se le ha hecho como una recompensa a los servicios prestados, es todo lo que podemos hacer por ustedes. ¡Ah! Y no se les ocurra ninguna tontería, serían tratados como terroristas indignos y todo el peso de la Ley caería sobre ustedes. Ahora si no tienen nada más que decir, tenemos que irnos a redactar el manifiesto de cese de la violencia. Mañana lo leerá usted como quedó pactado, llévese a otros dos miembros de su máxima confianza. Que tengan un buen día. (Con aire solemne se va de la sala la comitiva de los Ideólogos Mientras, unas cuantas miradas de miedo y angustia se entrecruzan entre el bando de los Ejecutores.)

fin

miércoles, 19 de octubre de 2011

La Silla




Nadie puede echarle de su puesto de trabajo. Tan sólo ha de escoger la silla con su nombre.

viernes, 14 de octubre de 2011

Agradecimiento

Querid@s amig@s del Andurrial:

Como La Jefa no tiene tiempo ni p'a sus cosas, el puto encargao (o sea, er menda) ha decidido agradecer a todos y cada uno de los que han participado en el Libro de "Algo para Contar", y aunque NO SON TODOS los que están... SÍ ESTÁN TODOS los que son; incluso alguno más. A todos y cada uno de vosotros, tanto los que estáis como los que no, agradeceros desde esta página la buena acogida que habéis tenido ante esta idea. Sabed que a Mabel (la madre de Nofret) le ha gustado mucho y seguro que en cuanto pueda lo dirá públicamente.

Yo, desde mi humilde opinión, tan sólo puedo decir que estoy muy contento y orgulloso de que este proyecto se haya llevado a cabo con un resultado tan elegante, sencillo y sentido. Afortunadamente Internet también sirve para cosas como esta. Así que gracias de nuevo y seguimos en contacto.

Besos a ellas, a ellos la mano y poco más.

martes, 11 de octubre de 2011

Ensoñación




Voló en su Imaginación. Aterrizó en la Realidad. Disfrutó del Momento. Regresó feliz. El despertador le devolvió a la Rutina.

jueves, 6 de octubre de 2011

Quejas, sollozos y enojos

Había una vez una mujer que quería hablar, no es que le gustara mucho parlotear, no, pero en esta ocasión, acaso por precisamente no poder departir, pues ella quería hacerlo, quería charlar, decir, comunicar, exponer, apuntar… pero no podía. Y no era por haberse quedado afónica, en realidad ella quería platicar escribiendo, y quería hacerlo en un sitio donde sabía que sus amigos virtuales estaban. Pero era imposible, era algo irrealizable, y eso que lo intentó varias veces, pero nada.
Al final esta mujer se dijo, pues vale, ya no puedo “hablar” con mis amigos virtuales, no sé cómo voy a poder estar sin hacerlo, pero la vida es así de injusta y dura. Y apenada, optó por olvidarse de poner comentarios en ese lugar tan espacial para ella.
Hasta que…
Llegó Mabel y dijo: ¿Qué pasa que no puedo poner comentarios en Relatos del Andurrial? ¿Eh? Y dijo además: ¡Tampoco mis amigas pueden hacerlo! Enojada lo dijo, y con razón. Pero dio pie a la mujer de mi relato para sublevarse ante tanta injusticia y conformando unidad con Mabel y amigas gritó ¡Yo tampoco! Y juntas formaron equipo para exigir a la dirección que tomara medidas en el asunto ¡Urgentemente! O tendrán que atenerse a las consecuencias. ¿Qué consecuencias? Renunciar para siempre a leer las genialidades y chanzas de todas estas damas ingeniosas. Chínchense.
Además. No hay derecho a que una pague cada mes la cuota para comentar, charlotear y chismorrear en Relatos del Andurrial y pasen estas cosas.
¿HAY alguien AHÍ? ¡AY, AY, AYYYYYYY!

LAMENTO

Ayyy!!!!! doble Ayyy!!!!! triple Ayyy!!!! y así hasta el infinito.
Buaaaaaaaaa!!!!!!!! :`( esta es la única forma de comunicarme
con vosotros, Jimul, Gladys, Pitufina, Enfero, espumosa, etc. etc. El blog solo me permite colgar textos, intenté comentar unas 5.000 veces y no me deja, ni siquiera como anónimo, me borra lo que escribí, una amiga (Patricia) pudo hacerlo una sola vez, otras dos amigas también
lo intentaron y les pasa lo mismo. Buaaaaaaaaa!!!!!!!! :`(
Quiero que sepan que mi ausencia no es voluntaria. La culpa es de
Internet. Los leo siempre pero no puedo participar. No me dejaaaa!!!!!
Voy a seguir intentando porque soy obsesiva pero no se si lo lograré.
Les mando besos y abrazos con muuuuucho cariño.
Mabel

domingo, 2 de octubre de 2011

CLASES DE GRAMÁTICA


Cómo diferenciar entre

"AHÍ", "AY" y "HAY"




NOVIA:

¡Ahí suave!..., ¡Ahí duele!..., ¡Ahí con cuidado!...



AMANTE:

¡Ayyyy… sigue!..., ¡Ayyyy… qué ricoooo!,
¡Ayyyy… no paress!..., ¡Ayyyy... me enloqueces!

ESPOSA:

¡Hay que pintar!... ¡Hay que recoger las cosas!...
¡Hay que ir al Supermercado!... ¡Hay que cortar el césped!

Real Academia de la Lengua Española