Quien quiera participar activamente y subir textos o abrir foros de debate, no tiene más que escribir un comentario en el foro con su correo electrónico y se le darán privilegios para postear.
Salud y fuerza

jueves, 29 de julio de 2010

Juego


Juego literario con :
Rebeldía, susurro, espacio, vuelo, mano, cósmico, música, fantasía.

Nada más despertar, con las legañas aún en los ojos y la melena enredada en mil tirabuzones, cogió la guitarra, y se encerró en el cuarto del patio a intentar poner música a la canción que había estado dándole vueltas en el duermevela de anoche. No le faltaba fantasía para improvisar. A veces el vuelo de la mano era más rápido que su pensamiento y tenía que detenerse para no romper el compás.
Tocaba como un susurro para que su padre no se despertara. Desde que formó el conjunto con cuatro amigos, tenía que esconderse para tocar. El padre no soportaba la rebeldía de aquella pandilla de mequetrefes, todos vestidos de negro con las largas melenas al viento, que querían conquistar otro mundo diferente al espacio cósmico del barrio.

Texto y fotografía de Piedra

Organizada Masacre

El sueño, perfecto.
La planificación, deseada.
El rendimiento económico, ideal.
La expectación, desbordada.
Y sin embargo los jefes de seguridad no son capaces de ver el beneficio para la
ciudad en estos tiempos de crisis...
Una a una susurraba cada una de estas frases como una letanía... No daba crédito que aquella masacre hubiese ocurrido en un país tan organizado; en su propia casa. Menos aún que él mismo fuera uno de los responsables. Había comprobado en sus propias carnes la Soledad del Poder.

martes, 27 de julio de 2010

Putumayo





R.I.P. Rescatar Inmediatamente al Putumayo



Hay lugares en el mundo que contemplan el paso del tiempo inmunes a las grandes catástrofes. No sé por qué pensé eso cuando el autobús en el que me dirigía al Departamento del Putumayo se detuvo en medio de dos montañas. Al mirar hacía lo alto sólo podía distinguir enormes árboles con los troncos tan pegados unos a otros que uno dudaba, que el cuerpo de un hombre pudiera pasar entre ellos. Justo delante de nosotros la montaña se desgajaba enviándonos piedra, agua y tierra, en señal de agreste bienvenida. Nos detuvimos hasta que llegó la máquina a retirar los escombros, abriéndonos paso. No alcanzaba yo a reponerme del susto cuando mis ojos se quedaron pegados a la ventana: de aquellas montañas y cada veinte metros se deslizaban numerosas cascadas de agua cristalina en medio del rabioso verde de sus árboles. Sin duda este territorio es muy parecido a la idea que tengo del Paraíso. Tuve que controlarme para no bajarme del autobús y bañarme con aquellas aguas y ser el primer ser humano que bebiera de aquellas fuentes provenientes de las alturas insondables. El autobús avanzaba y al fijarme en la carretera, en una curva divisé un río, mis ojos abandonaron las cascadas para fijarme en la sinuosidad del río que lentamente se iba desmembrando dando origen a otro riachuelo y éste a otro y a otro formando un delta inmenso que abrazaba la tierra roja. Había recorrido nueve horas por territorio colombiano desde la capital y mis sentidos se hallaban hipersensibles; Bogotá no tiene olor humano, más bien se confunde con una serie de olores agradables y desagradables que anulan cualquier intento de identidad, luego al llegar al departamento del Tolima el olor empieza a tomar forma conocida en mi cerebro, huele a comida, a sustento sin llegar a ser molesto; al llegar al Huila el olor se impregna de fantasía, huele a maderas húmedas y almizcleras, mientras que el Departamento del Putumayo huele a árbol, sin definición, a resina vegetal expandida por el aire con el leve movimiento de las hojas de los árboles y la lluvia que parece haberse instalado definitivamente sobre nuestras cabezas. Este olor nos acompañaría durante los kilómetros restantes hasta la ciudad de Mocoa, capital del Departamento. Departamento del Putumayo, con una extensión de 24.885 kms. 2 y una población de 310.132 habitantes. Mocoa, una ciudad mediana, una pequeña Babel en donde se escuchan todos los acentos del país provenientes de colombianos que comercian, que trabajan, estudian o viven su aventura selvática por allí. Una ciudad donde topé de frente con un par de ojos sinceros, transparentes y confiados que miraban directamente los mios. Una experiencia que había creído desaparecida gracias a mis largas estancias citadinas. ¿Qué pasaba en esta ciudad construída en medio de la selva para que de repente hubiera acaparado la atención de la prensa internacional? Por qué de buenas a primeras todos los periódicos, en todos los idiomas, registran en sus primeras páginas que existe un pequeño territorio, encerrado como en una caja de Pándora; habitado por unos seres humanos que con su actitud y su voto han dado ejemplo a un enorme país de más de cuarenta millones de habitantes haciendo escuchar su voz para que de una vez por todas se detenga la aplanadora mal llamada política democrática del actual presidente y su títere Juan Manuel Santos. El día elegido fue el 31 de mayo; los putumayenses hablaron con voz pausada y suave dejando bien claro, que si el hombre se lo propone puede lograr lo imposible. Claro, eso lo dice todo el mundo, eso no es nada nuevo, cualquiera lo sabe e incluso uno está cansado de escucharlo. ¿Qué tiene de particular? Pues que esa voz brotó de unas bocas antes mudas, las palabras resonaron donde antes había silencio y sumisión. Ellos decidieron creer en lo imposible, fueron los únicos que mostraron sensatez en un mundo enloquecido y aturdido por el ruido de unas voces que se alían para lograr sus avaras metas, que no dudan en asesinar, en aniquilar a quien piensa diferente. Un territorio apenas habitado por un puñado de hombres y mujeres, unos seres que cumplen con sus tareas vitales sin llamar la atención, de repente se convirtieron en el ejemplo a seguir por millones de personas idiotizadas en el cómodo bienestar de sus mediocridad. Esa mirada franca y silenciosa de sus habitantes me llevó a preguntarme qué taladro mágico utilizó el candidato Mockus para perforar años de abandono y silencio logrando que aflorara un concepto coherente en aquellos cerebros. ¿Cómo era posible que ellos solos hubiesen apabullado a los habitantes de la capital, tan embriagados en su cosmopolitismo, tan orgullosos de su cultura, su educación y sus medios de comunicación? Al parecer tan razonables y listos. La respuesta está en bocas de sus gentes: "Por fin vino alguien aquí y nos trató como personas" - dice la recepcionista del hotel donde me hospedo. "Él llegó, nos habló de forma clara, llamó al pan, pan y al vino vino; dijo que si no trabajamos no lograremos nada" - me dijo la señora que atiende un pequeño local de arepas con queso. Un joven que conduce un pequeño camión y que se gana la vida recorriendo las carreteras de su departamento para traer verduras y frutas a una región en la que no crece nada más que árboles y la coca maldita me dice: "Nosotros le agradecemos al Señor Uribe que ahora podamos recorrer nuestro departamento sin miedo, pero no estamos de acuerdo con el precio que tenemos que pagar por eso. No queremos más glifosato porque si sigue rociándonos veneno, esto se convertirá en un desierto muy pronto". "Ellos no se dan cuenta que el problema de la droga no es nuestro. No quiero ni pensar en lo que va a ser de nuestra tierra si gana ese señor, " se refiere al candidato orquestado por Alvaro Uribe, me dice una señora mientras acomoda dulces y periódicos en su diminuto cubículo de venta. Hoy, cuando se ha confirmado su terrible temor, la recuerdo con tristeza. Esa es la respuesta. El glifosato ha exterminado los peces en muchos de los ríos que corren por el Putumayo - la imagen de ese maravilloso delta abrasando la tierra vino a mi memoria ahora revestida de negro y guadaña en mano. Pero no es sólo la naturaleza, los habitantes de la región se enferman y se prevé que muchos de los niños que nazcan en los próximos años tendrán graves malformaciones. Ese es el negocio de la droga. Una fuente de riqueza para unos cuantos mientras que mujeres, hombres y niños caen como moscas en ese holocausto orquestado por la democracia elegida por más de siete millones de votos. Los rostros cetrinos, las voces suaves, los cabellos negros y la mirada franca de los putumayences quiere creer en que su candidato gane las elecciones, no esperan nada porque nada les ofreció diferente a la certeza de que todos y cada uno de sus habitantes debe trabajar por su país si de verdad lo quieren cambiar. Sin embargo, la tristeza se siente en el aire a una semana de la segunda vuelta porque todos, en el fondo saben que tampoco esta vez tendrán voz… y quizás, tampoco vida. Lo confirma el tiempo inexorable. El candidato temido es ahora presidente electo. Mientras caminábamos por un sendero de la selva en busca de una cascada escuchamos el sonido de unos helicópteros, los nativos nos obligaron a correr hasta unos kioscos improvisados para resguarecerse de las fumigaciones, esperamos un tiempo y al salir, el veneno entró por nuestras narices, tuvimos vómitos, dolor de cabeza…

Gladys

AIRES DE TIERRA Y MAR

Como ya comenté en otro momento, sigo pensando que el libro electrónico no podrá sustituir nunca al libro tradicional. La frialdad que se observa en la pantalla en el momento de leer, no se parece en nada a tener un libro en tus manos y descubrir el olor a tinta y papel. Es algo así como el pan recién salido del horno, lo que despierta un deseo inmediato de recrear nuestros sentidos, propiciando la motivación y la caricia que nos produce el placer.
Con la misma placidez que se comparte un rato de charla con un apreciado amigo, el pasado fin de semana he tenido el placer de disfrutar de la compañía inseparable de Aires de Tierra y Mar. Como todos sabemos, es el sugerente título del libro de nuestro estimado amigo y compañero Miguel Bueno. La excelente fotografía de la portada ya nos advierte de la calidad del libro que tenemos en las manos. Dando la espalda, mientras camina de frente decidido hacia la mar, como bien dice su abuelo, Áyobe parece dispuesto a atravesar el océano andando sobre las aguas como un Mesías, para llevar al otro extremo de la Tierra un mensaje de paz y esperanza.
A partir de aquí, con un estilo preciso y un léxico brillante, vas de sorpresa en sorpresa, deseoso de ver y saber qué te espera a vuelta de hoja. Así, paso a paso, vamos descubriendo sensaciones nuevas, colorido y descripciones plenas de exactitud y belleza. El ritmo acompasado de la prosa, la pincelada poética, las emociones producidas por el paisaje, pormenorizadas al detalle con rigor científico, van dejando en el lector el aroma y el sabor del trabajo bien hecho.
Mi felicitación más sincera, amigo Piedra. Un abrazo.

domingo, 25 de julio de 2010

En el sopor de la siesta


Soñaba que estaba despierto; me veía dormido tras el espejo.
Di la vuelta, la ventana estaba cerrada, entraba un haz de luz, me despertó del sueño. Ahora no sé si duermo o velo.

Sopor: Modorra morbosa persistente. Real Academia Española

Texto y fotografía de Piedra.

viernes, 23 de julio de 2010

Denuncia Vodafone

Os paso mi denuncia y la respuesta de la empresa. Ver para creer

Habiendo comprado una base WIFI MF10 en New Center América, S.L, B 92159532 de calle Diputación Provincial, 18 en Nerja, (Málaga), con fecha 20/07/2010 y nº de factura F10/402944, se intentó durante casi tres horas su conexión al ordenador desde el servicio técnico Vodafone en el teléfono 22155, al cabo de las cuales el Sr Michael de dicho servicio nos dice que la base está mal y se lleve a cambiar a la tienda.
Al intentar entregarla en la tienda para su devolución, la empleada Marina no la admite y LA TIRA A LA CALLE.


Observaciones de la empresa:

En este establecimiento tenemos unas normas que debemos cumplir y el procedimiento cuando un terminal está estropeado es enviarlo al servicio tecnico y que una persona cualificada verifique dicha averia. Tampoco tenemos que quedarnos con nada que no es nuestro asi que le dijimos al cliente que se la llevase, y el nos comenzo a alzar la voz con un tono no muy amigable.

jueves, 22 de julio de 2010

Divino diálogo





 Dialogo entre Un Hombre y Dios,




Hombre:  Dios?
Dios:  Si?
Hombre: Puedo preguntarte algo?
Dios: Por supuesto!
Hombre: qué es para vos un millón de años?
Dios: Un segundo
Hombre: Y un millón de dólares?
Dios: un penique
Hombre: Dios .... podrías darme un penique?
Dios: Espera un segundo

Error médico


La historia que hoy nos ocupa trata de un médico que llegó al pueblo con su flamante título debajo del brazo para tomar posesión de la consulta. Y como ocurría con todos los que ejercían esta hermosa profesión en el medio rural, pronto se granjeó la simpatía y admiración de la gente. Como era un codiciado partido, todas las mozas que estaban en edad de himeneo se pasaban las horas frente al espejo antes de salir a misa de once esperando encontrarse al galeno para deslumbrarlo con su belleza. Tampoco le faltaban al médico atenciones de sus respectivas madres que, ejerciendo de celestinas, le llenaban la despensa con canastillas de viandas en forma de conservas de cerdo, adornadas con las mejores y más sabrosas frutas de la huerta.

Pasado un tiempo, una vez tuvo conocimiento de las costumbres y medio de vida de cada hijo de vecino, el médico hizo su elección y terminó casándose con la hija de un terrateniente y adinerado comerciante. Y sabiéndose heredero de una gran fortuna, su atención la centraba más en el cuidado de sus cosechas y ganados, que siempre eran más rentables, que en perfeccionar sus técnicas médicas y ponerse al día en los avances de la ciencia.

En una ocasión, habiendo recibido la visita de un enfermo que padecía de fuertes dolores de espalda, después de que estuvo convencido del diagnóstico, según los datos que el paciente le había facilitado, le hizo la correspondiente receta, prometiéndole que en cuatro días estaría curado. Pletórico el enfermo de optimismo se dirigió a la farmacia, que estaba regentada por un mancebo que era la reencarnación del bien, pero no por eso la ingenuidad y simpleza de su conducta eran menores. Pues ocurría con frecuencia que, a la hora de dispensar los medicamentos, previa comprobación posterior, resultaban ser contraindicados para la enfermedad a que iban destinados.

Cuando el mancebo tuvo en sus manos la receta, nada más empezó a leerla, una sonora carcajada llamó la atención de todos los presentes, ignorando a qué se debía aquella actitud improcedente. Pero el mancebo no se contuvo y, ante el asombro de todos, desveló el secreto. Efectivamente, como se puedo comprobar después, el flamante médico había recetado cien sacos de abono que debería tomar el enfermo a razón de tres sacos al día hasta que se agotara el tratamiento.

miércoles, 21 de julio de 2010

Tenebrios

El Gran Mago exhibió orgulloso su última creación ante sus propios compañeros y amantes de la Ilusión. Su ejército invisiblemente discreto se movía con absoluta decisión anárquica. Ante la mirada incrédula de los presentes, una Fuerza viva y ordenada simuló una forma humana. Férreamente avanzaron como un solo bloque hacia el cuerpo del Gran Mago. Un minuto... Tan sólo un minuto y la Sombra se apoderó de él. Un diminuto escarabajo salió de su invisibilidad. Los Tenebrios (escarabajo molitor) habían tomado el poder de La Magia.

lunes, 19 de julio de 2010

Áyobe, julio 2010



Ahora comprendéis porqué el abuelo chorrea tanto el blog, sobre todo cuando me dice: Miguelete cuéntame un cuento de pan y pimiento.
Nadie en casa me llama Miguelete y él, únicamente cuando quiere algo especial.
Siempre tengo que comenzar con el estribillo: Po señor esto era una vez... y seguir con caballos voladores en castillos de irás y no volverás... donde los amigos de Áyobe levantan el puente levadizo para que entre montando su caballo alazán...

Bueno, otro día os cuento el cuento a vosotros...

sábado, 17 de julio de 2010

La astilla

El espejo ennegrecido colgando de la ventana le devolvió su imagen afable, serena, curtida por años de vida sin pena ni gloria. Prefería afeitarse allí, en su habitación de pensionado. Prestaba Roque poca atención a sus pertenencias, por lo que el cordoncito que sostenía el espejo acabó por cortarse ese día. El espejo se estrelló contra el piso y saltó en una lluvia de astillas que se desparramaron por el cuarto. “Bueno, ya era tiempo de comprar otro” pensó Roque, “uno de estos días me iba a degollar afeitándome con esa poquería” y juntó los pedazos en una bolsa.
Roque vivía solo, no tenía familia y su vida era un rutinario ir del trabajo a la pensión, de la pensión al trabajo. La monotonía se había adueñado de él hacía tantos años que ya no la notaba. No tenía mala relación con sus compañeros de oficina y de vivienda, aunque tampoco buena, no había nadie a quien pudiera llamar amigo, la gente tenía sus familias y no tenían tiempo para más. O no les interesaba tenerlo, lo mismo daba.
Como todas las noches, Roque puso la alarma del reloj y se recostó en su cama, que nunca se molestaba en hacer. Y fue entonces que lo sintió. Una punzada aguda en medio de la espalda. Intentó llevarse la mano al sitio, pero estaba justo en esa parte a la que no hay forma de llegar salvo que uno sea contorsionista. “Una astilla del espejo” pensó, y se levantó. El espejo del baño le mostró un punto rojo con una gotita de sangre. Roque intentó llegar al sitio adoptando con sus brazos las poses más extrañas, rascó, frotó, apretó, pero nada, no podía agarrar la condenada astilla. Cansado por el esfuerzo y por la hora, se fue a dormir. Durante unos días, no hubo más noticia de la astilla que algún sobresalto cuando apoyaba la espalda en una silla, o cuando se iba a acostar, pero poca importancia le dio, hasta que el dolor empezó a hacerse punzante y la herida a latir. Fastidiado, decidió que no tenía alternativa más que ir al médico. Ya en la guardia del hospital, le dieron unos antibióticos “¿Pero no me va a sacar la astilla?” preguntó al médico “No hacemos eso en la guardia, se hace en cirugía, va a tener que pedir un turno”. El turno resultó ser para dentro de tres semanas, así que Roque se volvió a su casa con astilla y todo. Ese día en la oficina el dolor se hacía cada vez más punzante. No estaba tan honda, sólo había que apretar un poco, y con una pincita…si podía sentirla cuando llegaba hasta ella con un dedo, lo que no podía era agarrarla. Pensó en sus compañeros ¿y si le pedía a Alfredo que se la sacara? No, haría el ridículo, no daba. ¿Y a Carlos? Descartó la idea, apenas se saludaban. ¿Y en la pensión? Tampoco, pedirle a alguien que revuelva en un absceso con una pinza no es tan simple.
Esa noche puso su reloj como siempre, pero se despertó mucho antes, bañado en sudor. Intentó levantarse, pero las piernas estaban flojas, como si tuviera una terrible gripe, así que volvió a acostarse y siguió durmiendo. De a ratos, las punzadas en la espalda lo despertaban. Volvió a intentar levantarse, pero la voluntad le falló, la habitación daba vueltas. Se desparramó boca abajo en su cama dura, y así se quedó. Durmió todo el día, y al siguiente, y al otro. No tenía hambre, la herida le latía y la habitación parecía haberse sumido en una bruma movediza. A pesar del dolor, estaba cómodo boca abajo, con la cara estrellada contra la almohada y bien cubierto con sus cobijas, a pesar de los ataques de sudor. Abría los ojos de a ratos, echaba una mirada a su alrededor con la vista perdida y volvía a cerrarlos. Un entresueño se coló en un momento de semiincociencia. Volando en el tiempo, aterrizó en el tobogán de la plaza. Un grito, un descenso brusco, y un ir a buscar a mamá “me lastimé” había llorisqueado. Recién al llegar a casa juntó valor para confiarle a su madre dónde había sido. La astilla del tobogán se había clavado sin piedad en su nalga tierna. Bajarse los pantalones ante mamá a los ocho o nueve años fue difícil, aún recordaba la vergüenza, pero mamá sacó la astilla, desinfectó y vendó la lastimadura, y consoló. Mamá…si sólo le hubiera durado un poquito más… Aún la extrañaba. Más ensueños vinieron, recuerdos, fragmentos, alguna pesadilla. Las sábanas empapadas ya no le molestaban, en realidad, ya casi ni sentía la astilla, sólo sueño.
“¿Roque?” preguntó Alfredo, el de la oficina “Pero si estaba lo más bien ¿qué le pasó?” “No se sabe, parece que fue un infarto mientras dormía, lo encontraron ayer” “Pobre, tan atento que era…” “Sí…pobre… habría que ir un rato… “No, no hay velatorio, lo llevaron directamente” “Ah… bueno… qué le vamos a hacer, no somos nada….bueno… voy al kiosco ¿alguien quiere algo?” “Galletitas y unos cigarros” “A mí traéme una Seven up…” “Pobre Roque… ¿algo más?” “¿Y si encargamos unas empanadas?” “¡Dale!”

jueves, 15 de julio de 2010

El orgullo de un magnífico


— ¿Qué sabes hacer? –preguntó el dueño del circo al solicitante, ya agobiado de recibir gente y de haber desahuciado a una treintena de personas que pedían trabajo; ninguno digno de su gran espectáculo.
—Soy contorsionista –dijo Eliseo.
—Te pediría que me demostraras tus habilidades, pero ya tengo tres personas que hacen lo que tú, así que lo siento… ¡Siguiente!
Y Eliseo no despegó la boca, agachándose se retorció una pierna como si fuera de goma en un santiamén y la subió hasta su hombro, luego la otra. En el suelo, su cuerpo se enroscaba vertiginoso hasta hacer desparecer sus miembros y la cabeza. Convertido en una bola de tamaño poco más que un balón, el contorsionista salió rodando de la caseta del empresario circense y se fue calle abajo dando vueltas mientras éste lo llamaba a gritos. Pero Eliseo no le oía porque llevaba la cabeza encajada entre sus costillas, aunque sospechaba que lo estaría llamando. No le hizo caso, primero porque iba a una velocidad endiablada y segundo porque nunca aceptaba un trabajo del que ya había sido expulsado. Su dignidad no se lo permitía.

Historia de un circo mágicamente pobre


El circo ambulante al aire libre, Paff, era muy pobre, tan mísero era que sólo tenía tres artistas. Rufo, el payaso, tan humilde que no tenía nariz de goma sino la suya pintada de rojo con dos algodones en los agujeros nasales. El malabarista, Bolo, que usaba cocos vacíos en vez de pelotas para hacer sus volteos y por último, Odón, el domador, que llevaba un oso rojizo muy grande y desgreñado.
Pero el circo Paff era muy famoso, tan célebre era que toda la comarca lo conocía y lo admiraba.
Rufo, dicen, tenía el don de hacer carcajear mucho a la gente, y tanto la hacia reír que pasaban meses con una expresión de júbilo dibujada en el rostro. Como si el payaso pusiera en los corazones del público la llama de la felicidad.
Bolo, comentan, tiraba los cocos muy arriba, tan alto los lanzaba que la gente los veía perderse en el infinito para bajar al cabo de diez minutos, obedientes, a las manos de su amo.
Odón, explican, podía hacer que su oso volara como un pájaro. Un testigo me juró que era verdad e incluso me mostró una mancha en su chaqueta, que aún no había podido borrar ni con siete lavados. Era de excremento del oso volador, que siempre defecaba sobre algún asistente. Era éste el número estrella, el que más alborozaba, por eso se llamaba “Circo Paff”.

QUISIERA SALIR DE MÍ





Quisiera salir de mí
para verme desde fuera
mas, sin verme, ya me veo
que no soy como quisiera.
Quiero acabar esta guerra
del yo que empuja hacia dentro
y el yo que sale hacia fuera,
mientras yo a la defensiva,
apostado en la trinchera,
como un apátrida infiel,
veo desfilar a los muertos
sin importarme quien muera.
Quiero saber por qué lucho,
quiero saber por qué voy,
morir no me importa mucho
cuando sepa por qué estoy.
Si terminara esta guerra
sin saber al fin quién soy,
¿qué valor tendrá mi vida,
ni mi paso por la Tierra,
si agoto el tiempo buscando
remedio para mi herida?

martes, 13 de julio de 2010

Concurso de pintura



A Gladys

Ganó el concurso, el trabajo era espléndido, pero el cuadro no era suyo.
Como muchas otras veces ocurrió, un error de última hora, le adjudicó el cuadro a su firma, y él no tenía ni idea de haber pintado esas figuras tan mezcladas, que de lejos parecieran una sola y al mirar de cerca se separaban en un torbellino de luz y cuerpos eléctricos en su desnuda sencillez. El cuadro no era figurativo, pero tampoco abstracto, o mejor, tenía varias visiones según con el ojo que se mirase. De frente parecía una cosa y de perfi otra muy distinta, pero no era suyo, aunque acabase de oír por los altavoces su nombre unido al título de la obra ganadora “Oscuro amanecer”.

Recuerda muy bien que él envió una marina submarina, donde el agua transparente parecía surgir de las profundidades para ir poco a poco a unirse en el otro extremo del cuadro al espacio abierto en el cielo infinito, de un color casi azul celeste igual que en los amaneceres del pueblo, cuando la madrugada aún no había acabado y el sol retrasaba su salida tras las sierras de levante.
No le dió importancia. Como acabamos de decir, eso mismo había ocurrido otras veces y siempre tuvo que dar la cara, subir al escenario, recoger el premio, y mirar de reojo a su verdadero cuadro, que permanecía solitario en el centro del panel de la izquierda.

Ayer ocurrió algo distinto; el fallo del jurado se daba en la sala “atardecer” del circulo cultural “Buenas Amistades” de Pacanda. Asistían todas las fuerzas vivas de la ciudad y varios críticos en arte venidos de la capital.
La obra premiada llevaba por título “Amanecer soleado” aunque no aparecía directamente el sol, sino que la luz matutina inundaba todo el espacio del cuadro como si una bombilla lo iluminase desde la parte de atrás.
Su nombre salió con la primera plica unido al título de la obra, pero en el momento de dirigirse al escenario, vio como desde el fondo de la platea se levantaba un señor, con rasgos semejantes a los suyos, con la clara y manifiesta intención de ir a recoger el premio. No se achantó, siguió por el pasillo y aceleró el paso al subir los primeros escalones, sin advertir que el otro ya estaba tras él, subiendo la misma escalera.

Fotografía de Piedra

lunes, 12 de julio de 2010

Bienal humana

Mi otro yo, y yo, hemos pintado un cuadro de enormes proporciones con el fin de mandarlo a un concurso; se trata de un gran rectángulo con fondo azul, azul cobalto creo.

Me limpio las manos. Estoy satisfecho. Le tomo una foto. Es requisito para concursar.

Acciono la cámara. Hace click y lo que veo en el reproductor de la imagen es el mismo cuadro, sólo que en color amarillo, casi ocre. No el azul que elegí, dudo si se trata de mi cuadro, pero si lo es. Ahora recuerdo que el color que usé al principio era el amarillo, pero luego me decidí por el azul.

Apago la cámara, se le entrego a mi otro yo. Éste toma la foto y en el reproductor aparece el cuadro con fondo azul. Estoy feliz.

Decidimos que esa va a ser la foto que mandaremos al concurso. La imprimimos y en el papel que sale lentamente de la impresora se ve el cuadro azul pero en la parte superior aparece una franja de un metro de ancho en la que hay dibujados un par de tenis, un cenicero, unos pinceles, nuestra cámara… es como si los objetos que nos acompañaban en el momento de la foto también quisieran aparecer. La mandamos de todos modos.

Al cabo de unos días dan la noticia por la tele. ¡Hemos ganado! pero el cuadro que muestran tiene el fondo amarillo ocre, los mismos objetos en la parte superior, más en la inferior, se ven dos siluetas: dos hombres, uno de ellos enarbola un cuchillo goteando mientras el otro es captado en el momento de caer.

La luna

Ella se peina los cabellos y se fuma un cigarrillo ante la ventana. Ahora si se siente libre de las obligaciones diurnas. La pequeña brasa va de sus labios hasta el alféizar de la ventana en cortos intervalos. Las volutas de humo ascienden lentamente y su espíritu se va ensanchando, se va regodeando en esa paz de esas horas robadas a la humanidad. Está sola y le encanta, pero no le gusta estar siempre sola, no, ella ama el barullo de su casa, las exigencias de sus hijos y de su marido. Ama su familia, pero huye todas las noches a esa hora. Por un instante se imagina ser la luna, le gusta sentirse sobre la humanidad, totalmente aislada de cualquier sentimiento que no sea la universalidad solitaria.

Una tos en el cuarto resuena al tiempo que una nube se coloca enfrente de la luna. Ella apaga el cigarrillo, una ola de ternura envuelve su corazón.

Waka... Waka...

Miraron y vieron talento.
Observaron que no estaban sólos.
Adivinaron un proyecto común.
Juntos se sintieron invencibles.
Individualmente, respetados.
Siempre protegidos por un Bosque
de sencilla inteligencia.

sábado, 10 de julio de 2010

Reflejos de la Memoria

Lo prometido es deuda, y voy a tratar de cumplir la mía. Sorpresas te da la
vida, con Cabre me he llevado varias. Primero es un tipo venerable y respetable en su edad.
Pero esto tan sólo es un detalle muy circunstancial.
Lo que ya no es tan
circunstancial es su capacidad para escribir cosas Más que intersantes. Al
leer sus Reflejos de la memoria uno descubre que es un auténtico libro de autayuda.
No, no es el típico que se escribe desde un despacho o sacando el
prototipo de libro para vender millones de copias. Este es un libro hecho con las tripas y el corazón unido a unas dósis contundentes de Sentido Común. En fin un libro que trata de explicar la vida misma utlizando un lenguaje y unas explicaciones concisas y precisas. Una pequeña joya que aporta mucho más de lo que apariencia indica.

viernes, 9 de julio de 2010


Esperpento


Te adoro lejos de mí,
te siento, admiro y valoro.
Algo me falta sin ti
porque te quiero y añoro,
hasta hacer de mi deseo
un insaciable tesoro.

En cambio, si estoy contigo,
mi ilusión se desvanece,
tu presencia es mi enemigo,
el tedio engorda y se crece,
como si una farsa fuera
que la verdad desmerece.

Si tuviera que explicar
este extraño sentimiento,
me debería preguntar:
¿No será que estaba muerto
nuestro amor cuando nació
y esto es sólo un esperpento?

jueves, 8 de julio de 2010

Al pino seco



Al pino seco

En lo alto de la sierra
a lluvias y nieves abierto,
el pino viejo, ya blanco,
sin hojas, sin vida,
permanece en pie
con el tronco recto,
al cielo inclemente
de temporales y vientos.

Supo morir despacio,
después de años
de dar sombra sin precio.

Hoy acaricio su tronco
envidia de la entrega
a esta dura ley,
soñando en morir
con la cabeza alta
sin mirar el suelo,
como el pino viejo
en la sierra del pueblo.

Fotografía: grupoaxarquia.blogspot.com

S. Fermín




Embistió contra aquella imagen desafiante. Murió por necesidad.

miércoles, 7 de julio de 2010

Espejo: Reflejo Montruoso.

Bueno aunque estoy un poco ausente de todo… he querido crear un mini dedicado a la idea de los espejos, espero que os guste…


Ella se observaba en el espejo todos los días y solamente podía ver a una extraña desconocida…

Su imagen era la de una chica a la que todos llamaban bella y atractiva pero en sus ojos el reflejo de su alma era completamente distinto, aguardaba un ser oscuro y monstruoso fruto de sus propias experiencias pasadas, fruto de un presente y futuro de una destrucción abismal.

Temía su propio relejo... se temía a si misma y de lo que podría llegar a ser capaz…

Destruir a su peor enemigo, al monstruo de sus pesadillas, al diablo de sus sueños…

Destruirse a si misma…


Un abrazo Sangrante
Autora: Kel Báthory

martes, 6 de julio de 2010

Soy Mujer





Miró al espejo y observó su cuerpo y su mente en perfecto orden. Respiró profundamente. Fue libre por primera vez. Sombras y fantasmas huyeron despavoridos. Nada entorpecería su camino en el
futuro.
A todas las mujeres andurrialeñas.

lunes, 5 de julio de 2010

Espejo: Incandescente




La inmovilidad de sus dedos ante aquella pantalla en blanco lo consumía en la desesperación. Cansado de su frustración, cerró los ojos... Instantes después su imaginación estalló en una bola incandescente. Poco a poco abrió los ojos. Ante sí, el espejo en llamas recibía brasas electrizantes de una inmortal historia. Su propia vida.

Dedicado a los componentes de este Andurrial.

Espejos: Embrujo lunar


Aparecieron dos lunas en el firmamento y la gente, sobrecogida, imaginó que ello era señal de catástrofes e infortunios y que la consumación del mundo estaba próxima.
Nadie discurrió que la luna, siempre implicada en amores, cual coqueta doncella, sólo se contemplaba en un espejo.

sábado, 3 de julio de 2010

Espejos

Sabía que estaba soñando, uno no se ve duplicado tantas veces sino en los más absurdos sueños.
Con la tranquilidad de poner punto final en cuanto lo deseara, Juliana observaba las réplicas de sí misma multiplicadas hasta el infinito por esos extraños espejos que ahora conformaban el laberinto de su vida.
A la derecha estaba su cuerpo pero con una imagen más sofisticada, lucía una bufanda y un gorro de lana; a su lado, otra Juliana más deportiva e informal, luego otra luciendo una imagen infantil, más allá otra de aspecto recio, superpuesta a ésta, una Juliana intelectual. Las imágenes se intercambiaban lentamente, se acercaban a su rostro, le susurraban palabras en un lenguaje desconocido para la soñadora, pero no la inquietaban, al contrario, ella deseaba continuar eternamente en ese sueño, ella quería conocer todas las Julianas que podría llegar a ser, pero, dejándose llevar por un mal impulso rompió todos los espejos...

Espejo roto


Dejó el tajo casi en el mismo lugar de ayer, hoy se había dedicado a limpiar de ganga el espacio de la bocamina. Cuando salió estaba tan negro como cualquier otro día.
Pasó a lavarse un poco, por lo menos limpiarse la cara, el entrecejo estaba ya tan oscuro que le era difícil saber su color.
Cuando se miró en el espejo no se reconoció, la mezcla del carbón con el barro le tapaba completamente las facciones y le costó un mundo arreglarse un poco el pelo para no andar por la calle con esa cabeza de indio de película del oeste.
De pronto se acordó de su María y le cambió la cara, pareciera más joven pensando que María le sacaría hasta el último polvo, y el espejo en ese momento le devolvió una sonrisa.

Años después salió al monte por el gusto de dar un paseo y acabó a las puertas de la mina abandonada. Entró en la antigua cantina y cuando se miró en el trozo de espejo que aún colgaba de la pared, no se reconoció. Sí era él, pero esa cabeza tan blanca y esos ojos hundidos no le perecieran los suyos, entonces le vino a la mente el recuerdo de su difunta María y el espejo le devolvió una tristeza casi infinita.

viernes, 2 de julio de 2010

Diferentes, pero iguales.




Es un derecho pedir cada cual lo que cree le pertenece, pero entiendo que siempre debemos hacerlo desde nuestra posición de personas como ciudadanos del mundo. Si queremos y buscamos una sociedad equitativa, moderna e igualitaria, no podemos ni debemos hacerlo en grupos separados, diferenciando a hombres de mujeres, homosexuales de heterosexuales, o blancos de negros. Los valores no tienen sexo, ni son patrimonio exclusivo de una casta o raza específica. Es necesario trabajar por la democratización de la sociedad a través de las instituciones públicas destinadas a defender los derechos de todos los ciudadanos por igual. Es obvio que, no pocas veces, cuando reivindicamos un derecho, paradójicamente, estamos favoreciendo justamente lo contrario de lo que venimos persiguiendo. Es hora de hablar de personas y sesos y no de sexos. Nuestro énfasis lo debemos poner, todos unidos, en presionar a los gobiernos de turno para que promulguen leyes sin diferenciarnos a unos de otros y sin dejarse influenciar por presiones mediáticas de instituciones con poder social. Entre otras cosas porque, en muchas de estas instituciones, encontraremos precisamente a los que se rigen todavía por criterios retrógrados y totalitarios que no encajan o no aceptan las nuevas reglas de la sociedad moderna.

Espejo: Encontrada




Levantó la cabeza por un instante y allí se vio ella... Salvaje... indomable... sedienta de placer... hambrienta de amor. Sus cabellos alborotados, el maquillaje deshecho por el calor abrasador de su pasión. El sudor, aceite engrasante de su cuerpo insinuante y curvilíneo, ávido de vivir y sentir. El espejo no mentía nunca, su gran deseo durante toda su vida fue estar entre los brazos de su mejor amiga.

Juego




Como nuestra insigne Nofret ha pedido repetidamente que juguemos, al vecino del Sótano no le han dejado otra salida que jugar. Así que comencemos el verano aquí... El invierno allá, con un ESPEJO. Historias en las que sea protagonista el ESPEJO. Y como el movimiento se demuestra andando, ahí va el mío, abriendo el juego.

jueves, 1 de julio de 2010

Los zapatos

Al abrir bruscamente la pesada y ruinosa puerta de madera algo sonó como un suspiro contra la pared. Lamenté haber sido tan violenta y sólo deseé que no fuera ningún animal, la víctima de mi imprudencia. Con la mano derecha tiré del picaporte y éste no se quiso soltar de mis dedos, sin embargo la puerta obedeció a mi acción. Me quedé unos instantes debajo del marco de la entrada. Luego, como recordando el sonido seco al abrir, inicialmente, cerré con cuidado y busqué en la semi oscuridad qué podría haber provocado aquel ruido.

Unos zapatos viejos, arrugados, con las suelas despegadas como lenguas de vaca secadas al sol se hallaban agazapados contra la pared, me agaché, los tomé en mis manos. Eran unos zapatos de hombre que hacía mucho habían perdido su color; por los agujeros del empeine asomaban los trozos de unos cordones deshilachados, la puntera arrugada y desteñida en su superficie, sin embargo, dejaba ver en algunos puntos el color primigenio. Debían haber sido unos zapatos de color negro, pertenecientes, quizás al dueño de la casa, porque los sirvientes andaban a pie limpio. Sobre la piel del empeine sobresalía una deformidad que debió corresponder al dedo gordo del pie derecho, mientras que en el zapato izquierdo, el cuero se encontraba roído a la altura del dedo meñique.

Deslicé mi mano por aquel par de zapatos, calculé la talla; debían ser del cuarenta, o cuarenta y dos, en sus primeros tiempos, seguramente fueron el complemento de algún traje chaqueta que se luciría en las grandes ocasiones por algún joven de la familia de cabellos engominados y reloj de cadena en el bolsillo del chaleco. Seguro que una mujer sentada bordando al lado de la ventana, alzaría la vista de su labor cuando los zapatos resonaban sobre las maderas del pasillo a la hora de la visita vespertina. Ella entornaría sus párpados cuando el joven se detuviera un instante en el marco de la puerta susurrándole un educado y tímido saludo, luego se acercaría hasta ella, se inclinaría para besar su mano y una vez era autorizado, se sentaría en la rígida silla al lado de la joven. Ella volvería a su labor mientras de su boca emanaban las palabras corteses de una pareja comprometida y ella, de vez en cuando, al tirar de la lana metida en una cesta sobre el piso, sin querer los habría mirado y apreciado el brillo del cuero y la prestancia de su línea.

Me acerqué a la ventana y a la luz del crepúsculo los observé con mayor atención. Un cuero excelentemente curado, una línea elegante ahora desdibujada por el paso del tiempo y el barro rojo de la región. Este detalle me trajo a la memoria una última especulación: esos zapatos habían vivido la gran inundación de aquel año fatídico en que la región fue anegada completamente… pero seguro que ese día el joven caballero no los llevaba puestos. Esos condenados zapatos se habían fugado del armario viejo pero jamás se atrevieron a abandonar la casa, una vez que las aguas volvieron a su cauce.

Y en frente la vida

Conversaciones que van y vienen trayendo retazos de citas incumplidas, de amores que no terminan por decidirse, de exámenes por presentar y cosas que comprar para ponerse en la cena de esta noche.

Horas que se deslizan a su lado provocándole mareos, anhela el fin, pero teme el vacío de esas tres palabras… enfrente la vida.

¿Ya amaneció?

Entonces tiene por delante la luz, el calor, las voces, el olor de la comida, su cara en el espejo, el viento despeinándole los cabellos, una mujer barriendo la acera, personas que pasan sin apenas sentir su presencia, u autobús que se escapa por los pelos. ¿Llegará tarde?

Quizás no importe.

Las horas le son indiferentes, los rituales se cumplen, durante el trayecto, en vez de mirar por la ventana imagina cambiar el mundo, enseñarle a la gente, a los niños, penetrar en sus mentes recién estrenadas y sembrar amor, bondad. Tiene que anunciar su parada. Seguir con su rutina hasta que amanezca y su mente calenturienta le dicte nuevos imposibles a seguir, mientras el autobús llega a su destino… como todos los días.



Ahora anochece.

El botón

En la esquina frente a la escuela, el semáforo exhibe los primeros embates de la tecnología: un botón que, al presionarlo, supuestamente acelera la puesta en rojo.
Para la niña es toda una novedad, y lo presiona una y otra vez, aunque no aparente hacer mucha diferencia. Es una niña de ojos brillantes, pero tan delgada que apenas puede con su mochila llena de libros. Oprime el botón ansiosa por volver a casa a jugar con sus amigos imaginarios. De los otros no tiene, pero no le importa, puede inventarlos.
Un poco descolorido, el botón es presionado por una adolescente de ojos tristes, que apenas puede con su bolso repleto de batallas. Lo oprime sin muchas ganas, preferiría quedarse en la escuela, pero tiene que volver al infierno que alguna vez llamó hogar para seguir con su lucha. Sabe que ganará, es valiente, está en lo justo y con eso debe bastar.
Una joven de ojos soñadores pasa por la esquina de su vieja escuela, contiene un suspiro nostálgico al verla, pero no se detiene y presiona apurada el botón agrietado, está ansiosa por recuperar el tiempo. Lleva la cartera atestada de proyectos, no presta atención al cansancio de su ser prematuramente desgastado, tiene mucho qué hacer, toda una vida la espera para ser exprimida al máximo. Su férrea voluntad le garantiza un fulgurante futuro redentor.
Una mujer de ojos huecos arrastra sus huesos agotados frente a la escuela. No tiene edad, su paso de anciana desentona con su piel sin arrugas, y las cicatrices están bien ocultas bajo ropas que no renueva desde hace una década. Sólo quien la hubiera conocido desde antes notaría que su melena de león fue reemplazada por unos pocos pelos ralos, pero ya no queda nadie. Levanta la vista hacia la escuela y los huecos parecen cobrar vida por un instante, pero enseguida vuelven a apagarse, apenas puede recordar sus días allí, ya no se reconoce en ese despojo dolorido y bamboleante. Lleva las manos tan vacías como el alma.
Al llegar a la esquina, ve una marca en el poste desnudo del semáforo: el botón ya no está. Todo fue un engaño, siempre lo fue.

Estallido





La Ira se apoderó de su ser. No aguantaba más la sociedad humana. Su propia imagen en el espejo fue la gota que colmó el vaso.