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Salud y fuerza
martes, 24 de julio de 2012
Axioma de un color
El blanco se inunda de rojo,
de rojo caliente, no comprendo
esta sangre que tiñe el papel,
mis palabras se secaron
hace tiempo como si fuesen
suspiros de sal sin cristal,
mis letras se asemejan
a las flores muertas que mueren
sobre las lápidas del olvido,
son frases de tez pálida,
pensamientos que se contraen
dolorosamente con el cansancio
que borra el color de los días.
En mis venas se despiertan
mil delirios de fuego líquido,
propuestas ingrávidas de atención,
incesantemente silenciosas,
saben que vagamos juntos
por el último de nuestros universos,
es un universo de susurros letales
y de polvo fatal, que se disuelve
en un cosmos donde la sombra
se adueña invariablemente de la luz,
para convertirla en una eternidad
que no deja de dar a luz penumbras.
Un lugar, hecho con muchos lugares,
se levanta en la memoria inmediata,
no tiene orden ni punto cardinal,
parece un sueño dentro de otro sueño,
o una vigilia de mirada inquietante,
no hay gente, ni huellas de recuerdos,
sólo hay espacios atormentados
con la dureza de la tierra seca,
horizontes de cielos desiertos,
y siento a la sonrisa de la desolación
brotando en mis labios, está fría,
tanto que asonreírla duele en los dientes,
y callo un poco más con cada segundo,
y cierro los ojos como si fuese muerte.
"Axioma de un color"
© Ediciones Cambalache Pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo.
lunes, 23 de julio de 2012
martes, 10 de julio de 2012
Kel Báthory colabora con la revista Cartel Urbano.com
Voy a tener dos colaboraciones con la revista Cartel Urbano.com una
revista digital y física. En la que tendré dos columnas
formando parte del grupo de Opinión.
Espero que tanto yo como todos vosotros podamos disfrutar y compartir
opiniones en mi sección.
Sois bienvenidos, pues os invito a leer mis dos apariciones en la revista.
Escrito con Sangre por Kel Báthory.
Kel Báthory
Etiquetas:
Artículos,
Recomendaciones,
Textos de Kel Bàthory
sábado, 7 de julio de 2012
La ciudad de las cosas perdidas
Fue un
domingo a medio día. Salían de la iglesia apresuradamente y en un descuido, al
bajar los escalones del portal, su mano se soltó de la de su madre y el mundo
siguió indiferente, funcionando como siempre. Las siluetas de miles de mujeres
como ella pasaban a su paso, luciendo el mismo abrigo azul oscuro, el mismo
pañuelo en la cabeza y los tacones negros.
Eso era todo lo que recordaba de su familia, el rostro de su madre era igual al de todas las mujeres que conoció y tal vez, igual al de alguna a la que amó. Las manos, por el contrario, casi nunca eran las mismas, algunas suaves como seda y otras duras pero seguras como candados imposibles de abrir.
Subiendo y bajando escalones por los años que llevaba vivo, alcanzó montañas, cruzó cordilleras, navegó ríos calientes de sangre dulce, se sació en volcanes, jugó con los dientes. Mas de una ocasión mordió con rabia y con celos, sin embargo sus labios sonríen, porque a pesar de los desengaños, soñó muchas veces, se atrevió otras tantas, dijo que sí cuando otros pronunciaron el no y aunque el corazón se le rompió en mil pedazos, sus dedos lograron recoger algunos y guardárselos en el bolsillo.
No es casualidad, que otro domingo, en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, también su mano se soltara de otra mano - amada de distinta forma - pero con las mismas consecuencias. Estaba solo, viendo el mundo pasar.
Buscó refugio en el primer lugar que se le ofreció: un restaurante grasiento y descuidado. No importaba. Necesitaba respirar profundo, morderse los labios, llamar a su cuerpo y a su mente a ver si por fin se ponían de acuerdo, y mientras los esperaba, vio un bolso rojo colgando de una percha.
Era un bolso de cuero granate y parecía llevar mil años allí, esperándolo. Era el bolso de su madre, el que llevaba aquel domingo.
No esperó a que su cuerpo y su mente se sentaran a la mesa, es más, no los escuchó esta vez. Ya habían abusado bastante de él, confundiéndolo día tras día. Emprendió el camino, sus pasos lo llevaron por la gran avenida, luego a una calle trasversal, más tarde a una callejuela que desembocó en un solar abandonado donde había un Lada naranja, sin llantas, oxidado y sin cristales. Se subió y noto que el viejo motor, después de estremecerse, lo saludó con alegría. En ese coche hizo el amor por primera vez.
El Lada lo condujo ahora muy despacio, pasó por su vieja universidad, luego su primer apartamento - el de su grito de independencia - el viejo teatro, los bares que frecuentaba cuando no podía pagarse los cubatas hasta que un aguacero torrencial se coló entre los ventrículos del motor y ya no pudo seguir.
No importaba. Le gusta sentir los aguaceros tropicales en su rostro. Le gusta mirar al cielo y dejar que el agua le golpee los párpados y resbale por sus mejillas o se meta en su boca. Una vez que está empapado, esto lo hace siempre, se resguarda bajo un portal y contempla la lluvia hasta que cesa.
Con el cielo azul de nuevo sobre su cabeza, empieza a caminar, hunde sus botas en el barro y trastabillea a cada paso, pero a cada paso va encontrando las cosas perdidas de su infancia, aquellas botellas de coca-cola que le gustaban de pequeño. Las recoge, las mima en la palma de su mano, se detiene a seguir sus curvas y en ese tránsito viaja hasta sus cinco años cuando todos los chicos del barrio las coleccionaban, recordó la algarabía al lado del carro repartidor y las carreras por ser el primero antes de que…
Ah, si, aquella niña que le hacía doler el estómago, aquella que corría más que él y que se llevaba todas las botellas mientras él la miraba con lágrimas en los ojos.
Se mete las botellas en el bolsillo apresuradamente. Ya siente su aliento en la nuca, y con el, el miedo de que se las robe lo paraliza otra vez.
Eso era todo lo que recordaba de su familia, el rostro de su madre era igual al de todas las mujeres que conoció y tal vez, igual al de alguna a la que amó. Las manos, por el contrario, casi nunca eran las mismas, algunas suaves como seda y otras duras pero seguras como candados imposibles de abrir.
Subiendo y bajando escalones por los años que llevaba vivo, alcanzó montañas, cruzó cordilleras, navegó ríos calientes de sangre dulce, se sació en volcanes, jugó con los dientes. Mas de una ocasión mordió con rabia y con celos, sin embargo sus labios sonríen, porque a pesar de los desengaños, soñó muchas veces, se atrevió otras tantas, dijo que sí cuando otros pronunciaron el no y aunque el corazón se le rompió en mil pedazos, sus dedos lograron recoger algunos y guardárselos en el bolsillo.
No es casualidad, que otro domingo, en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, también su mano se soltara de otra mano - amada de distinta forma - pero con las mismas consecuencias. Estaba solo, viendo el mundo pasar.
Buscó refugio en el primer lugar que se le ofreció: un restaurante grasiento y descuidado. No importaba. Necesitaba respirar profundo, morderse los labios, llamar a su cuerpo y a su mente a ver si por fin se ponían de acuerdo, y mientras los esperaba, vio un bolso rojo colgando de una percha.
Era un bolso de cuero granate y parecía llevar mil años allí, esperándolo. Era el bolso de su madre, el que llevaba aquel domingo.
No esperó a que su cuerpo y su mente se sentaran a la mesa, es más, no los escuchó esta vez. Ya habían abusado bastante de él, confundiéndolo día tras día. Emprendió el camino, sus pasos lo llevaron por la gran avenida, luego a una calle trasversal, más tarde a una callejuela que desembocó en un solar abandonado donde había un Lada naranja, sin llantas, oxidado y sin cristales. Se subió y noto que el viejo motor, después de estremecerse, lo saludó con alegría. En ese coche hizo el amor por primera vez.
El Lada lo condujo ahora muy despacio, pasó por su vieja universidad, luego su primer apartamento - el de su grito de independencia - el viejo teatro, los bares que frecuentaba cuando no podía pagarse los cubatas hasta que un aguacero torrencial se coló entre los ventrículos del motor y ya no pudo seguir.
No importaba. Le gusta sentir los aguaceros tropicales en su rostro. Le gusta mirar al cielo y dejar que el agua le golpee los párpados y resbale por sus mejillas o se meta en su boca. Una vez que está empapado, esto lo hace siempre, se resguarda bajo un portal y contempla la lluvia hasta que cesa.
Con el cielo azul de nuevo sobre su cabeza, empieza a caminar, hunde sus botas en el barro y trastabillea a cada paso, pero a cada paso va encontrando las cosas perdidas de su infancia, aquellas botellas de coca-cola que le gustaban de pequeño. Las recoge, las mima en la palma de su mano, se detiene a seguir sus curvas y en ese tránsito viaja hasta sus cinco años cuando todos los chicos del barrio las coleccionaban, recordó la algarabía al lado del carro repartidor y las carreras por ser el primero antes de que…
Ah, si, aquella niña que le hacía doler el estómago, aquella que corría más que él y que se llevaba todas las botellas mientras él la miraba con lágrimas en los ojos.
Se mete las botellas en el bolsillo apresuradamente. Ya siente su aliento en la nuca, y con el, el miedo de que se las robe lo paraliza otra vez.
Jardín olvidado
A Mary y Miguel.
Debajo de la broza, verde hojarasca vana,
se esconde seca fuente de piedra construída,
ojos que no la ven, no aprecian lo que clama,
vieja historia de amor, aún no concluída.
Cuando ella dijo: ¡quiero estar siempre contigo!
buscaron una casa, formaron un hogar.
Tres frutos de su vientre crecieron en su patio
y el jardín allá al fondo, él lo cultivará.
La buganvilla rosa, banderita amarilla,
verde frondosa y grande la costilla de Adán
la fuente como adorno y mensaje a su amada
¡los quereles se riegan!, fructificarán.
Luego vino la noche y lo llenó de ausencias
los frutos se marcharon a buscar su verdad
la vida que te fluye, el rio que te lleva
la fuente que no emana, la parra invadirá...
Debajo de la broza, se esconde seca fuente...
María Teresa Cobos. Nerja 7-7-2012
Debajo de la broza, verde hojarasca vana,
se esconde seca fuente de piedra construída,
ojos que no la ven, no aprecian lo que clama,
vieja historia de amor, aún no concluída.
Cuando ella dijo: ¡quiero estar siempre contigo!
buscaron una casa, formaron un hogar.
Tres frutos de su vientre crecieron en su patio
y el jardín allá al fondo, él lo cultivará.
La buganvilla rosa, banderita amarilla,
verde frondosa y grande la costilla de Adán
la fuente como adorno y mensaje a su amada
¡los quereles se riegan!, fructificarán.
Luego vino la noche y lo llenó de ausencias
los frutos se marcharon a buscar su verdad
la vida que te fluye, el rio que te lleva
la fuente que no emana, la parra invadirá...
Debajo de la broza, se esconde seca fuente...
María Teresa Cobos. Nerja 7-7-2012
jueves, 5 de julio de 2012
Arenal de Andrín, Llanes. Asturias.
¿Sabrá que las paralelas se
unen en el infinito? Eso nos decían en la escuela. Nos imaginábamos algo muy
lejano, pero al alcance de los mayores.
Hoy sabemos que se cierran
muy cerca. No existe el infinito. Has visto salir a muchos amigos. Sabes que el
andar es muy corto. Que el fin está al lado de la mano. Las horas pueden ser
muy largas, pero los años no son nada y la vida es un suspiro. Eso decían los
del pueblo. ¡Qué sabiduría!
Bendita inocencia. Todo un
mundo por delante y ni una mirada al camino andado. Paso firme, seguro. No
importa la distancia, la senda está abierta. El mar cubre la retirada y en el infinito están unos brazos abiertos
con el amor de una madre. No hay peligro. Los monstruos no tienen alas. No
pueden salir del agua. La vida comienza con tal fuerza que las líneas paralelas
si se unen. El final está al alcance de la mano. El día es tan largo, que no
importa que llegue la tarde. En un suspiro volveremos a la playa como si fuese
ayer. Seguiremos nuevos caminos, idénticos a los andados. Tan renovados, que no
importará volver a comenzar.
Todo un sueño, un día de
playa, en un arenal sin fin.
Texto y foto de Miguel Bueno.
miércoles, 4 de julio de 2012
Me encanta Dios
Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo- la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.
***
Poema de Jaime Sabines
lunes, 2 de julio de 2012
El bucio
En aquel
pueblo, desde tiempos tan distantes que ni los más viejos recordaban, se
soplaba una caracola cuando alguna mujer había sido infiel a su marido; algunos
jóvenes pícaros se reunían en la noche y fracturaban el silencio con lamentos
de bucio revelando así a la aldea entera que había una traidora.
Maribel
escuchó el retumbo estando ya a punto de acostarse junto a Julio, su marido.
Éste se alzó, apoyando los codos en la cama al oír el sonido, y sonrió preguntando que quién sería el desafortunado
cornudo.
Maribel no
dijo nada, en un mar de dudas, se preguntó si Antonio, su amante, estaría ya
dormido y si lo despertaría el sonido de la acusación que vociferaba sus amores
prohibidos.
Aunque…
acaso esa caracola no silbaba por ella. Tal vez la gente ya se había enterado
de las infidelidades de Dolores o de Milagros o de los amores ilícitos de
Rosa... o de los de Julia o quizá de Ana, incluso podría ser por Jacinta o su
prima Carmen.
domingo, 1 de julio de 2012
Paseo geológico por la costa de Llanes.
Con los amigos del Circulo
Cultural de Valdediós hemos tenido la oportunidad de disfrutar de las
explicaciones geológicas de Luna Adrados, autora del libro “Costa oriental de Asturias. Un paisaje
singular”, que recomendamos a nuestros amigos.
El paseo comenzó en la
espectacular playa de Cuevas de Mar, para seguir a la Punta de San Antonio con
la intención de ver su resollo, la mar
no nos fué propicia y no nos permitió ver el bufón. He subido dos tomas de mi
archivo para mostrar a los compañeros de
Valdediós la majestuosidad del resollo a la luz del atardecer, en día de mar
brava y marea alta.
Si disfrutamos de la belleza
del acantilado, con el arco rocoso de La Puente y las recoletas playas de
Puertu Seco y San Antonio.
Después de mostrarnos en la
pantalla de su ordenador todo el buen material de su estudio geológico en la
costa llanisca, nos acercamos a los bufones de Arenillas, declarados Monumento
Natural en el año 2001, donde las cabras pastaban plácidamente ante la nula
actividad de la mar, y tuvimos la oportunidad de tomar muestras fotográficas de
la bella clavelina de mar (Armeria marítima), para que quede constancia que no
sólo de piedras vive el hombre curioso.
Tras reponer fuerzas en
el merendero de Toró, dimos un agradable paseo por la playa antes que la
lluvia nos mandase a casa.
Más fotografías en http://miguelbueno.blogspot.com
Texto y foto de Piedra.
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