Quien quiera participar activamente y subir textos o abrir foros de debate, no tiene más que escribir un comentario en el foro con su correo electrónico y se le darán privilegios para postear.
Salud y fuerza

lunes, 6 de agosto de 2012


 Si tuviera apéndice nasal podría recordar el aroma de los verdes valles, de las retamas en flor y de la tierra húmeda, cuando Jorgito, subido a su grupa cabalgaba alborozado, sin otra idea en su cabecita que llegar al imaginario fortín, para estar a salvo de los apaches.

Si poseyera cerebro, podría rememorar los tiempos en que Lucas, subido encima de él, avanzaba por los extensos campos, pensando en llegar al castillo para rescatar a la princesa y matar al dragón de fauces ardientes. O cuando Lupita, encaramada en su lomo, corría por debajo de su hada madrina, que volaba etérea y ligera por encima de ella. Si tuviera corazón, ahora se hallaría triste, evocando como la pequeña Tina, jovial y traviesa, lo fustigaba con una vara, para que trotara más rápido y alcanzar la casa de la bruja, antes de que los infortunados niños fuesen engullidos por la malvada.

Pero no tenía cerebro, ni corazón, ni olfato; en realidad sólo tenía un cuerpo de encina, fabricado hacia muchos años por un mañoso carpintero. Y no tenía sueños porque éstos pertenecieron a unos chiquillos que ya habían extraviado la ilusión.

En el desván sigue el caballito de madera; viejo, desvencijado y desteñido. Aún sigue ahí, nadie sabe bien la razón, quizá salvaguardando las fantasías infantiles de los adultos que, de vez en cuando, lo contemplan con nostalgia. 

4 comentarios:

  1. Bonita reflexión, a medida que los hijos crecen y mientras llegan los nietos, echamos de menos nuestros tesorillos de la infancia, en esa edad en que el más mínimo objeto cobra vida.¿Tiene título?.Un beso amiga, ando un poco triste este tórrido verano, pero solo un poco,hace tanto calor...

    ResponderEliminar
  2. Los juguetes de la infancia son nuestro tesoro privado, a mi me gustaría volver a tenerlos, pero el tiempo, las mudanzas y una madre demasiado estricta en cuanto a los cachivaches caseros me privó de ellos. Ahora, yo le he guardado a mi hijo los suyos, sin embargo está en la edad
    que los odia.

    ResponderEliminar
  3. Y tu Pitufa, por qué estás triste?
    Cuenta que tengo un hombro grande para que apoyes la cabeza.

    ResponderEliminar
  4. Espumosa, me encantó tu relato, me recordó
    el caballito de madera recubierto de piel real
    que le compré a Nofretita y que le encantaba,
    cabalgaban junto a su prima a mundos mágicos.
    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar