No recuerdo muy bien si era a sotavento o barlovento, lo que
si estoy seguro es que la brisa era caprichosa y no le importaba el límite de
las 20 millas y mucho menos si el paso peatonal estaba libre o no.
Los barquitos iban y volvían al albur del viento, entre las
datileras, sin mirar al vendedor de helados, que recorría el rebalaje, por si
amainaba y la gente entraba en calor.
Aunque era mediados de mayo, el poniente venía tan fresco
que parecía más bien febrerillo el loco, cuando los días aún son tan cortos que
no da tiempo a que los caliente el sol.
Acababa de llegar del cementerio inglés, donde habían
montado un mercadillo variopinto, entre tumba y tumba. Al lado de un puesto con
cristal y botellas antiguas, estaba el de la miel de abeja, el de los vestiditos
de gitana y los mausoleos de los ingleses.
Los vendedores, en su mayoría de color, lo tomaban con una
calma infinita. Entre el bocadillo, la botella de cerveza y la tumba de
Geoffrey Herbert (q.e.p.d.), esperaban vender algo al público, tan sorprendidos
por el espectáculo, que vi comprar a muy pocos.
Una pena, la consorte no estaba por disfrutar de la belleza
surrealista, en medio de un cementerio, y dimos de mano antes de lo que me
hubiese gustado.
Para acabar la mañana, nos fuimos a la feria del libro, en
el mismísimo puerto de Málaga, donde había echado el ojo a un libro precioso
del gran fotógrafo Pedro Ruiz Troyano y me compré el de Casares, una maravilla.
Expresiones.
Texto y fotos de Piedra
La fotografía de Casares está sacada del libro “Casares
cerca del cielo” de Pedro Ruiz Troyano.
Fotoreportaje completo en : http://miguelbueno.blogspot.com
Si señor, muy surrealista un mercadillo en un cementerio.
ResponderEliminarSí, es que es surrealista, sí, no me extraña que la consorte quisiera irse :)
ResponderEliminarMe alegro que ese disfrute.