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Salud y fuerza

jueves, 3 de diciembre de 2009

Añoranza de Pacanda





Desde este largo verano sevillano, entrado ya el mes de diciembre, quién lo iba decir, añoro la luz de Pacanda.
Añoro los prados verdes y la lluvia en calma; el color de la roca y esa nube que a veces limita el bosque señalando donde está la montaña.
Seguro que los fresnos están de invernada y sus hojas después de tapizar los caminos, fertilizan la tierra cercana; los rosales del muro habrán perdido ya sus flores y esperarán para pasar en letargo el duro invierno.
Quizás Llabres, en su altura, aparezca blanca, cubierta por la nevada y el aguilucho busque refugio cerca del caserío, al calor de las chimeneas.
Puede que en las mañanas la hierba se cubra de escarcha y poco a poco el calor del sol cambie el blanco por el verde, un día si y otro no.
De seguro que el corzo seguirá pastando en el prado vecino, pero ya no seguirá atento mis movimientos al salir o entrar en casa; no veré al petirrojo saltar del muro al prado buscando su sustento entre la hierba, ni a las lavanderas con su baile de cola, en su ir y venir a la puerta, como si tuviesen querencia por la vivienda.
Qué queréis, yo desde Sevilla, añoro mi Pacanda.

Texto y foto de Piedra

1 comentario:

  1. pero ¿Pacanda no era ficticia?

    valeeeee, entiendo, yo también he ideado sitios y luego me da añoranza no ir.


    Jejeje, Piedra ¡besos!

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