
Aquella ciega lanzó el mazo al aire.
Unos cuantos oportunistas ocuparon gran parte del espacio con su fiel balanza.
La ciega, harta del ruido producido a sus pies, decidió terminar con todo aquello. Un golpe certero de su espada convirtió el robusto mazo de madera noble, en millones de astillas diminutas. La Justicia había sentenciado.
Qué gráfico Jimulete.
ResponderEliminarMuy bien. Dices mucho con pocas palabras y además se te está haciendo estilo.
En poco tiempo no habrá quien te tosa... jajjajaa
Besos locos
Muy bien afilado amigo infernal.
ResponderEliminarCon amigas como vosotras quien necesita de abuelas... Sólo de leer vuestros comentarios ya engordo unos cuantos kgs.
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