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Salud y fuerza

viernes, 4 de noviembre de 2011

La necesidad tiene cara de hereje

Elena se había levantado temprano como siempre para iniciar las extenuantes tareas de un ama de casa con una familia numerosa, no disponía de un momento para si misma. Le sorprendió que su amiga llegara de visita sin previo aviso.
Mientras Susana le contaba, se esforzaba por no llorar, apretaba sus puños hasta que sus uñas se clavaban en las palmas de sus manos haciéndolas sangrar.
-¡¡El cornudo es el último en enterarse!! gritó dando un golpe en la mesa y caminando erráticamente por el comedor. Cuando pudo calmarse, se tomo un tiempo, en ese estado no podría hallar la mejor decisión, solo pensó en disimular.
Esa noche, con los niños ya dormidos, comenzó la discusión con Pablo. Los argumentos eran tan contundentes que el solo pudo reconocer su infidelidad, para terminar entre sollozos suplicando el perdón. Elena se lo concedió, no quería privar a sus hijos de un buen padre, pero estaba herida, humillada, su orgullo avasallado.
Pensó en su vecino, vivía solo y más de una vez le había dicho alguna frase sugerente que ella había sabido eludir. Varias veces había fantaseado con él, pero su moral no le permitía algo más y recordó aquella vieja frase “la necesidad tiene cara de hereje”.
-¡Seré una hereje! Se puso un lindo vestido, fue a un salón de belleza ¡no podía verse mejor! aunque la carcomía el rencor y una incontrolable necesidad de venganza.
Al llegar a su casa se cruzó con su vecino, respondió con su mejor sonrisa a las frases lisonjeras, luego vino una charla, después un café en la casa de Luis, otros cafés….
-Pablo, tomé una decisión, me iré esta semana a las Sierras de Córdoba, necesito estar sola, avisarás a tu trabajo que no irás, di cualquier mentira, es tu especialidad, te ocuparás de la casa y de los niños y sabrás lo que es el esfuerzo.
Elena estaba dando órdenes y el no la contradecía, su sentimiento de culpa y su terror a perder a su familia no se lo permitían. Tenía que aceptar.
Ella se despidió de todos y fue a encontrarse con Luis en la Terminal de ómnibus.
Ya de regreso en su hogar, Elena sintió que había perdonado a Pablo al que encontró ojeroso y extenuado. El vio un brillo especial en los ojos de su esposa y lo interpretó como señal de que el descanso en soledad la había favorecido y su actitud afectuosa, igual a la de antes, le confirmó que realmente lo había absuelto de su grave error.

6 comentarios:

  1. hola Mabel, QUE HISTORIA!!!! Pero me quedé con ganas de saber más.

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  2. Grande Mabel, Grande. Acabo de robarte la historia y colgarla en el facebook. Sigue así, lo estás haciendo de película.

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  3. Que bueno que te gustó la historia querida Gladys, podría escribir un segundo capítulo, no se me hubiera ocurrido, te voy adelantando
    que así somos las argentinas, no sabemos perdonar a los maridos sin venganza. Si lo hacemos no es sincero y tarde o temprano se pudre todo.
    Besos.

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  4. Gracias por tu exagerado comentario Jimul,
    ya di intervención a mi abogado por el robo
    de propiedad intelectual, recibirás en tu
    correo la decisión judicial. Lo siento querido
    amigo, deberás afrontar las consecuencias.
    Besos.

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  5. Yo creo que el la situación de Elena, me identificaría con ella, aunque perdonar es difícil, pero nunca se sabe lo que una pueda o no hacer.
    Mabel, me encantó tu relato, creo que define muy bien el alma de muchas mujeres en estas situaciones.

    UN GUSTAZOOOOOOO LEERTE :)

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  6. Gracias por tu comentario querida Espuma. En Argentina y Uruguay las "Elena" son mayoría, o recurren al divorcio. En los otros países vecinos no pasa lo mismo, su cultura es diferente, la esposa "legal" acepta esas situaciones. Tengo un primo casado con una
    peruana y viven allá, lo pasa muy bien, ella es una santa, si se tratara de una argentina ya lo habría asesinado y yo la aplaudiría.
    Besos.

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