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Salud y fuerza

domingo, 16 de mayo de 2010

Turismo funerario

Bueno, ésta es la última - suspiro resignado mientras se arrodillaba frente a la tumba - como ya sabrá, bueno al menos eso es lo que dicen de los muertos: "que lo saben y ven todo, aunque casi nunca echan una manito, las cosas como son". Como decía, usted es el último a quien visito, y es un alivio, tengo una vida, no muy feliz, pero buena al fin y al cabo, también tengo cosas que hacer, horas para rellenar antes de desaparecer definitivamente, por eso, usted me perdonará, tengo un poquito de prisa y se lo voy a soltar son mayores preámbulos.

Colocó un clavel rojo sobre la lápida.

Aquí voy. - Inclinó la cabeza, leyó el nombre - intentó pronunciarlo correctamente en voz baja, pero se avergonzó de su acento, es que a los hispanos nos cuestan mucho los idiomas… otra frase hecha que se rompió sobre la piedra de la tumba. Perdone mis divagaciones, lo que pasa es que cuando me pongo nervioso, los pensamientos se me revuelven en el cerebro. Sí, ya sé que usted es… fue… perdone, fue un experto en esa materia y un visionario. Ya sabe como funciona. En los momentos cruciales, cuando uno debería decir: si, o no, el cerebro ve en letras grandes, frases hechas pronunciadas por otros antes de conocerlas nosotros; sí, esas, las famosas, tan socorridas e infalibles, pero que logran desplazar a las que verdaderamente reflejan lo que uno quiere decir desde muy adentro y se nos escapan por la boca como pájaros en desbandada. Eso crea conflictos en quienes nos escuchan, pues se las creen; porque yo si creo que nos creen, aunque suene a trabalenguas, a la gente se la cree más de lo que uno piensa, porque si alguien viene de repente y nos dice que se es maravilloso, por qué hemos de dudar. Lo malo es cuando se creen todopoderosos, ahí es cuando empieza el problema… Perdone, ya me estoy yendo por las ramas, no los he visitado a ustedes para hablarles de los demás, debo ser más claro y concreto. Y sin embargo me pierdo, así me pasó con la Wolf, con Wilde, con Sartre… oh, oh, perdóneme otra vez, no haga caso de mis palabras, ya sé que usted sabe.

Deme un minuto para concentrarme. Es difícil aquí, en medio de este… llamémoslo, ambiente. Espere ordeno mi abecedario particular, pongo, por decirlo de alguna manera en fila los sucesos de mi vida y el por qué necesito contárselos.

A ver, aquí está la infancia, pero eso ya se lo conté a... Creo que mejor hablo de mi adolescencia… no tampoco, ya la desplegué delante de… ¿el sexo? Eso le gustaría, eh pillín. Disculpe las confianzas que me tomo, son para caldear el ambiente… como usted ya sabrá. A eso dedicó su vida, a esos resortes que saltan en cuanto uno empieza a hervir. Pero claro, hablar de sexo acostado en un sofá - aunque me han dicho que el suyo no era muy suave, más bien que tenía ciertos bultitos muy incómodos a la altura de los omoplatos-. Así y todo la gente desembuchaba sus vómitos mientras usted tomaba notas y escribía que si el señor Edipo, que si la figura de la madre se escondía entre las almohadas cuando uno hace el amor, que si la teta gigante… ¿todo eso lo dibujaba en el papel mientras la gente sacaba sus hilachas? Claro, que va usted a contestarme.

Una llovizna suave empezó a cubrir de perlas el nombre tallado en la piedra, él estiró su mano y empezó a retirarlas de las letras, luego lamia sus dedos absorto, mecánicamente repetía la acción hasta que las gotas se convirtieron en torrente y los dedos no fueron suficientes, tuvo que emplear sus manos como cuencos pero, ya no era lo mismo y con esa certeza, pensó que esta vez no había logrado nada. Recordó la otra tarde arrodillado frente a la tumba de Sartre, esa vez si que fue rápido, concreto y certero. Igual pasó con todos los demás. Cada uno había tenido su particular ajuste de cuentas y sin embargo con este no lo había logrado. Es que el sexo y esas piedras agujereándole las rodillas…

Va a quedar pendiente otra vez señor, lo lamento pero aquí no puedo, ¿me entiende no?

2 comentarios:

  1. Lo estaba leyendo con estupor pero me he confundido un poco, así que regreso a él más tarde para aclararme porque pienso preguntarte todo, todo, todo.

    Smuak, reina del relato

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