
Su aspecto discreto y un tanto tímido fue desapareciendo bajo los primeras notas de aquella música tan dulcemente embriagadora. Sus ropas fueron desapareciendo sin ningún temor. Ya nada importaba, el amor entre la Abadesa y aquella novicia de rasgos exóticos se convirtió en un delirio espiritual.
Una lejana letanía de rezos dejaba entrever el gran pecado de la envidia.
Ufff, qué calor me ha entrado jajajajajaa
ResponderEliminarJimulete, te refinas y eso es genial.
¡Anda y sal de chat y ponte a escribir!
;-)