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Salud y fuerza

jueves, 16 de septiembre de 2010

Recordando a Quevedo




Después de interrumpir durante un razonable período de tiempo la actividad normal, afortunadamente, sin el síndrome post vacacional, ya me encuentro en casa. A mi pesar, contraviniendo mis buenas intenciones, regreso sin haber escrito absolutamente nada, con la cartera vacía y tal vez con un kilo de más. El descanso prolongado y el cambio circunstancial, con ser un revulsivo para las neuronas y el equilibrio psíquico, no dejan de ser también una incitación a la vagancia y el desmadre, para después terminar en brazos de la pereza. Aunque no es mi caso. Es cierto que durante estos días he leído mucho, especialmente a los clásicos, pero no hasta el punto de hacerlo con la avidez y en la medida que lo hacía Quevedo. Pues según nos cuenta la Historia, solía leer en ocasiones cuatro libros a la vez. En sus desplazamientos era imprescindible incorporar a su equipaje hasta cien libros. Si rememoro a este gran genio de las letras y de la sátira social, hombre de vasta cultura, polémico, pesimista, amargado y cortesano, es porque al visitar el Hotel de San Marcos, en León (destinado a ser en 2014 uno de los mejores hoteles del mundo), sentí un escalofrío, sólo al pensar que en este lugar (entonces prisión), estuvo recluido D. Francisco de Quevedo y Villegas, durante cuatro años. En una minúscula celda, húmeda y sombría, con los pies encadenados y ulcerados, fue víctima de la intolerancia y la crueldad de la monarquía represora de su tiempo. Cuando es liberado, en 1643, es un hombre moral y físicamente destruido. Falleció el día 8 de septiembre de 1645, poco tiempo después de haber conocido la muerte de su enemigo el conde-duque de Olivares.
Según consta en la biografía actualizada por Leopoldo de Trazegnies, “Quevedo era un hombre desengañado de muchas cosas, entre otras de las mujeres, a las que deseaba alegres, pero a ser posible "sordas y tartamudas". Muchas veces se refiere a ellas de forma despectiva y a juzgar por su temática, más que frecuentar círculos familiares, conoció los ambientes prostibularios y marginales de su época, a los que llegaba atraído por el sexo pero dominado por su misoginia.”

Desgraciadamente, al espectacular complejo arquitectónico de San Marcos, con su maravillosa fachada de estilo plateresco, la historia le tenía reservado albergar a centenares de víctimas de la posguerra civil española. Con la irrupción del franquismo represor en España, compitiendo con la época de Quevedo, San Marcos fue también destinado a penal donde, por defender la libertad, muchos inocentes se dejaron su salud y también su vida, que no su dignidad, que se fue con ellos a la tumba.

5 comentarios:

  1. Querido Cabré, muy interesante tu texto. Has de revisar eso sí, alguno de los datos, porque Quevedo era indestructible, pero no como para vivir varios siglos. Por otro lado S. Marcos es un hotel de referencia y una escuela de Hostelería de las más importantes de este país. También en León hay que visitar el Barrio Húmedo, muy interesante para hacer un alto en el camino, ante los apetitosos alimentos del Norte. Yo también he tenido un verano un tanto inquieto. Bienvenido de nuevo, Cabré.

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  2. Dichosos los ojos que te ven por esta casa. Acabo de comentar en tu blog, la alegría de verte de nuevo con tus textos; espero que se repita.
    Abrazos
    Piedra

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  3. Tienes razón, amigo Jimul, sin saber por qué se me coló Hostal en y cuando lo pegué en el Andarrial se me olvidó de rectificarlo, aunque yo lo había restificado en mi blogs.
    En lo referente a que San Marcos es también una escuela de hostelería, ya tenía conocimiento de eso, pero en el momento de escribir me pareció un dato prescindible para el tema que nos ocupa.
    ¿Pobre Quevedo! En las condiciones que vivió los últimos años de su vida, es un milagro que aguantara tanto tiempo.

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  4. Repasa también la fecha de la muerte de Quevedo, pienso que se te ha ido un poco la mano. No obstante entien que lo puedas querer tanto como para mantenerlo con vida casi 300 años más... ;-P

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  5. Ostras, es verdad, Jimul, hablando de Quevedo se me fue la olla. Gracias por corregirme. Es cierto, si por mí fuera, a Quevedo lo tendría todavía vivito y coleando cerca de mí, para que me enseñara muchas cosas que sigo ignorando.

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