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Salud y fuerza

miércoles, 13 de mayo de 2009

Perro "apaleao"

Llevaba el olor que dejan las partidas perdidas pegado a sus ropas, filtrándose por los poros de la piel, hasta emborrachar un alma ennegrecida por una derrota que no dejaba de ganarle. Posponía para pasado mañana siempre su hoy, mientras, entre las uñas de las manos, se le quedaban pegados los trozos del ayer al que se recurre cuando hay tormenta. Sus pensamientos dejaron de ser puros hacía ya muchos años, no quiso seguir la teoría general que dice; "dos, más dos, son cuatro", y se reivindicó en las matemáticas de números moldeables a la altura de la cintura.
Pagó a más de un sicario para que acabase con su vida, pero siempre se encontraba con el mismo problema; su poco tino le llevaba a contratar a asesinos católicos, y practicantes, que desechaban la idea cuando observaban en el hecho un posible suicidio encubierto. Intentó olvidarse de las pesadillas que le traía el día, esas a las que ahogaba en viejos vasos, cuando la madrugada se destilaba con el sabor a güisqui de relleno. Militó en las ideas contrarias, en la disconformidad más absoluta, y supo que no debía callarse a tiempo, cuando en el tiempo se le comenzaron a gastar las palabras que no tenían eco. Tuvo una ilusión que le duró un día, y con ella, exiliada, vivió hasta donde la memoria le alcanzó para poder olvidar su patria.
Su imagen no era otra cosa que el resultado de una infancia tierna, a destiempo. Sus pasos torpes, sobre la exacta habilidad de la realidad, no le llevaron más allá de los barrios en los que se mezclan los olores de las comidas, con los sinsabores cotidianos para paladares de extrarradio que pasean hasta la cola del paro.
Se dio cuenta de la cuenta que le daba una vida llena de números rojos escritos con su sangre, y de balances torcidos hacia el debe de haber, pero no habrá. Miró a las estrellas, se despidió de ellas diciendo: "nos vemos ahora mismo".
Recordó a sus seres queridos, y los lugares que le habían dado cobijo a lo largo de la vida. Por último, inventó de nuevo el recuerdo de ella, escuchó su voz, y pudo notar el tacto de aquella piel prohibida que le rescató para perderse después. Una vez terminado el ritual de recuerdos, cerró los ojos, y dejando caer la cabeza levemente hacia atrás, se disparó un tiro en la sien, que como siempre, sólo impactó en la intención.
Ahora vive a causa de un ataque de muerte.

© Pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo.
-Fotografía de Henri Cartier-Bresson-

7 comentarios:

  1. ¡Qué bueno, Gato! ¡me ha encantado!! (y casi que lo entendí!) ;) Me gusta interpretar cada fragmento de tus textos a mi gusto, así los disfruto a pleno. Un placer!

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  2. Joer. yo quiero tener la mitad de tu habilidad para la metáfora.

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  3. Desde luego, el polvo de los Madriles es lo que tiene, alucinaciones nocturnas...

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  4. Impresionante prosa poética, cargada de metáforas y todo tipo de retórica con tanta suavidad reflejando la dureza de esa vida, que aún estoy boquiabierta.
    Me recuerdas un poquito a Sabina en este texto de total cordura. El principio parece dedicado a A. Vega y el final... el ataque de muerte... eso es magistral.

    Gato, hay que ver cómo lo cuentas. No me voy a despegar de tus letras.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Una maravilla de texto. A mi tambien me parece el elogio fúnebre de A.Vega, perdedor en mil batallas. Pero es lo mismo, al leerlo despacio, se va sintiendo la profundidad de su prosa y queda como un regusto en boca. Expresiones

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  7. Haces sentir el dolor de los que viven a su pesar, de los que por perder pierden hasta en morir. Eres grande. Besos

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