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Salud y fuerza

martes, 12 de octubre de 2010

Rosa

Conocí a Rosa en uno de los tenebrosos conventillos por los que deambulé en mi adolescencia. Aunque era sólo tres años mayor que yo, con sus diecinueve años parecía serlo toda una vida. Estaba sola en la enorme casa cuando llegamos, y me cayó bien desde el principio. Nadie habría adivinado que tras su sonrisa jovial se ocultaban años en un orfanato (aunque no era huérfana, sino abandonada) y una historia de lucha sin fin. Sus padres habían vuelto por ella cuando tuvo edad de aportar a la casa, y la pusieron a trabajar de sol a sol bajo un maltrato constante. Al alcanzar la mayoría de edad, dejó la casa paterna. Pero los años de ardua labor le habían dado una resistencia casi sobrehumana para el sacrificio.
Rosa tenía tantos trabajos que ya no recuerdo cuántos eran, pero la cosa es que trabajaba todo el día, los siete días de la semana. Sin embargo, al llegar la noche no caía rendida en la cama, sino que se zambullía en libros de derecho, que devoraba como único alimento. Porque su comida muchas veces eran sólo los libros y trozos de hielo que arrancaba del congelador para engañar al estómago. Otras veces, cuando tenia suerte, mezclaba harina y agua, lo horneaba y se lo comía. Rosa dormía entre dos y tres horas por noche. Como yo me quedaba leyendo por gusto hasta la madrugada, me pedía que la llame, pero muy difícil se me hacía no dejarla dormir un par de horas más, sobre todo cuando veía que su cara se hinchaba y se ponía verde como una aceituna por falta de alimento y descanso.
El sábado a la noche, Rosa necesitaba su pausa, su aliento para seguir toda la semana, y se iba sola a bailar. Era el único momento en que la envidiaba.
Cuando se anotaba en la facultad para rendir un examen, nada la detenía. Empapelaba el comedor con ayuda memorias, y estudiaba sin parar, a veces ni para dormir una hora, a veces sin comer, hasta que volvía con una buena nota en la libreta. Sentía pasión y vocación por el derecho como nadie que yo haya conocido.
Rosa tenía hemorragias tan fuertes por la desnutrición que dejaba regueros de sangre por toda la casa. A veces yo limpiaba para ahorrarle la impresión de ver cómo se desangraba. Alguna vez cayó desmayada en el baño. Se recostó un rato, y vuelta a estudiar hasta que llegaba la hora del trabajo.
Llegó un día en que la vida me alejó de esa pensión, y en los tiempos de supervivencia, no había lugar para visitas. Creí que nunca más sabría de ella.
Hasta que, unos diez años después, vi por televisión a una abogada hablando de un resonado caso criminal. Casi me caí de la silla al leer su nombre al pie de la pantalla, realmente creí que no era ella, pero con dos nombres, dos apellidos y la misma cara, no podía ser nadie más. Después volví a verla varias veces en el diario, en importantes casos penales.
Pasaron unos diez años más, y encontré su nombre en un estudio jurídico virtual en internet. Quise escribirle, quise contactarla, pero más de veinte años de distancia y nada bueno para contar de mi parte me lo impidieron. Sin embargo, a pesar de mi corazón reseco, aún pude alegrarme por ella, porque si alguien mereció el éxito en esta vida, esa fue Rosa.

5 comentarios:

  1. Ay Nofret, en el tren de nuestra vida se va subiendo gente y se va bajando y qué sensación verlos en diferentes estaciones, con sus éxitos y sus penas, en fin, con su trayectoria.
    Qué vida la de Rosa hasta el triunfo. Y es una buena metáfora porque todo aquello que nos ha hecho fuertes nos ha dolido y después es muy difícil que los que están alrededor en los momentos de éxito puedan atisbar siquiera un reflejo de todos esos esfuerzos.
    Eres un sol, momiecita.
    Te mando un beso llenísimo de lubricante para tu corazón, llenísimo de abrazotes tiernos

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  2. Siempre vi tan realista este cuento, que me parece una crónica de una historia vivida. Dan ganas de llamar a Rosa para rememorar le vieja amistad.

    Expresiones
    Piedra

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  3. Gracias por tu comentario, Enfero, me has lubricado el corazón, que buena falta me hace. Abrazotes lubricados para ti. :-)
    Gracias, Piedra, si ves realismo en la historia es porque no es un cuento, sí es una historia real. Cuando las musas se ponen caprichosas hay que recurrir a todo, incluso a la más cruda realidad, a los sueños, a lo que sea con tal de ponerlas a trabajar.
    Me han dejado contenta. :-)

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  4. Nofret ya conocía la historia de Rosa, lo que no quita que la haya leído de principio a fin con emoción.

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  5. Uf! estoy teniendo problemas para comentar. Decía que este texto lo publiqué en Algo para contar hace un tiempo, no tengo textos nuevos, aunque estoy dando forma a un par de sueños, veré si puedo acabar de redondearlos y los subiré.

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